La botella de plástico: de recipiente milagroso a residuo odiado
La evolución de la botellas de plástico de algo increíble al azote del mar y la tierra se ha producido en una sola generación.
Artículo creado en colaboración con la National Geographic Society.
Esta historia forma parte de ¿Planeta o plástico?, una iniciativa plurianual para crear conciencia sobre la crisis global de desechos plásticos. Ayúdanos a evitar que mil millones de objetos de plástico de un solo uso lleguen al mar para finales de 2020. Elige al planeta. Comprométete en www.planetaoplastico.es.
Es difícil indicar el momento en el que la botella de plástico moderna cambió los hábitos de consumo de bebidas en el mundo. El día en que los supermodelos neoyorquinos empezaron a llevar las botellas de agua Evian como accesorio de moda en las pasarelas a finales de los 80 era un indicativo del futuro que nos esperaba. Se vendieron miles de millones de botellas con la promesa de que el agua embotellada era buena para la piel y el pelo, más sana que los refrescos y más segura que el agua del grifo. Y los consumidores no tardaron mucho en aceptar la idea de que necesitaban tener agua a su alcance en todas partes.
Lo que distingue las botellas de otros productos de plástico nacidos en pleno aumento del consumismo en el mundo pos Segunda Guerra Mundial es la velocidad a la que la botella, ahora ubicua, ha pasado de comodidad a maldición. La transición se ha producido en una sola generación.
«La botella de plástico transformó la industria de las bebidas y cambió nuestros hábitos en muchos sentidos», afirma Peter Gleick, cofundador y presidente emérito del Instituto Pacífico de Oakland, California, y autor de Bottled and Sold: The Story Behind Our Obsession with Bottled Water.
«Nos hemos convertido en una sociedad que parece pensar que, si no tenemos agua a mano, pasarán cosas terribles. Es una tontería. No es como si antes la gente se muriera de sed», afirma.
Para 2016, el año en que las ventas anuales de agua embotellada en Estados Unidos superaron oficialmente las de refrescos, el mundo había abierto los ojos a la floreciente crisis de residuos plásticos. El rechazo a la saturación de botellas descartadas que atascan los cursos de agua, contaminan los mares y ensucian el interior ha sido rápido. De repente, llevar botellas de agua de plástico ya no está de moda.
Lo que está de moda es llevarlas puestas: la última moda es la ropa de diseño hecha con botellas de agua recicladas. Existe un mercado creciente de lujosas botellas rellenables de acero inoxidable, entre ellas una botella de edición limitada cubierta de miles de cristales Swarovski que vale casi 2000 dólares.
Las botellas de plástico y los tapones son el tercer y cuarto artículo de plástico más recogido en las limpiezas de playas anuales de Ocean Conservancy en más de 100 países. Los activistas se concentran en la botella como la siguiente en la lista de prohibiciones después de las bolsas de plástico. Las localidades de Concord, Massachusetts, y Bundanoon, Australia, ya han prohibido las botellas; también lo han hecho muchos parques públicos, museos, universidades y zoos de Europa y Estados Unidos.
El mundo en vías de desarrollo —donde 2200 millones de personas aún carecen de acceso a agua potable, según Naciones Unidas, y donde el agua embotellada es la única opción segura— se está adelantando al problema. En junio, Kenia anunció que prohibiría los plásticos de un solo uso en playas y parques nacionales, bosques y áreas de conservación a partir de junio de 2020. Por su parte, la Corporación Municipal del Sur de Delhi prohibió las botellas de agua desechables en todas las oficinas municipales.
Una breve historia
Los consumidores llevan más de un siglo consumiendo bebidas embotelladas, primero en botellas de vidrio, después de acero y, más adelante, en latas de aluminio. Las primeras botellas de plástico fueron una alternativa ligera y prometedora, pero filtraban sustancias químicas y no podían contener bebidas carbonatadas. Si la botella no explotaba, la carbonación fracasaba. En los años 70 llegó un plástico milagroso conocido como PET que lo cambió todo.
El tereftalato de polietileno lleva existiendo desde 1941. Los químicos de Du Pont lo desarrollaron mientras experimentaban con polímeros para fabricar tejidos. En 1973, Nathaniel Wyeth, otro científico de Du Pont, patentó la primera botella de PET. Era ligera, segura, barata y reciclable. En otras palabras, era el recipiente perfecto para sentar las bases del atracón de botellas subsiguiente.
Perrier y Evian cruzaron el charco en esa época y pusieron en marcha la locura del agua embotellada. Finalmente, PepsiCo se sumó al negocio del agua e introdujo Aquafina en 1994. Coca Cola la siguió con Dasani en 1999. Ambas marcas emplean agua del grifo refiltrada. Entre 1994 y 2017, las ventas de agua en Estados Unidos aumentaron un 284 por ciento, según datos de Beverage Marketing Corp. publicados por el Wall Street Journal.
Elizabeth Royte escribió en su libro Bottlemania que entre 1960 y 1970 la persona media compraba entre 200 y 250 bebidas embotelladas al año, citando datos del Container Recycling Institute. Añadió que la mayoría de estas compras eran de botellas rellenables. En 2017, se compraban cada minuto un millón de botellas de plástico con bebidas en todo el mundo, según datos del informe de tendencias internacionales de envasado de Euromonitor International, publicado en 2017 por The Guardian. Hoy en día, las botellas y los tarros de plástico representan casi un 75 por ciento de todos los recipientes de plástico por peso en Estados Unidos, según la Asociación de la Industria del Plástico.
Ramani Narayan, profesor de ingeniería química de la Universidad del Estado de Míchigan, advierte que centrarnos únicamente en las cifras y el uso excesivo de las botellas de plástico es pasar por alto la esencia del problema.
«Existe un uso excesivo de botellas de plástico que debe reducirse», afirma. «Pero el problema es el mal uso de las botellas al final de su vida útil». El problema es la recuperación del producto y los incentivos de reciclaje, y el compromiso por parte de los reguladores y los dueños de las marcas de solo utilizar botellas que contengan al menos un 50 por ciento de plástico reciclado. O un 60 por ciento. No están comprometidos».
Una nueva vida para las botellas
Mientras la atención del público a la crisis de los residuos plásticos disminuye, el mundo está inundado de soluciones para las botellas. En general, se distribuyen en dos categorías: iniciativas para reducir el uso de las botellas de plástico e iniciativas para encontrar nuevas formas de encargarse de las botellas cuando se tiran.
Por ejemplo, en Londres abundan las iniciativas para reducir las botellas de plástico. El alcalde Sadiq Khan anunció que planea construir cien fuentes nuevas para rellenar botellas. La pasada primavera, se les dio a los corredores del Maratón de Londres bolsitas de algas comestibles en el kilómetro 37 que contenían una bebida para deportistas. Y Selfridges, la cadena secular de grandes almacenes de Londres, ha retirado las botellas de plástico de sus cafeterías en favor de las botellas de vidrio, las latas de aluminio y los puntos de rellenado.
Una vez las botellas se han convertido en residuos, emprendedores de todo el mundo recurren a ellas para convertirlas en cartuchos de tinta para impresoras, postes para vallas, tejas, moquetas, pisos y barcos, solo por mencionar algunos artículos. Incluso se han construido casas con botellas. La más reciente es una casa moderna de tres pisos a orillas del río Meteghan en Nueva Escocia que, según sus promotores, es capaz de resistir a un huracán de categoría 5. Solo hicieron falta 612 000 botellas.
En laboratorios, aparecen de forma regular nuevas versiones de botellas que afirman ser biodegradables o compostables, y los químicos de la industria del plástico experimentan con el «reciclaje químico», es decir, convertir los polímeros en sus monómeros constituyentes para fabricar botellas de plástico nuevas.
No todas las soluciones son escalables a un nivel que genere una diferencia perceptible y la mayoría —entre ellas las biodegradables— requieren que se lleve a cabo la parte más elemental y menos funcional de la vida útil de la botella. alguien tiene que recogerlas.
Las tasas de reciclaje siguen siendo bajas. En 2016, se recogieron menos de la mitad de las botellas compradas en todo el mundo. Según Susan Collins, directora ejecutiva del Container Recycling Institute, las botellas nuevas de PET fabricadas en Estados Unidos solo contienen un 7 por ciento de material reciclado. Aunque los consumidores de refrescos devolvían las botellas de vidrio y recogían el reembolso en las décadas previas a la invención del PET, las empresas de bebidas han fomentado el reciclaje y se han opuesto a la legislación de depósito de botellas bajo el argumento de que les cuesta demasiado dinero.
Las empresas de bebidas se han comprometido a utilizar más botellas reciclables en el proceso de la fabricación, una meta que pretende reducir la producción de resina nueva e incrementar las tasas de reciclaje añadiendo valor a la recuperación de botellas.
PepsiCo se comprometió a aumentar un 25 por ciento el contenido reciclado en todos sus envases de plástico para 2025. Nestle Waters se comprometió a fabricar solo envases reciclables para 2025 y aumentar el contenido reciclado de las botellas un 35 por ciento para 2025 a nivel internacional y un 50 por ciento en Estados Unidos, centrándose en la marca Poland Spring. Además, el contenido reciclado de las marcas europeas aumentará un 50 por ciento para 2025.
Coca-Cola se comprometió a reciclar una botella o una lata por cada una que venda la empresa para 2030 y aumentar un 50 por ciento el material reciclado en sus botellas de plástico para 2030.
¿PLANETA O PLÁSTICO?
Tres cosas que puedes hacer para formar parte de la solución:
1. Lleva una botella reutilizable.
2. Escoge latas de aluminio en lugar de botellas de plástico cuando sea posible.
3. Recicla todas las botellas de plástico.
¿Hacer que pague el consumidor?
Mark Murray, director ejecutivo de Californians Against Waste, afirma que la recuperación de los residuos plásticos no mejorará mucho hasta que se le otorgue un mayor valor, algo que se lograría incrementando el precio del producto.
«Si una empresa me vende agua en un recipiente con una porción individual, yo debería pagar el coste completo de introducir ese agua en un recipiente con una porción individual, que incluye recuperar dicho recipiente cuando sea un residuo. Estas iniciativas voluntarias están bien. Pero la clave es ajustar el precio».
Ben Jordan, director de política medioambiental de Coca Cola, declaró que Coca Cola estaba reevaluando los programas de depósito de botellas en todo el mundo, así como los cinco tipos principales de sistemas de reciclaje a nivel internacional para determinar cómo maximizar la recuperación de residuos plásticos a nivel local. Indicó que las operaciones de Coca Cola en Ciudad de México reciclan casi el cien por cien del PET.
«Todos estamos de acuerdo en este tema», afirma. «¿Existen formas que no requieran envases? ¿Existen lugares a los que se puedan llevar envases propios? Por todos los envases de ahí fuera, ya sea una botella de PET o una lata de aluminio, ¿cómo podemos hacerlos más sostenibles de lo que eran ayer?».
Bart Elmore, profesor de la Universidad del Estado de Ohio y autor de Citizen Coke: The Making of Coca-Cola Capitalism, afirma que las empresas de bebidas deberían ser inteligentes y aprender una lección de su propia historia: ponle un precio a una botella y la recuperarás.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.