El desastre de Chernóbil cumple 32 años con una explosión de vida silvestre
Treinta y dos años después del accidente nuclear de Chernóbil, el abandono de los asentamientos como consecuencia de la creación de una zona de exclusión en torno a la central ha permitido el florecimiento de la vida silvestre.
El acceso a la zona de exclusión de Chernóbil continúa restringido a día de hoy, cuando se cumplen treinta y dos años después de la tragedia. Durante todo este tiempo, la ausencia de humanos ha brindado a la naturaleza la oportunidad para prosperar. Un breve paseo por la linde del área restringida revela abundantes poblaciones de lobos, caballos salvajes y bisontes europeos.
La razón principal por la que estos animales parecen habitar en grandes números la zona de exclusión es la ausencia de humanos.
Conducir alrededor del área de exclusión creada en torno a la central de Chernóbil (Ucrania) permite observar la exuberancia con la que la naturaleza se ha desarrollado en tan solo 32 años y que sirve como recordatorio de los devastadores efectos del impacto humano por encima de la peor tragedia nuclear de la historia.
La zona de exclusión es básicamente un área de 30 kilómetros de radio que se creó en torno a la central. En el interior del área restringida se aplicaron las medidas de seguridad necesarias para evacuar a todas las personas de los pueblos y ciudades que rodeaban la malograda central nuclear.
El experto en energía nuclear del Instituto Internacional de Radioecología, Sergei Gaschak, ha asegurado en una entrevista con National Geographic que tan solo tres decenios después de la catástrofe, “la superficie ocupada por los bosques se ha incrementado en más de un cincuenta por ciento”, lo que ha dado como resultado un área densamente poblada de flora silvestre, de la cual “un 70 por ciento es bosque hoy en dia”.
Preguntada por los mamíferos que habitan la zona, la investigadora del Instituto Schmalhausen de Zoología, Maryna Shkvria, explicó a National Geographic que la densidad de población de carnívoros o ungulados, “se ha incrementado notablemente porque en la actualidad su hábitat es territorio salvaje sin presencia humana”.
Este rincón salvaje junto a la frontera con Bielorrusia, ofrece fuentes de aguas termales, lagos y ríos además de una fauna que ha prosperado con el paso de los años sin ser molestada: lobos, mapaches, jabalíes, zorros y tejones son más abundantes que nunca en el interior de la zona de exclusión.
Curiosamente, el estudio de la distribución y densidad de la biodiversidad dentro del área de exclusión, especialmente de mamíferos, ha revelado que existe abundante vida salvaje en los lugares más radioactivos, que son precisamente los que evitan los humanos.
En estas zonas se han documentado abundantes poblaciones de mapaches, lobos grises, tejones y jabalíes euroasiáticos.
En los paisajes dominados por la presencia humana encontramos niveles menores de radioactividad, pero también de vida salvaje, sobre todo de lobos, que además es una especie en constante conflicto con el hombre.
No se han realizado estudios de los niveles de contaminación radioactiva ni de los potenciales defectos genéticos en los animales de la zona de exclusión después del accidente, pero lo único que se puede confirmar es que las poblaciones aumentan a buen ritmo en un entorno deshumanizado.