La retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París no frenará el progreso climático

Los precios cada vez más bajos de las renovables y el movimiento creciente por la sostenibilidad han cambiado la perspectiva global, pese al anuncio de Donald Trump.

Por Laura Parker, Craig Welch
Publicado 9 nov 2017, 4:17 CET
Energía eólica
La energía eólica ha aumentado en Estados Unidos, como sugieren estas turbinas de viento en California.
Fotografía de George F Mobley, National Geographic Creative

Tras meses de indirectas, el presidente Donald Trump ha anunciado finalmente su intención de retirar a Estados Unidos de un acuerdo global para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. En sus declaraciones afirmaba que trabajará para negociar un nuevo pacto climático que fuera «más justo» para los trabajadores estadounidenses, pese a que el Acuerdo de París original era voluntario.

La decisión de Trump podría socavar el ritmo de progreso climático, haciendo que otros países decidiesen dejar de cumplir sus propios compromisos, limitando la capacidad de Estados Unidos para orientar el debate y cediendo los trabajos y los beneficios económicos de una revolución energética en curso a países como China.

Sin embargo, 18 meses después de que 190 países acordaran en París que tomarían medidas para evitar una subida de dos grados Celsius en la temperatura global, es importante que seamos conscientes de que el cambio hacia una energía limpia ya está pasando, según un análisis publicado a principios de mes en Europa. Importantes cambios ya están tomando forma en los tres países que más los necesitan: Estados Unidos, China y la India.

«Nuestro análisis muestra que China y la India están superando en gran medida sus objetivos», afirma Niklas Höhne, experto del clima en Países Bajos y fundador del NewClimate Institute, una organización de investigación. «Los efectos positivos en China y la India son mucho mayores que los impactos negativos procedentes de Estados Unidos».

Es cierto que el mundo necesita tomar muchas más medidas y que estas sean más rápidas, y también que la acción de Trump cambiará el curso de todo el planeta. Pero aunque Estados Unidos deje su papel como líder en esta lucha, aquí te presentamos algunos logros que debemos recordar:

1. Las energías solar y eólica son más baratas que el carbón

Energía solar
Las instalaciones solares de gran escala han hecho que esta energía sea más barata que la del carbón.
Fotografía de Jamey Stillings, National Geographic Creative

En la actualidad, las energías solar y eólica son tan competitivas que están desplazando al carbón en muchos países. En Estados Unidos, la generación de electricidad a partir de carbón ha caído más de un 50 por ciento en la última década. Mientras tanto, la energía solar fotovoltaica ha aumentado en un 5.000 por ciento en el mismo periodo, con un aumento de más de la mitad entre 2015 y 2016. De hecho, los primeros 100 días de Trump en el gobierno coincidieron con el mejor trimestre para la energía eólica en ocho años.

A escala global, los combustibles fósiles todavía son predominantes. Sin embargo, la generación de electricidad a partir de renovables en 2015 fue por primera vez mayor a la cantidad de electricidad generada a partir de carbón o petróleo.

El ritmo es cada vez mayor ya que esta transición está liderada por la economía, y no solo por la política. Aunque el presidente Trump prometió devolver sus trabajos a los mineros de carbón, más de 250 plantas de carbón —más de la mitad que se encuentran operativas en Estados Unidos— ya tienen planes de clausura o de cambiar a combustibles más limpios.

Las regulaciones de la era Obama no fueron responsables de este cambio. Con la normativa del presidente Obama que exigía que las plantas de carbón redujeran sus emisiones, la Administración de Información Energética de Estados Unidos calculó que la generación de electricidad a partir de renovables y gas natural superaría al carbón para el año 2028. Sin embargo, sin esa normativa la transición también podría ocurrir en 2029.

2. Las empresas estadounidenses están comprometidas

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    Algunas de las mayores empresas de Estados Unidos presionaron a Trump para que permaneciese en el Acuerdo de París, entre ellas Dupont, de la industria química, y General Motors, que se ha comprometido a generar el cien por cien de la electricidad que utiliza en sus 350 fábricas en 59 países a partir de renovables para 2050.

    Apple y Google se encuentran entre las 19 empresas tecnológicas más relevantes que han comprado una página entera del New York Times para defender esta causa. Pero las voces que cuentan son las de los líderes de la industria de combustibles fósiles, que tienen toda la atención de Trump. Muchos de ellos, incluyendo las empresas Cloud Peak, una de las mayores compañías de carbón del país, y Big Oil, así como ExxonMobil, Royal Dutch Shell, Chevron y BP, han instado a Trump a permanecer en el Acuerdo de París.

    «Las que cuentan son las grandes compañías eléctricas que funcionan con carbón y que están en primera línea», afirma  David Victor, profesor de relaciones internacionales en la Universidad de California (San Diego), y autor de Global Warming Gridlock. «Van a continuar con sus programas para reducir sus emisiones. Más gas natural, menos carbón, más renovables. Ese es el patrón de inversión dentro de la industria, porque su ciclo de inversión tiene mucho más alcance que el hecho de que las tornas cambien en una u otra dirección en Washington».

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    3. Los estados y las ciudades estadounidenses están tomando medidas

    Mientras tanto, los estados y las ciudades han dado un paso hacia este vacío que ha dejado el bloqueo de Washington. En cuestión de horas, tras el anuncio de Trump de la retirada del Acuerdo de París, los estados de Nueva York, California y Washington anunciaron la formación de una Alianza Climática Estadounidense, una coalición que reunirá a aquellos estados que estén comprometidos con la defensa de los términos del Acuerdo de París.

    Un total de 29 estados ya exigen que un porcentaje de su electricidad proceda de fuentes renovables, según la Conferencia Nacional de Legislaturas Estatales. Entre ellos se encuentran Massachusetts, New Hampshire, Minnesota y Nueva York, que planean reducir sus emisiones en un 80 por ciento para 2050.

    California tiene unas de las metas más ambiciosas: reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 40 por ciento en los próximos 13 años. El Estado del Sol quiere liderar el esfuerzo estadounidense por establecer un transporte totalmente eléctrico. También está invirtiendo de forma significativa en la impermeabilización y la mejora de edificios para que tengan una mayor eficiencia energética. El estado está incluso superponiendo los objetivos climáticos a las decisiones sobre los usos del suelo, incentivando a las agencias locales y regionales para que reduzcan su dependencia de los coches.

    Más de dos docenas de ciudades han adoptado medidas para llegar aún más lejos. Están comprometidas a generar un cien por cien de su electricidad a partir de fuentes renovables en las próximas décadas. Y no son solo las ciudades costeras en estados demócratas, sino las ciudades del interior, en lugares como Hanover, en New Hampshire, y Moab, en Utah. Del mismo modo, las ciudades de todo el país han mejorado sus plantas de tratamiento de aguas, levantando muros de inundación y reescrito la codificación de los edificios a medida que se adaptan a las condiciones climáticas cada vez más duras y a las inundaciones por mareas.

    «Lo que está ocurriendo en los gobiernos estatales y locales tiene lugar en dos frentes: reducción de emisiones y adaptación», explica John Holdren, antiguo asesor científico del presidente Obama. «Ambos ejes son igualmente importantes».

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    4. No es solo una iniciativa de los demócratas

    Nueve de los diez estados que generan gran parte de su electricidad a partir de la energía eólica —entre ellos Iowa, Kansas y las dos Dakotas— son de tendencia republicana. Y a la cabeza también se encuentra el baluarte republicano por excelencia: Texas.

    «Los estados republicanos están apostando por la eólica por su bajo coste», explica Mark Jacobson, profesor de la Universidad de Stanford y experto en energía limpia.

    En el estado del carbón, Wyoming, el gobernador republicano Matt Mead está siendo pragmático. No argumenta que el CO2 no sea dañino, sino que se centra en el futuro. A medida que el mundo adopta nuevas leyes que exigen la reducción de emisiones de dióxido de carbono, este gobernador quiere que Wyoming sea también líder a la hora de encontrar formas de capturar las emisiones y transformarlas en bienes de consumo seguros y comercializables. De esta forma, espera darle una mayor vida útil al carbón.

    Wyoming se encontraba entre los primeros estados que invirtieron en la captura y almacenamiento de carbono. Los responsables gubernamentales esperan que unas instalaciones en Rock Spring sirvan como caso de estudio para el almacenamiento subterráneo de CO2. El gobierno estatal también se ha gastado millones de dólares en la construcción de unas instalaciones de prueba en Gillette. Esperan que los científicos experimenten con emisiones extraídas directamente de una planta energética de carbón y que aprendan a neutralizar el CO2 y convertirlo en productos útiles, desde fibra de carbono hasta pasta de dientes.

    «Creo que nos hemos quedado atascados en esta discusión», afirma Mead. Como principales exportadores de electricidad del país «creo que tenemos la responsabilidad de ser líderes en investigación e innovación».

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    5. El centro de la influencia cambia de Washington a Sacramento

    Los empleos en el sector del carbón
    Los empleos en el sector del carbón, tradicionalmente en lugares como Hardburley, Kentucky, se han visto eclipsados por los empleos en el sector de las energías renovables, pero no a causa de la regulación. Las fuerzas económicas globales han hecho que el carbón sea menos competitivo.
    Fotografía de James P. Blair, National Geographic Creative

    Los 40 millones de habitantes de California producen el uno por ciento de las emisiones globales. Pero esta capital de la industria tecnológica y la sexta economía más potente del mundo es líder en inversión e innovación en todo tipo de dispositivos desde baterías a paneles solares, reduciendo cada vez más los precios de las renovables. También es una incubadora de ideas. El estado ha adoptado docenas de leyes y normativas que sirven como modelo para ciudades, otros estados e incluso otros países. Y con una tasa muy baja de desempleoactualmente por debajo del 5 por ciento— California también sirve de ejemplo de que reducir los gases de efecto invernadero no arruina la economía.

    ¿Qué ocurre cuando California demuestra su fuerza? Para empezar, la legislación que aprobó hace 15 años es la razón principal por la que los índices de kilometraje de gas de los vehículos a motor siguen mejorando a nivel nacional. Tras haberse comprometido a establecer una normativa de emisiones de gases efecto invernadero para coches y camiones en 2002, una docena de estados adoptaron esos mismos estándares. Cuando el presidente Obama rescató a la industria del automóvil, luchó por más exenciones por kilometraje, lo que básicamente nacionalizó las medidas de California.

    Esta influencia podría suponer un freno a algunas de las políticas de Trump. La industria automovilística ha pedido a Trump y al director de la EPA la revisión de los estándares de kilometraje. La Casa Blanca dijo que así lo haría. Sin embargo, el gobierno de California ha prometido que luchará por mantenerlos, y los fabricantes no quieren dos normativas: una para California y otra para el resto del país.

    «Para cuando se resuelvan, podría haber un nuevo presidente», explica Victor, el profesor de la Universidad de California (San Diego). «La pregunta que hay que hacer a la industria y a los fabricantes de automóviles que diseñan nuevos vehículos es la siguiente: ¿queréis apostar por que el cambio en la política durante la presidencia de Trump será permanente? Es una apuesta por la que la mayoría no estarían dispuestos a arriesgarse.

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    6. Una mejor perspectiva global

    Los precios cada vez más bajos de las renovables han mejorado en gran medida la perspectiva global. Hace solo dos años en París, dos de los países más contaminantes, China y la India, insistieron en que necesitarían mucho más carbón. Eso era especialmente cierto en el caso de la India, donde millones de personas en aldeas rurales todavía viven sin electricidad.

    En la actualidad, regiones enteras de la India están comprometidas a adoptar energías cien por cien renovables. Los nuevos planes de la India para cumplir con las futuras necesidades energéticas incluyen menos plantas de quema de carbón.

    China también está comprometida a cerrar las instalaciones de carbón. El consumo de carbón en el país se ha reducido durante tres años consecutivos.

    En ambos países, según el equipo de Hohne, estos cambios probablemente ralentizarán mucho más el crecimiento de las emisiones para 2030, por encima de lo que se proyectó en las reuniones de París. «Esto es toda una sorpresa», afirma Hohne.

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    7. Pero Estados Unidos necesita hacer mucho más

    Sin embargo, el camino hacia la reducción de emisiones está lleno de peligros. Muchos científicos afirman que los objetivos acordados en París no son lo suficientemente contundentes para evitar las peores consecuencias climáticas. Todavía no existe una garantía de que el mundo las cumpla. Para que eso ocurra, muchos dicen que se necesitan tomar más medidas —y más rápidamente— en Estados Unidos.

    Incluso si Trump hubiera mantenido todos los planes de Obama, Estados Unidos se quedaría corto y no cumpliría su propio objetivo de reducción de emisiones de entre un 26 y un 28 por ciento por debajo de los niveles de 2005 para el año 2030. La estrategia de Obama dependía de que Estados Unidos redujera sus emisiones mucho más en los años venideros. Pero ahora que Trump está abandonando esos planes, el país se quedará muy lejos de cumplir sus metas, pese a los esfuerzos de los estados, las ciudades y las empresas.

    «Cuando el gobierno de Obama estableció su objetivo estaba claro que era una exageración», afirma Kate Larsen, que trabajó en política del clima en la Casa Blanca durante el mandato de Obama, y que actualmente es directora en la organización de investigación Rhodium Group. «Y todo ello contando con toda la fuerza del gobierno federal para respaldarlo».

    «Creo que necesitamos ser sinceros acerca de dónde estamos y hacia dónde queremos ir sin desmoralizar a la gente», prosigue ella. «No hay cabida para preguntas, esta es la dirección hacia la que se moverán tanto el país como el mundo. Pero va a ser difícil volver a ganar todo el terreno que hemos perdido con el desmantelamiento de tantas políticas sobre el clima».

    Existen también otras preocupaciones. Aunque se está progresando en la generación de electricidad, reducir el uso de combustibles fósiles en el transporte es una tarea más complicada. Barcos, camiones, aviones y coches necesitarán soluciones diferentes, y Trump ha propuesto reducir drásticamente la financiación para aquellas agencias que se asocian con empresas de todo el mundo. Si la capital mundial de los vehículos a motor no realiza este esfuerzo, otros países podrían tirar la toalla.

    Retirarse de este escenario mundial sobre el clima también podría ceder los nuevos mercados, industrias y liderazgo en cuestiones que van desde el comercio internacional a la geopolítica a países como China. Eso podría resultar caro de formas que el gobierno de Trump todavía no ha previsto.

    «Estados Unidos tuvo el papel central a la hora de diseñar el acuerdo de París y estableció un sistema diplomático flexible. París no está diseñado para decirles a los países lo que tienen que hacer», afirma Victor. «Si nos apartamos, dejaremos atrás el sistema que está mejor diseñado para Estados Unidos».

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