El arrecife de Tubbataha en Filipinas alberga casi la mitad de las especies de coral conocidas
Los corales del mundo se ven asediados, pero el arrecife de Tubbataha ha permanecido en un estado increíblemente prístino. ¿Por qué?
Corría el año 1981 cuando Angelique Songco, entonces empleada en un barco de buceo, se quedó maravillada con los atolones que se disponían ante ella, el corazón coralino de las Filipinas. Sin embargo, en los años siguientes, vio cómo la sombra de los humanos se cernía sobre las aguas del mar de Joló.
Los pescadores de la lejana provincia de Quezón, a unos 600 kilómetros de distancia, acudieron al arrecife de Tubbataha, uno de los más biodiversos del mundo, por el bien de su propia subsistencia. Los resultados fueron devastadores. La dinamita mataba a los peces mientras nadaban y el cianuro esparcido sobre los corales los aturdía. En los islotes del arrecife, los pescadores capturaban aves marinas y cogían sus huevos.
«Sin siquiera entender cuál era el valor ecológico del ecosistema marino, estaba convencida de que esa belleza debía ser protegida», contó Songco a WWF en 2015.
En 2001, Songco solicitó ser la encargada del parque de Tubbataha, declarada área protegida en 1988. Desde entonces, ha dedicado su vida a proteger el arrecife. Sus esfuerzos han merecido la pena: mientras los arrecifes de todo el mundo se encuentran asediados, Tubbataha ha conseguido permanecer en un estado increíblemente prístino.
«Lo primero que te llama la atención es que estás en un terreno oceánico salvaje», explican David Doubilet y Jennifer Hayes, fotógrafos de National Geographic, que visitaron el arrecife en mayo de 2017. «Contemplas el mar y la vida marina según sus condiciones, no según las tuyas».
Aquí, entre los muros submarinos de coral que se hunden a más de 90 metros de profundidad, reina un caos natural. Los bancos de seriolas se mueven rápidamente; las rayas patrullan las profundidades; incluso se rumorea que los tiburones tigre, que según se cree son depredadores solitarios, nadan en grupos en Tubbataha.
En total, Tubbataha alberga unas 600 especies de peces y 360 especies de corales —casi la mitad del total de especies conocidas—. Los islotes del parque también cuentan con los últimos terrenos de anidación de aves marinas en las Filipinas, proporcionando refugio a 100 especies de aves marinas.
«Todas las señales apuntan a que el arrecife de Tubbataha se acerca a lo que creemos que es un verdadero estado natural», afirma John McManus, biólogo marino en la Rosenstiel School de la Universidad de Miami. «Esto que ha ocurrido es algo increíble».
Proteger un tesoro natural
La paz que han pactado la naturaleza y los humanos en Tubbataha destaca especialmente en el Triángulo de Coral, un rincón de gran biodiversidad del sureste asiático donde la sobrepesca y la navegación internacional son cada vez más habituales.
¿Cómo ha evitado Tubbataha el mismo destino que otros arrecifes cercanos sobreexplotados? En parte, se debe a su aislamiento. Tubbataha se encuentra cerca del centro del mar de Joló, a más de 145 kilómetros de las islas habitadas más cercanas. Ninguno de sus dos islotes tiene agua dulce.
Sin embargo, en los ochenta, los pescadores locales empezaron a utilizar barcos a motor llamados bangkas, surcando más que nunca las ricas aguas del arrecife. Mientras los pescadores asaltaban Tubbataha, los activistas suplicaban al gobierno filipino que tomase medidas.
En 1988, la presidenta Corazón Aquino declaró Tubbataha parque marino nacional, el primero en la historia de Filipinas. Cinco años después, la UNESCO lo declaró lugar Patrimonio de la Humanidad.
Sin embargo, las declaraciones en Manila y París significan poco, a no ser que den importancia al medio del mar de Joló. En este punto es donde entra Songco. Durante los últimos 16 años, ha luchado para conseguir apoyo público para proteger el arrecife, atrayendo la atención como un personaje público que McManus compara con un hada madrina.
Songco también tiene la ley de su parte. Filipinas ha prohibido la pesca en Tubbataha y, en asociación con la UNESCO, el país ha garantizado recientemente protecciones adicionales contra la navegación en el arrecife. Es más, los guardas vigilantes, algunos de ellos miembros del ejército de Filipinas, llevan protegiendo Tubbataha desde 1995. Viven dos veces cada vez en Tubbataha, en aislamiento total. Su único refugio es una lengua de arena y hormigón que sobresale del agua.
Estos extraordinarios esfuerzos salvaguardan los extraordinarios beneficios de Tubbataha. En primer lugar, se considera uno de los mejores lugares de buceo del mundo y genera un turismo de un valor muy superior al que aportaría la pesca en el arrecife. El turismo también proporciona la mitad de la financiación del parque y los acuerdos para compartir los beneficios contribuyen a financiar el gobierno local.
Tubbataha también sirve de impulso para la industria pesquera de arrecife de coral de las Filipinas, que genera el 29 por ciento de la producción pesquera total del país. Según Angel Alcala, biólogo de la Universidad Silliman, las corrientes oceánicas transportan un gran número de larvas marinas desde Tubbataha al resto del mar de Joló. Ese flujo contribuye a reabastecer las aguas pesqueras y garantiza la seguridad alimentaria del país.
¿Amenazas futuras?
Pese al éxito de los encargados, Tubbataha todavía se enfrenta a varios desafíos. Los guardas siguen encontrando nidos de aves construidos con plástico y, pese a su disminución, la pesca ilegal todavía persiste. Desde 2013, Tubbataha se ha recuperado del encallamiento de un buque naval estadounidense, que dañó más de 1.950 metros cuadrados de coral.
Y con la progresión del cambio climático, la vigilancia local no podrá impedir que el mar de Joló se caliente y se vuelva más ácido. Las aguas alteradas expondrán al arrecife de coral a condiciones de blanqueamiento cada vez más graves y potencialmente mortales. Entre 2014 y 2017 —el peor fenómeno de blanqueamiento global registrado— Tubbataha se enfrentó a dos años de estrés, tras décadas de calma relativa.
Las amenazas climáticas a las que se enfrenta Tubbataha serán cada vez peores. Un reciente informe de la UNESCO prevé que para 2040 el arrecife se enfrentará a un grave estrés por calor al menos dos veces por década. Si no reducimos las emisiones de carbono a nivel mundial, este estrés podría afectar a Tubbataha anualmente para 2040, lo que potencialmente podría suponer una sentencia de muerte.
Sin embargo, por ahora Tubbataha se conserva con orgullo como un maravilloso centinela coralino que sus protectores defenderán hasta el final.
«No tengo apenas palabras para este tipo de belleza que se ve [en Tubbataha]», afirma Fanny Douvere, directora del Programa Marino del Centro de Patrimonio Mundial de la UNESCO. «Una fotografía nunca podría retratar lo que experimentas realmente».