Las criaturas de las fosas oceánicas más profundas consumen plástico

En seis de las fosas oceánicas más profundas del mundo, se han descubierto anfípodos que se alimentan de fragmentos diminutos de plástico.

Por Sarah Gibbens, Laura Parker
Publicado 1 mar 2019, 14:52 CET
Anfípodos abisales
Los anfípodos abisales, como esta pequeña criatura con aspecto de camarón, consumen fragmentos microscópicos de plástico y microfibras.
Fotografía de David Shale, Minden Pictures
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En colaboración con la National Geographic Society.

Los desechos plásticos son prácticamente ineludibles incluso en las fosas más profundas de los mares del mundo y, según un estudio publicado recientemente, las criaturas que viven en los entornos más profundos y remotos del planeta lo consumen en cantidades sobrecogedoras.

Un equipo de investigación británico capturó anfípodos —diminutos crustáceos similares a camarones que se alimentan de carroña en el lecho marino— en seis de las fosas marinas más profundas del mundo y los llevaron al laboratorio. Allí, descubrieron que más del 80 por ciento de los anfípodos tenían partículas y fibras de plástico en el aparato digestivo, concretamente en el epigastrio. Cuanto más profunda era la fosa, más fibras encontraban. En la fosa de las Marianas, la más profunda con más de 11 kilómetros y situada en el Pacífico occidental, los científicos encontraron fibras en el cien por cien de las muestras, en todos los anfípodos capturados. Estudios anteriores de las partículas ingeridas por organismos marinos capturados cerca de la superficie han hallado porcentajes bastante inferiores.

La nueva investigación, publicada en la revista Royal Society Open Science, añade nuevos detalles a estudios anteriores que únicamente habían descubierto fragmentos de plástico en los sedimentos del lecho marino en 2015. Sin embargo, nos da la idea de que las fosas oceánicas sirven como sumidero final de los desechos marinos. Y esa no es una buena noticia.

Cuando las partículas de plástico se hunden hasta la zona abisal, ya no pueden hundirse más.

«Si pudiéramos chasquear los dedos y por arte de magia avanzar 10, 20 o 50 años y dejar de fabricar plástico, ¿qué pasaría con el plástico de los ríos? Desembocaría en el mar», afirma Alan Jamieson, biólogo marino de la Universidad de Newcastle y autor principal del estudio. «En mar abierto, la radiación ultravioleta y la acción de las olas afectaría a ese plástico y la superficie se limpiaría de nuevo. Lo que ocurre cuando llegan a la zona abisal es que no se dispersan ni desembocan en otra parte. Van a acumularse ahí, cada vez más».

Añade: «No es un hallazgo único. El océano Pacífico cubre la mitad del planeta. Nuestros lugares de estudio estaban en las costas de Japón, Perú y Chile, separados por miles de kilómetros. Ahora podemos afirmar con seguridad que el plástico está por todas partes. No perdamos el tiempo buscando más. Concentremos todos nuestros esfuerzos en lo que está haciendo».

¿Cómo tomaron muestras a tanta profundidad?

El equipo de investigación tomó muestras en cinco fosas por todo el Pacífico occidental y una fosa de la costa oeste de Sudamérica. Los investigadores colocaron trampas con cebos envueltos minuciosamente para evitar contaminar el interior de las criaturas con plástico.

Una vez capturadas, estudiaron una parte profunda del aparato digestivo de las criaturas, denominada epigastrio. Querían evitar que cualquier fragmento de plástico ingerido tras la captura de los anfípodos llegara a sus resultados.

Dentro, encontraron todo un abanico de artículos de plástico.

El 66 por ciento del plástico que encontraron eran fibras azules. También había fragmentos negros, rojos y violetas, así como fragmentos azules y rosas.

Ninguna fosa se salvaba de las fibras, presentes en más del 80 por ciento de los anfípodos. Cuando las analizaron, descubrieron que eran las mismas empleadas en tejidos y, según sugiere el estudio, habrían llegado al océano tras filtrarse de lavadoras.

Richard Thompson, científico marino de la Universidad de Plymouth cuyo estudio de 2014 descubrió microplásticos en el lecho abisal, dice que el estudio es «la pieza restante del puzle».

«Lo siguiente será saber si están causando daños», afirma. «Es una evaluación de riesgos. Cuanto más plástico tienes, más probable será que un gran número de criaturas interactúe con él. Hay tan pocos estudios de la zona abisal que aún estamos empezando a comprenderla».

¿Qué significa para la cadena trófica?

Jamieson cuenta que las reacciones que observa ante la revelación de que la fauna marina del fondo del mar consume plástico se dividen en dos categorías. La primera es terror, porque ningún lugar del planeta se ha librado de la invasión del plástico. La otra categoría es sorprendente:

«Lo creas o no, me dicen: “¡Qué bien! Significa que la contaminación de la tierra está en el fondo del mar y es un resultado positivo, ¿no?”», explica. «Que la gente piense así me parece una locura».

«Los humanos tienen una relación extraña con las profundidades», afirma Jamieson. «Cuando les hablas de 11 kilómetros de profundidad, la gente se asusta. Gíralo 90 grados. Once kilómetros es la mitad de la longitud de Manhattan. Un corredor de maratón puede recorrerlo en 20 minutos. Este es un mundo pequeño en muchos sentidos y, si tiras algo al mar, puede hundirse en lugares que no están lejos, aunque creas lo están».

Jamieson sostiene que el océano debería verse desde una perspectiva distinta:«como parte de una masa de agua continua que cubre la mayor parte de la superficie terrestre, llena de millones de animales que interactúan».

Susanne Brandon, toxicóloga de la Universidad del Estado de Oregón que investiga los efectos de los microplásticos en larvas de peces, dice que los anfípodos se están convirtiendo en un vector para la introducción de partículas de plástico en la cadena trófica.

«Los anfípodos en los que hallan fibras son las presas de peces más grandes y esos peces son las presas de depredadores aún más grandes», afirma. «Este zooplancton de la base de la cadena trófica está consumiendo las microfibras porque tienen un tamaño muy similar al del fitoplancton del que se alimentan. Eso introduce estas fibras en la cadena trófica. Estamos encontrando organismos más grandes con los intestinos forrados de microfibras. Descubrieron una ballena barbada que había quedado varada y, cuando la abrieron, los intestinos estaban revestidos de estas pequeñas partículas. Nos dan una pequeña imagen de la situación general».

Hay hasta 51 billones de fragmentos de plástico en el océano y el 90 por ciento de dicho plástico marino es microscópico. Los científicos lo han comparado con una especie de «sopa».

El pasado diciembre, unos investigadores de Japón advirtieron a National Geographic de la urgencia de saber más de estos lugares remotos. Recrear la intensa presión de la zona abisal en laboratorios resulta difícil y las consecuencias del plástico en los organismos abisales aún se desconocen o están por confirmar.

Esta historia forma parte de ¿Planeta o plástico?, una iniciativa plurianual para crear conciencia sobre la crisis global de desechos plásticos. Aprende cómo reducir el empleo de plásticos de un solo uso y comprométete. #PlanetaOPlástico.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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