Todo lo que necesitas saber sobre los bioplásticos

¿Pueden los bioplásticos descongestionar el medio ambiente? Los expertos nos dan su opinión.

Por Sarah Gibbens
Publicado 16 nov 2018, 12:33 CET
Bioplásticos
Los bioplásticos se están convirtiendo en una alternativa poopular de artículos de plástico de un solo uso, como pajitas y cubiertos.
Fotografía de Rebecca Hale y Mark Thiessen, National Geographic
Esta historia forma parte de ¿Planeta o plástico?, una iniciativa plurianual para crear conciencia sobre la crisis global de desechos plásticos. Ayúdanos a evitar que mil millones de objetos de plástico de un solo uso lleguen al mar para finales de 2020. Elige al planeta. Comprométete en www.planetaoplastico.es.
En asociación con la National Geographic Society.

Hasta la fecha, se han producido más de 8.000 millones de toneladas de plástico y cada año llegan al océano 8.000 millones de kilos de plástico. Este plástico atrapa a nuestros queridos animales marinos y a los peces que acaban en nuestros platos, aparece en la sal que usamos como condimento e incluso se ha descubierto en nuestros cuerpos.

A medida que salen a la luz cada vez más investigaciones sobre los efectos de usar demasiado plástico, tanto consumidores como fabricantes buscan una alternativa para este material ubicuo y los bioplásticos han aparecido como posible alternativa.

A primera vista, su nombre suena prometedor, con un prefijo que sugiere un producto respetuoso con el medio ambiente. Pero ¿es el bioplástico la panacea para nuestros problemas medioambientales? ¿Reduce nuestra culpabilidad emplear un artículo de un solo uso que parece estar hecho de plástico?

La respuesta: es complicado, según científicos, fabricantes y expertos medioambientales que advierten de que sus posibles méritos dependen de muchos factores.

¿Qué es el bioplástico?

El bioplástico se refiere al plástico hecho de plantas u otros materiales biológicos en lugar de petróleo. Se suele denominar plástico de origen biológico.

Puede estar hecho de ácidos polilácticos (PLA, por sus siglas en inglés) presentes en plantas como maíz y caña de azúcar, o de polihidroxialcanoatos (PHA) producidos a partir de microorganismos. El PLA se emplea habitualmente en envases de alimentos y el PHA, en dispositivos médicos, como suturas y parches cardiovasculares.

Como el PLA procede de las mismas grandes instalaciones industriales que elaboran productos como etanol, es la fuente de bioplástico más barata. Es el tipo más habitual y también se usa en botellas de plástico, cubiertos y tejidos.

Plantas, petróleo y la lucha por la seguridad alimenticia

«El argumento [a favor de los plásticos de origen biológico] es el valor inherente de reducir la huella de carbono», explica el ingeniero químico Ramani Narayan, de la Universidad Estatal de Míchigan, que investiga los bioplásticos.

Aproximadamente el ocho por ciento del petróleo del mundo se utiliza para fabricar plástico y los partidarios de los bioplásticos suelen pregonar la reducción de este uso como un beneficio importante. Este argumento se basa en la idea de que, si un artículo de plástico no libera carbono cuando se desecha, al degradarse, los bioplásticos añadirán menos carbono a la atmósfera porque básicamente devuelven el carbono que absorbieron las plantas al crecer (en lugar de liberar carbono que estaba atrapado bajo tierra en forma de crudo).

Sin embargo, la historia no acaba ahí. Un estudio de 2011 de la Universidad de Pittsburgh descubrió otros problemas medioambientales vinculados al cultivo de plantas para fabricar bioplásticos. Algunos de ellos eran la contaminación por los fertilizantes y la tierra que se quita a la producción de alimentos.

Emplear una sustancia como el maíz para la fabricación de plástico en lugar de como alimento es el foco de un debate sobre cómo deberían distribuirse los residuos en un mundo donde aumenta la escasez alimentaria.

«La otra propuesta atractiva es que la biomasa vegetal es renovable», añade Narayan. «Se cultiva por todo el mundo. El petróleo se concentra en regiones determinadas. Los bioplásticos sustentan una economía rural y agrícola».

Según la ingeniera medioambiental y exploradora de National Geographic Jenna Jambeck, de la Universidad de Georgia, los plásticos derivados de productos vegetales tienen ventajas, pero solo si se tienen en cuenta una serie de factores.

«¿Dónde se cultivan? ¿Cuánta tierra ocupan? ¿Cuánta agua se necesita?», dice, dando ejemplos de preguntas importantes.

Si los plásticos de origen biológico son mejores para el medio ambiente que los derivados del petróleo «es una pregunta importante que depende de muchos factores», afirma. En otras palabras, por ahora no existe una respuesta clara.

¿Qué ocurre con ellos cuando acabamos de usarlos?

Según el tipo de polímero usado para fabricarlo, el bioplástico desechado debe ser enviado a un vertedero, reciclado como muchos (aunque no todos) plásticos fabricados con petróleo o enviado a un centro de compostaje industrial.

El compostaje industrial es necesario para calentar el bioplástico a una temperatura lo bastante alta que permita que los microbios lo descompongan. Sin ese calor intenso, los bioplásticos no se degradan por sí solos en un plazo significativo, ya sea en vertederos o en un montón de compost doméstico. Si acaban en ecosistemas marinos, funcionarán de manera similar a los plásticos fabricados con petróleo, descomponiéndose en fragmentos microscópicos, durando décadas y planteando un peligro para la vida marina.

«Si el [bioplástico] PLA se filtra, tampoco será biodegradable en el océano», afirma Jambeck. «En realidad no es tan diferente de los polímeros industriales. Puede ser compostado en instalaciones industriales, pero si la localidad no las tiene, no hay ninguna diferencia».

Entonces ¿deberíamos usarlo?

Uno de los mayores fabricantes de bioplástico en los Estados Unidos es Eco Products, en Colorado. Compran PLA hecho de maíz a NatureWorks, un fabricante químico en Blair, Nebraska, que también elabora pienso para ganado, edulcorantes y etanol.

Eco Products ha referido las preguntas sobre sus productos a la asociación comercial industrial Plastics, que afirmó que la demanda de bioplásticos ha aumentado en la última década.

Según Elleni Almandrez, representante de Plastics, el interés de los consumidores por alternativas sostenibles al plástico y la tecnología más eficiente impulsan ese aumento.

Haciendo frente a las críticas de que los bioplásticos podrían quitar terreno al cultivo de alimentos, Almandrez afirmó que las empresas representadas por Plastics se asocian con agrupaciones como la Bioplastic Feedstock Alliance de WWF para garantizar la sostenibilidad de los cultivos.

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    Pero los medioambientalistas alegan que la grave falta de instalaciones de compostaje industrial implica que los bioplásticos apenas contribuyen a reducir la cantidad de plástico que llega al mar.

    Dune Ives es la directora ejecutiva de Lonely Whale, una organización medioambiental sin ánimo de lucro centrada en soluciones empresariales, sobre todo en lo que a plásticos se refiere. A principios de este año, el grupo dirigió una campaña llamada «Strawless in Seattle» para presionar a favor de una prohibición de pajitas de plástico. Como parte de dicha iniciativa, Lonely Whale investigó si podrían ofrecer pajitas de bioplástico como alternativa. Según Ives, de los negocios locales que sí contaban con contenedores de compostaje, pocos informaron de que los productos de bioplástico llegaran a los lugares pertinentes.

    «Enseguida nos dimos cuenta de que la idea de plástico compostable parece interesante, sobre todo en una zona como Seattle, pero está el elemento humano de tú y yo», afirma.

    Dune añade que, sin una infraestructura de compostaje apropiada y la experiencia de los consumidores, los productos de bioplástico pueden acabar siendo un ejemplo de greenwashing o «lavado de cara verde», una expresión acuñada por medioambientalistas que se refiere a casos en los que los consumidores son engañados respecto a la sostenibilidad del producto.

    «El marketing hace que nos sintamos bien con lo que compramos, pero la realidad es que todavía no disponemos de sistemas para dar cabida a esos materiales», explica.

    El Biodegradable Products Institute (BPI) es una organización sin ánimo de lucro fundada para defender los productos biodegradables y la infraestructura de gestión de residuos. Consideran que los bioplásticos y el compostaje industrial son posibilidades sin explotar.

    «El compostaje es local por naturaleza», afirma Rhodes Yepsen, director ejecutivo de BPI. «No tiene sentido enviar los residuos de alimentos a otro país. Se pudren enseguida y son principalmente agua. Son pesados y sucios».

    Señala que el reciclaje suele ser ineficaz, captando menos de una quinta parte del material reciclable producido en el mundo.

    «El 50 por ciento de los residuos que generamos son residuos biodegradables como alimentos y papel», afirma Narayan, que también trabaja como asesor científico para BPI. Cree que los vertederos deberían eliminarse del todo y remplazarse por una recogida de basuras más robusta e integral.

    «Los vertederos son tumbas. Preservamos la basura. No tiene ningún sentido», afirma.

    Ives señala las oportunidades de crear alternativas sostenibles sin plástico.

    El plástico fabricado con petróleo o plantas como el maíz es uno de los materiales más baratos para objetos como envases, pero los fabricantes a menor escala desarrollan alternativas más naturales. En Reino Unido, una tienda cultiva hongos para fabricar muebles ligeros y, en Estados Unidos, el Departamento de Agricultura emplea una película láctea para crear envases que mantengan la comida fresca.

    «Es un campo para inversores emprendedores. No faltan las oportunidades increíbles de alternativas que sean degradables en el mar, que no sobrecarguen el sistema de producción de alimentos ni la tierra», afirma Ives.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.
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