Consumir pollo en lugar de ternera reduce a la mitad nuestra huella de carbono

La producción de alimentos representa casi un cuarto del total de las emisiones de carbono. Pero hay formas fáciles de ayudar a solucionarlo.

Por Stephen Leahy
Publicado 11 jun 2019, 17:30 CEST
Pollos
Consumir pollos (como estos de los Países Bajos) en lugar de ternera puede reducir a la mitad nuestras huellas dietéticas.
Fotografía de Luca Locatelli, Nat Geo Image Collection

Remplazar la ternera, de altas emisiones, por pollo, de bajas emisiones, reduce enormemente tu huella de carbono dietética: a la mitad. Esto es lo que concluye el primer estudio nacional de los hábitos de consumo y huellas de carbono en Estados Unidos.

Para descubrir qué comen exactamente los estadounidenses, la Encuesta Nacional de Examen de Salud y Nutrición pidió a más de 16.000 participantes que enumerasen todos los alimentos que habían consumido en las 24 horas anteriores.

A continuación, el estudio calculó las emisiones de carbono de lo que la gente dijo que comía. Si habían consumido un plato con ternera, como carne de asada, los investigadores estimaron cuál sería la huella de carbono si hubieran optado por consumir pollo asado.

«Sabíamos que comer pollo en lugar de ternera reduciría las emisiones de carbono vinculadas a la dieta, pero fue mucho menor de lo esperado», afirma Diego Rose, investigador de la Facultad de Salud Pública y Medicina Tropical de la Universidad de Tulane y autor principal del estudio.

El estudio demuestra que una sencilla sustitución puede traducirse en una gran reducción de la huella de carbono dietética de una persona, la cantidad de emisiones de dióxido de carbono provocadas por la energía, el fertilizante y el uso del suelo dedicados al cultivo de alimentos, según explicó Rose. También pone de manifiesto que no es necesario dejar de consumir productos de origen animal para reducir la huella de carbono. La producción de alimentos representa casi un cuarto del total de las emisiones de carbono globales.

«El cambio climático es un problema tan grave que todos los sectores de la sociedad deben involucrarse», afirma Rose, que presentará su investigación el próximo lunes en el congreso anual de la Sociedad Americana de Nutrición, en Baltimore.

Según un informe del Instituto de Recursos Mundiales, si no limitamos el incremento global del consumo de carne, sobre todo de ternera, cabra y cordero, impedir que la temperatura global supere 1,5 grados Celsius será imposible. También provocaría tantas emisiones de CO2 que costaría mantener el aumento de la temperatura global por debajo de los 2 grados Celsius.

¿Por qué es la ternera responsable de tantas emisiones de carbono?

Los alimentos de origen animal poseen una huella de carbono superior a los alimentos de origen vegetal. La producción de ternera, por ejemplo, utiliza 20 veces más tierra y emite 20 veces más emisiones que el cultivo de judías y habas, por gramo de proteína, y requiere más de 10 veces más recursos que la producción de pollo. En el estudio de Tulane, los 10 alimentos con el mayor impacto medioambiental eran cortes de ternera. La carne de cabra y cordero también tiene emisiones altas porque, al igual que las vacas, esos animales emiten metano, un gas de efecto invernadero mucho más potente que el carbono.

Según Kumar Venkat de CleanMetrics Corp., una empresa medioambiental con sede en Portland, Oregón, calcular las huellas de carbono no es sencillo, debido a la gran diversidad de métodos de producción agrícola. Hay que estimar la cantidad de CO2 emitido por la energía, el fertilizante y el uso del suelo, así como por el procesado, envasado y transporte. CleanMetrics tardó más de dos años en investigar las huellas de carbono de cientos de productos agrícolas diferentes.

«No cabe duda de que el pollo tiene una fracción de las emisiones de carbono de la ternera y es probable que tenga la menor huella de carbono entre las proteínas animales», afirma Venkat, que no participó en el estudio de Tulane. Los pollos convierten el pienso en proteína cárnica de forma mucho más eficiente y esto reduce la cantidad de tierra, fertilizante y energía necesarios, lo que se traduce en una huella de carbono inferior.

A principios de este año, Rose y sus colegas emplearon los mismos datos de la encuesta dietética para determinar que los estadounidenses con las menores huellas de carbono consumían una dieta más sana, según el Índice Alimentación Saludable de Estados Unidos, un indicador federal de la calidad de la dieta. El estudio se publicó en Internet el 29 de enero, en el American Journal of Clinical Nutrition.

Según el coautor del estudio, Martin Heller, del Centro de Sistemas Sostenibles de la Facultad de Medio Ambiente y Sostenibilidad de la Universidad de Míchigan, las pruebas evidencian la necesidad de cambiar a una dieta con menos carne y con más proteínas vegetales, tanto por motivos de salud como medioambientales.

El informe de la EAT-Lancet Commission publicado el pasado otoño y en el que participaron 37 científicos de 16 países concluyó que será necesaria una transformación radical del sistema de alimentación global porque amenaza la estabilidad climática y es la causa principal de degradación medioambiental. Además, el informe sostenía que las dietas insanas planteaban mayores riesgos sanitarios a largo plazo que el sexo sin protección y el consumo de alcohol, drogas y tabaco juntos.

«Una dieta abundante en alimentos de origen vegetal y con menos alimentos de origen animal aporta tanto mejoras a la salud como beneficios medioambientales», afirma Walter Willett, de la EAT-Lancet Commission y profesor de la Facultad de Salud pública T.H. Chan de Harvard.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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