«Fixing the future», 50 proyectos que actúan contra el cambio climático
Ha llegado el momento de actuar porque nos encontramos en una situación de emergencia climática y este problema nos concierne a todos. La crisis medioambiental es ya una crisis social.
La llamada a la acción fue el mensaje más repetido por los ponentes del Fixing the future, «50 inspiradores de una nueva generación» que presentaron sus proyectos enfocados a resolver —de forma real y creativa— los grandes retos a los que nos enfrentamos, con la intención de mejorar el futuro. Tras una primera edición centrada en el debate sobre la supervivencia del planeta y de la propia humanidad, la segunda convocatoria de este ciclo de conferencias ha buscado el diálogo y la complicidad de los más de 600 asistentes a partir de la pregunta: «¿qué podemos hacer cada uno de nosotros para salvar el planeta?».
Su principal promotor, Atlas of the Future, ha ayudado a responderla reuniendo en Barcelona a expertos y líderes de proyectos de diferente temática, escala y latitud, con la veracidad y el impacto social como común denominador. Conscientes de que «necesitamos soluciones, no solo problemas», el programa aportó información práctica sobre varias temáticas medioambientales como la conservación de la biodiversidad, la preservación de los océanos, la agricultura sostenible, la gastronomía responsable, el consumo honesto, las ciudades del futuro, la gestión de los residuos y el cambio climático.
Fixing the future coincidió en el calendario con la semana dedicada al residuo cero, el Día Mundial del Medio Ambiente y el de los Océanos, y con el cambio climático de vuelta a la actualidad mediática gracias a movimientos como Fridays For Future —inspirado por la joven activista sueca Greta Thunberg— y Extinction Rebellion. Representantes locales de ambos grupos de protesta aprovecharon el altavoz del Fixing the future para reclamar, una vez más, una respuesta urgente de los políticos ante la emergencia climática, asegurando que «no podemos tener esperanza porque nuestro futuro será un caos,una distopía».
Reconectar y mensajes en positivo
La responsable de política global de WWF Internacional, Lin Li, contextualizó el estado actual del planeta, advirtiendo que «necesitamos decisiones concretas y a todos los niveles. Prevenir la sexta extinción masiva —y sus riesgos evidentes— sólo es posible si todos nos implicamos y actuamos en la misma dirección. Gobiernos, Naciones Unidas, el sector financiero, el mundo de los negocios, las organizaciones, las comunidades locales y todos, cada uno de nosotros… Todos debemos cooperar para proteger y recuperar la naturaleza con patrones sostenibles y la mirada puesta en el 2030», año que esta veterana organización de defensa ambiental se ha marcado como horizonte en su ambicioso New Deal for Nature and Humanity.
Actuar de forma colaborativa fue la propuesta de la mayoría de oradores, junto con la necesidad de positivizar el mensaje. Lejos de ser una paradoja, el tono amenazante utilizado hasta ahora para despertar conciencias está siendo reemplazado por un tipo de comunicación más emocional, cuya finalidad es promover un vínculo con la naturaleza que genere, de forma instintiva, la voluntad de preservarla. En este sentido, la campeona de surf irlandesa y pionera en la práctica de este deporte en Irán, Easkey Britton invitó a «surfear esta ola gigante que nos viene encima reconectando con la naturaleza y explorando soluciones pragmáticas a partir del amor y el respeto, y no como imposición o por miedo a la catástrofe».
Doctorada en Medio Ambiente y Sociedad, Britton es una de las impulsoras del proyecto Sophie (Mares y Océanos para la Salud Pública en Europa) y actualmente está realizando una investigación postdoctoral llamada NEAR (Naturaleza y Medio Ambiente para Alcanzar y Restaurar la Salud) en la Universidad de Galway. Según ella, «la gente necesita conectar con espacios naturales, verdes o azules, salir de su entorno urbano y valorar la naturaleza de una forma distinta. Más allá de cuestiones éticas, hemos de preservar nuestra biodiversidad porque es necesaria para nuestra salud».
Coincidiendo con el Día Mundial de los Océanos, diferentes investigadores científicos y activistas denunciaron cómo la sobrepesca está destruyendo hábitats marinos y cifraron en 8 millones las toneladas de plástico que cada año acaban en el océano. Especialmente emotiva fue la experiencia compartida por Ismaël Essome, ganador del «Clean Marine Award» de las Naciones Unidas gracias a su proyecto eco-boat.
«Recuerdo que estaba un día pescando con mi padre —empezó explicando este joven emprendedor camerunés— cuando empezó a llover y, de repente, toda la ciudad se llenó de plástico. Parecía que a nadie le importaba eso, no existía ningún sistema de reciclaje ni de recogida… así que decidí que debía hacer algo. Me licencié como ingeniero y pensé que podría utilizar esos plásticos para construir barcas ya que en mi comunidad había gente pescando en neumáticos porque no tenía recursos para comprar una barca de madera». Con esta creativa solución, Essome favoreció además la economía circular de su comunidad y redujo la deforestación generada por la presión de construir barcas, en un país donde 250.000 familias dependen de la pesca.
Buscar soluciones en la propia naturaleza
Más allá del reciclaje y la reutilización de los materiales, cada vez se impone más una nueva conciencia «residuo cero» que, mediante el rechazo o la reducción, pretende eliminar el residuo antes incluso de que se genere. Con esta mentalidad nació la Notpla, una empresa emergente británica, cuya misión es crear envases que desaparezcan de forma rápida y orgánica. Su producto más celebrado son las cápsulas de agua biodegradables y comestibles, elaboradas a partir de extracto de alga, que han repartido ya como alternativa ecológica a las botellas de plástico en festivales y carreras como la Maratón de Londres.
Lise Honsinger, responsable financiera del proyecto, señaló que «no tiene sentido que tardemos unos cinco minutos en bebernos una botella de agua que luego tiramos y este envase perdure unos 700 años en el medio ambiente. Por eso, nosotros estamos intentando igualar la vida del recipiente con la vida útil del producto que contiene, a partir de materiales procedentes de la naturaleza como las algas… un material maravilloso, abundante y que crece rápido».
Contemplar la naturaleza como maestra e inspiración es también el punto de partida de Valldaura Labs, un centro de investigación situado en un parque natural de Barcelona, dedicado a la autosuficiencia y a crear prototipos para las ciudades del futuro. Su director, el arquitecto Vicente Guallart, detalló su apuesta por un modelo de ciudad que recupere la capacidad productiva para generar sus propios recursos y deje de depender así de energías externas. Para Guallart, «estas ciudades deben de estar concebidas como un bosque, donde los edificios sean los árboles y la energía, la moneda de cambio».
Ciudades basadas en la living economy, capaces de auto-abastecerse gracias a la bioingeniería y a instalaciones como placas solares y huertos en los tejados, con sistemas de cultivo hidropónico o aeropónico. Durante su presentación, Guallart planteó una visión holística del territorio que contemple a estas «ciudades más empoderadas y confiadas, porque producen la energía que necesitan y pueden gestionarla con un sistema que cuente cantidades pequeñas de producción, de consumo, de almacenamiento en el vehículo eléctrico o en baterías, lo que compartimos con el vecino o lo que le damos a la red… Todo esto se puede hacer con una tecnología como el blockchain, que además le puede poner un precio al valor de la energía, en función de la hora del día y del elemento que lo vaya a consumir».
Apelar a la inteligencia colectiva, ya sea artificial o humana, extrayendo lo mejor de cada uno fue otra de las propuestas mayoritarias para conseguir un futuro mejor. Un tipo de inteligencia asamblearia, similar a la de las abejas, y con una tecnología poderosa para interpretar los datos observados. Pusieron ejemplos prácticos que ya se están llevando a cabo en esta dirección como Google Maps, City Brain Lab, Copernicus, UNDP Accelerator Labs… e invitaron a participar en la llamada «ciencia ciudadana». Con este nombre se conoce una nueva metodología inspirada en la tendencia mundial del colaboración masiva y basada en la cooperación en masa a través de las nuevas tecnologías, para agrupar y estudiar a gran escala un determinado fenómeno.
La tecnología como aliada para colaborar
No es necesario ser científico para ayudar a proteger el planeta, basta sólo con la capacidad humana de observar y compartir la información. Así lo transmitieron investigadores presentes en el Fixing the future, enumerando múltiples proyectos que requieren ayuda para confeccionar sus bases de datos, por ejemplo para estudiar si el cambio climático ha variado los patrones o las rutas de migración de los pájaros.
Gracias a la participación ciudadana, se consigue un mayor número de registros espacio-temporales de presencia o ausencia de ciertas aves. De esta manera, la información sobre su ruta migratoria se actualiza diariamente en un portal facilitando así su protección, por ejemplo al acotar con más precisión los periodos de caza, evitar los parques eólicos o, en el caso de la migración nocturna, que la intensidad de las luces de las plataformas petrolíferas no desvíen su ruta sobre el mar.
Bases de datos también como las que han promovido dos chefs internacionales y mediáticos como Alex Atala y Jock Zonfrillo, para conservar y revalorizar los ingredientes indígenas brasileños y aborígenes australianos. Ambos hablaron también de la gastronomía como un agente de cambio a tener en cuenta y por priorizar el consumo responsable frente a la actual inercia acumulativa.
Otros ponentes señalaron también la oportunidad de utilizar las redes sociales para amplificar la visibilidad de proyectos que muestran la capacidad generadora y transformadora del ser humano. Proyectos a escala local -pero pensando en el beneficio global-, que se basan en técnicas de bajo coste y el lema del aprendizaje por la práctica, como el llevado a cabo en Uganda por Prudence Ayebare para recuperar la tierra y hacerla más resiliente ante climas extremos o el de la activista Jyoti Fernandes, en favor de una agricultura también regenerativa y a pequeña escala.
Aprovechar el dinamismo de estas redes y proyectar diferentes mensajes para que la necesidad de un cambio en positivo acabe llegando a todo el mundo y conseguir que más personas se sumen a estas nuevas formas de vivir, crear, actuar y contribuir. Un cambio hacia una actitud sostenible que apele al coraje juvenil y a las nuevas responsabilidades, con acciones honestas ya no motivadas por lo políticamente correcto sino porque nuestro hábitat depende de ello… y porque aún podemos arreglar nuestro futuro.