El «equilibrio natural», un concepto antiguo pero erróneo
Desde la antigua Grecia hasta la película «El rey león», la gente ha creído en el equilibrio ecológico, pero la realidad es otra.
Al pasear por su reino de animación —con la Roca del Rey en la distancia—, Mufasa explica a su joven hijo Simba: «Todo lo que ves se mantiene unido en un delicado equilibrio».
La frase es una de las más distintivas de la película de Disney El rey león, que debutó en 1994. Este julio ha llegado a al gran pantalla un remake con mucha riqueza visual, también de Disney (Walt Disney Company es el accionista mayoritario de National Geographic Partners). En el cuarto de siglo que separa ambas películas, la última versión ha sufrido algunos cambios importantes: la animación manual ha dado paso a gráficos realistas generados por ordenador y Nala, doblada por Beyoncé en inglés y por Eva María Cortés (canciones) en español, tiene una canción nueva. Pero otros aspectos de la película han permanecido intactos, como la lección original de Mufasa de que en la naturaleza reina el equilibrio.
John Kricher acaba de volver a ver la escena de 1994. Aunque al profesor del Wheaton College y autor de The Balance of Nature: Ecology's Enduring Myth le encanta la profunda voz de barítono de James Earl Jones (en España el personaje fue doblado por Constantino Romero con una voz no menos asombrosa), dice que «no es ciencia fiable».
Los científicos han abandonado la idea de la existencia de un «equilibrio ecológico» en favor de marcos ecológicos más dinámicos. Pero, al haber quedado incrustada en la cultura popular durante milenios, cuesta más que el público se deshaga de ella. La metáfora sigue viva hoy en día y aparece en muchos lugares, como periódicos, construcciones de Lego, una marca de comida saludable, redes sociales y, claro está, en la nueva película de El rey león.
Esta idea falsa afecta a muchos aspectos, como la gestión de la conservación y las políticas contra el cambio climático, y es un concepto que los científicos querrían extraer del vocabulario del público. «Se trata de un término satisfactorio», afirma Kricher. «Pero no es útil».
De Heródoto a Disney
La noción de que en la naturaleza reina una especie de equilibrio o armonía se remonta a la antigua Grecia. Al escritor griego Heródoto, por ejemplo, le fascinaba la relación de equilibrio aparente entre depredador y presa. Cicerón, un político y filósofo romano, impregnó la idea de significación religiosa y la presentó como una prueba de la sabiduría del Creador.
«Es tan antigua que está muy incrustada, al menos en la cultura occidental», explicó Kim Cuddington, profesora de la Universidad de Waterloo en Canadá.
Incluso entre los científicos, el concepto del equilibrio ecológico persistió durante siglos. Charles Darwin, el famoso naturalista, aludió a él en su obra sobre la selección natural, y también sus coetáneos, como Herbert Spencer. Este enfoque desembocó en el siglo XX con creencias como que mantener la naturaleza en estado salvaje era el mejor método de conservación o que la contaminación alteraba el orden natural, por ejemplo.
Pero en torno a esa misma época, algunas personas empezaron a desafiar la idea del equilibrio natural. En 1949, el medioambientalista Aldo Leopold escribió: «La imagen empleada habitualmente en la educación sobre conservación es “el equilibrio ecológico”. Por motivos demasiado largos para indicarlos aquí, esta figura retórica no describe de forma precisa lo poco que sabemos sobre el mecanismo terrestre».
Aquella también fue la época en que la ciencia empezaba a basarse más en datos y la ecología se estableció como disciplina. «Si los datos no respaldan tu idea, debes revisarla», afirma Kricher, que explica que eso es exactamente lo que ocurrió con el equilibrio ecológico.
Los ecólogos se alejaron de modelos sociológicos con base comunitaria para adoptar teorías individualistas y cada vez más matemáticas. Y durante los años 70 y 80, la expresión «equilibrio ecológico» desapareció del vocabulario científico. «Los ecólogos tenían un acuerdo tácito de que [la frase] era metafórica en gran medida», explicó Kricher.
Sin embargo, el público aún emplea la frase de forma liberal. La expresión se suele utilizar de dos maneras, según Cuddington. A veces, el equilibrio se representa como algo frágil, delicado y que se altera fácilmente. En otras ocasiones, es todo lo contrario: el equilibrio natural es tan fuerte que puede corregir los desequilibrios por sí solo. Según Cuddington, «ambos [usos] son erróneos».
En cambio constante
En los años 50, Robert MacArthur se adentró en los bosques remotos del litoral de Maine para observar las poblaciones de reinitas. Descubrió que allí coexistían cinco especies distintas que utilizaban partes diferentes del mismo árbol. El fenómeno, denominado diferenciación de nichos, llevaba un equilibrio implícito. Una compensación.
El estudio se convirtió en un fundamento de la ecología que muchos alumnos aprendían en clase. Entre ellos figuraba Bik Wheeler, que se topó con este trabajo durante sus estudios de máster. Propuso recrear esta importante investigación, ya que vivía cerca del lugar estudiado por MacArthur.
Eso fue en 2014. En el más de medio siglo transcurrido entre la investigación original de MacArthur, el bosque donde había trabajado había permanecido intacto en gran medida. Además de unas cuantas mejoras tecnológicas —como el uso de láseres en lugar de cronómetros—, Wheeler pudo volver sobre los pasos de MacArthur. Sin embargo, obtuvo resultados diferentes.
El estudio de Wheeler aún está pendiente de publicación y revisión por pares, por lo que no ha podido hablar de los detalles. Pero dice que observó solo dos de las especies que avistó MacArthur, así como unas cuantas especies nuevas.
En otras palabras, «es un sistema dinámico», afirmó. «No es estático».
Los cambios que observó Wheeler representan un cambio más general que ha tenido lugar en la ecología y que ha tenido consecuencias reales. Las dos interpretaciones de «equilibrio» (delicado y robusto) suponen que debería permitirse que la naturaleza funcione según sus propios medios y que la interferencia humana debe ser mínima.
La idea actualizada es que, en palabras de Matt Palmer, ecólogo de la Universidad de Columbia, «el cambio es constante». Y conforme arraigaba esta nueva idea, las políticas de conservación y gestión también se adaptaron. «En cierto modo, se insta a una mayor intervención para gestionar los ecosistemas o los recursos naturales», afirmó. «Hará falta intervención humana».
Palmer mencionó la migración asistida —es decir, que la gente ayude a los animales a salvar obstáculos como las carreteras o los provocados por el cambio climático— como una técnica de conservación habitual que desafía la idea del equilibrio natural. La reintroducción de los lobos en lugares como Yellowstone es otro ejemplo. Otros expertos señalan la quema controlada en la gestión forestal.
Pero según Corinne Zimmerman, psicóloga de la Universidad del Estado de Illinois, la manifestación más obvia y apremiante es la amenazante crisis climática. Aunque la gran mayoría de los científicos coinciden en que la acción humana será necesaria en las iniciativas para combatir el cambio climático, la idea errónea del público respecto al equilibrio natural podría obstaculizar su progreso. «Si la naturaleza es robusta y está bien, se cuidará a sí misma, no tendremos que hacer nada con nuestra huella de carbono», afirmó. «Es una comprensión de la naturaleza muy ingenua».
Con todo, el término persiste. En un estudio de 2007, Zimmerman y Cuddington determinaron que ni siquiera la exposición a las pruebas científicas que contradicen la idea del equilibrio ecológico cambia la opinión de la gente. Las personas encuestadas, según contó Cuddington entonces a la revista Pacific Standard, eran «casi incapaces de razonar de forma lógica sobre los problemas medioambientales porque siguen topándose con este concepto cultural».
¿La fluctuación de la naturaleza?
Extraer el equilibrio de la naturaleza de la psique popular no será tarea fácil. En los años 80, el ecólogo Steward Pickett intentó aportar su granito de arena proponiendo un término para remplazarlo: la «fluctuación de la naturaleza».
«Pensé que debía existir una alternativa abreviada», afirmó.
Aunque la alternativa de la fluctuación aún no ha echado raíces, Pickett aún cree que es una formulación más útil. Según él, el equilibrio ecológico ha abandonado el discurso científico porque «es vago y tendencioso» y el público debería seguir sus pasos.
«Debemos aceptar la responsabilidad de nuestras acciones y no solo decir que la naturaleza se ocupará de todo», afirmó.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.