¿Por qué nadie sintió un terremoto que duró 50 días?
«Podrías llamarlos seísmos fantasmas», dice una geóloga respecto al fenómeno tectónico conocido como «terremoto lento».
En el verano de 2016, se produjo un enorme terremoto en el noroeste de Turquía. No parece raro si tenemos en cuenta que la región se encuentra sobre una red de fallas que, históricamente, ha producido diversos seísmos de gran intensidad. Lo extraño de este seísmo en particular es que duró 50 días y nadie lo sintió.
Según un nuevo estudio en Earth and Planetary Science Letters, el temblor fue un tipo de terremoto muy peculiar conocido como «terremoto lento». A diferencia de los terremotos «típicos», que rompen la corteza con una sacudida repentina, los lentos implican un movimiento muy gradual a lo largo de una falla. No liberan las drásticas ondas sísmicas habituales, lo que significa que no producen temblores.
«Podrías llamarlos seísmos fantasmas», afirma Patricia Martínez-Garzón, líder del estudio e investigadora de geomecánica del Centro de Investigación Alemán en Geociencias (GFZ) de Potsdam. Entonces, ¿qué son exactamente los terremotos lentos y qué implican en los riesgos de terremotos? Te lo explicamos a continuación:
Un espectro de fallas
Rebecca Bell, profesora que estudia la evolución tectónica en el Imperial College London, explica que los terremotos lentos se descubrieron a principios de la década del 2000 en la zona de subducción de Cascadia, en el Pacífico Noroeste de los Estados Unidos, poco antes de detectarlos en las zonas de subducción de Nueva Zelanda.
Antes del cambio de milenio, el consenso entre los geólogos era que las fallas podían romperse de dos formas, principalmente. En un extremo de la escala, tenemos las fallas de acople-deslizamiento (stick-slip), que pueden permanecer acopladas durante cientos de años hasta que se produce un desacople repentino, provocando grandes terremotos. Al otro extremo, tenemos las fallas que se deslizan de forma bastante pasiva y que apenas se desplazan más rápido que la velocidad a la que crecen las uñas.
«Los terremotos lentos hacen que nos demos cuenta de que existe todo un espectro de deslizamiento de fallas entre ambos extremos», afirma Bell. Estas curiosidades liberan la energía equivalente a la de un enorme terremoto repentino, pero ocurren durante tanto tiempo que la energía nunca se convierte en temblores superficiales. Si los grandes terremotos pueden compararse con explosiones de pólvora, los terremotos lentos serían como velas que van agotando el combustible lentamente.
Su ritmo glacial no debe subestimarse. Según Lucile Bruhat, investigadora de física sísmica en la École Normale Supérieure de Paris, la odisea de 50 días del seísmo de Turquía puede parecer lenta, pero no es insólita.
Según sabe, el terremoto lento más largo documentado se produjo en Alaska y provocó un fenómeno de magnitud 7,8 que tardó nueve años en acabar. Este fenómeno tardó tanto que, hasta que se detuvo, los investigadores habían asumido que el desplazamiento gradual de la falla era lo que siempre había hecho la región.
Cazar fantasmas tectónicos
Esta lentitud significa que, a no ser que los estés buscando, es fácil pasar por alto los terremotos lentos. Es más, la ausencia de ondas sísmicas implica que los sismómetros son incapaces de detectar estos fenómenos. Los geólogos advirtieron la existencia de terremotos lentos gracias a datos de estaciones GPS, que registran la forma cambiante de la superficie del planeta.
En el nuevo estudio, Martínez-Garzón y su equipo captaron el ejemplo turco empleando pozos de perforación en el mar de Mármara. Estos pozos estaban llenos de medidores de deformación, que miden la deformación lenta de las rocas a su alrededor. A veces, los pequeños temblores que se desplazan a lo largo de la falla pueden ayudar a rastrear un terremoto lento cuando ocurre.
«Una analogía adecuada sería alguien que camina sobre un suelo de madera en el piso de arriba», afirma Bruhat. «No los vemos, pero podemos seguir su movimiento a partir de los sonidos de los crujidos de la madera». Tan pronto como los científicos supieron qué estaban buscando, descubrieron que estaban produciéndose terremotos lentos cerca de zonas de subducción por todo el mundo.
«Los terremotos lentos son muy habituales y, la mayoría de las veces, inofensivos», afirma Bruhat.
En Cascadia, por ejemplo, los terremotos lentos registrados como seísmos de magnitud 6,0 pueden durar dos o tres semanas y pueden repetirse cada 15 meses, de media. Incluso existe una página web que te permite saber cuándo está ocurriendo uno. Fenómenos de magnitud similar ocurren a intervalos de cinco a nueve meses a lo largo de la zona de subducción meridional de Ryūkyū, en Japón.
En Nueva Zelanda, hay dos puntos calientes de terremotos lentos. Uno se encuentra bajo la capital, Wellington, donde se producen fenómenos equivalentes a seísmos de magnitud 7,0. Pero como tardan entre 12 y 18 meses en ocurrir y tienen lugar a profundidades considerables, los habitantes de la ciudad ni se enteran.
El otro punto caliente se encuentra en el rincón noroeste de la Isla Norte del país. Estos terremotos lentos a menor profundidad tienen una magnitud similar, pero son mucho menos habituales. Aquí, se repiten casi puntualmente cada 18 meses a dos años, y «casi se puede predecir dónde se producirá el siguiente», afirma Bell. Esto da a los geocientíficos la insólita oportunidad de instalar instrumental en el momento oportuno para detectarlos.
Bajo presión
Detectar terremotos lentos es solo una pieza del puzle. El hecho de que se consideren raros demuestra lo precoz que es en realidad nuestra comprensión de estos fenómenos. Descubrir el desencadenante de los terremotos lentos es una de las principales prioridades de los cazadores de seísmos fantasmas.
Pero, hasta ahora, «los orígenes y la naturaleza de los terremotos lentos resulta enigmática», afirma Masayuki Kano, profesor adjunto de geofísica en la Universidad de Tohoku.
“Pero ¿pueden los terremotos lentos provocar grandes seísmos? Esa es la gran incógnita y todavía no la hemos resuelto.”
Existe la posibilidad de las extrañas propiedades mecánicas del material de las fallas que, sencillamente, no entendemos provoquen los terremotos lentos. También es posible que las fallas donde se producen estos seísmos lentos tengan una mayor presión de fluidos, lo que significaría que están mejor lubricadas y pueden desplazarse a un ritmo gradual. Los experimentos de laboratorio que imitan estas condiciones parecen respaldar esta idea, pero todavía no está claro si ese es el caso a mayor escala en el mundo real.
El aumento de los trabajos de campo podría ayudar a resolver el enigma. El equipo de Martínez-Garzón ha cubierto la parte de Turquía en torno al mar de Mármara con más medidores de deformación. Bell y sus colegas han enterrado sismómetros dentro de partes de la zona de subducción de Hikurangi, en Nueva Zelanda, para revelar las propiedades de las fallas que se desplazan lentamente. El International Ocean Discovery Program también ha perforado en esa zona de subducción para tomar muestras directas de los sedimentos implicados en estos terremotos lentos, y también han enviado ondas sísmicas por la región para cartografiar mejor las redes de fallas.
Kano afirma que estas iniciativas multidisciplinares son fundamentales para desvelar los secretos de los terremotos lentos, ya que podría ayudarnos a comprender mejor los terremotos más destructivos.
Bailando en las profundidades
Según parece, los grandes terremotos pueden iniciar terremotos lentos. Un seísmo de magnitud normal 4,4 tuvo lugar en el mar de Mármara poco antes de que comenzara el terremoto lento de 2016. Y después del terremoto de Kaikoura, Nueva Zelanda, en 2016, se detectaron terremotos lentos por toda la región. Este tipo de fenómenos sugieren la existencia de una interacción entre los procesos sísmicos y asísmicos, según Martínez-Garzón.
«Pero ¿pueden los terremotos lentos provocar grandes seísmos?», se pregunta Bell. «Esa es la gran incógnita y todavía no la hemos resuelto».
No cabe duda de que esto es importante en el mar de Mármara. La región ha registrado algunos de los terremotos más devastadores, como el seísmo de Izmit de 1999, que mató a 17.000 personas. Aunque se muestra cautelosa, Martínez-Garzón sospecha que los terremotos lentos podrían someter a estrés otras fallas más peligrosas.
Los terremotos lentos también podrían ser la clave para predecir la devastación futura. En 2011, poco antes del terrible terremoto Tōhoku de magnitud 9 en Japón, ya habían empezado a producirse terremotos lentos, pero, según Bell, es difícil determinar si fue casualidad o no.
De confirmarse que los terremotos lentos ocurren antes de fenómenos de mayor magnitud, existiría un gran potencial para salvar vidas mediante la predicción de terremotos.
«Pero, por ahora, no tenemos ni idea de cómo distinguir un rarísimo terremoto lento que provocaría un seísmo enorme de un terremoto lento inofensivo».
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.