El cambio climático contribuye a los incendios de California

Las estaciones secas se intensifican e incrementan el riesgo de incendios. Y cuando comienzan los vientos otoñales, como ha ocurrido esta semana, las llamas se desatan.

Por Alejandra Borunda
Publicado 28 oct 2019, 17:51 CET
Bombero
Las ascuas vuelan sobre un bombero que trabaja para contener el incendio de Delta, en el bosque nacional Shasta-Trinity, en California, en 2018. El tamaño de las llamas se triplicó de la noche a la mañana.
Fotografía de Noah Berger, Ap

California arde.

Esta semana, se han desatado varios incendios peligrosos, el más grande en Kinkaid, en el norte de California, y en Tick, en la parte sur del estado. Ninguno ha sido controlado y ambos han obligado a miles de personas a abandonar sus casas mientras las llamas arrasaban las colinas y los viñedos.

En California, los incendios más desastrosos se producen en otoño. Los veranos largos y secos transforman la vegetación en el combustible perfecto para los vientos anuales que soplan por el paisaje.

Los incendios frecuentes forman parte del estado natural de California. Muchos de sus ecosistemas, del chaparral del sur a los pinares del norte, han evolucionado para arder de forma frecuente. Pero desde los años 80, el tamaño y la intensidad de los incendios que queman el estado han mostrado una tendencia al alza: quince de los 20 mayores incendios de la historia de California han ocurrido desde el año 2000. Desde los años 70, la superficie quemada del estado se ha quintuplicado.

Los científicos afirman que la huella del cambio climático es evidente en muchos de los incendios, sobre todo porque el aire más caliente se traduce en plantas más secas que arden con más facilidad.

Combustible para incendios

En el último siglo, la temperatura de California ha aumentado unos 1,6 grados Celsius, más que la media global de casi 0,5 grados Celsius. El aire más cálido extrae el agua de las plantas y el suelo de forma más eficaz que el aire frío, lo que seca los árboles, los matorrales y los pastizales del estado y los prepara para arder.

Según Daniel Swain, climatólogo de la Universidad de California, Los Ángeles, algo fundamental es que ese efecto aumenta de manera exponencial con cada grado de calentamiento. Eso significa que el aire actual, más cálido y afectado por el cambio climático, es mucho más eficaz a la hora de secar la vegetación de lo que era hace un siglo.

Los incendios de la Amazonia

«En las mismas condiciones, en un mundo más cálido la vegetación será más seca, incluso en un lugar como California donde la vegetación normalmente está seca cuando llega el otoño. Aún puede estar más seca», afirma Swain. Eso es precisamente lo que los científicos han observado en las últimas décadas.

Las temperaturas estivales del aire en California han aumentado 1,9 grados Celsius desde finales del siglo XIX y el calentamiento veraniego resulta particularmente perjudicial, como pone de manifiesto una nueva investigación. La superficie quemada en California durante el verano es ocho veces superior hoy que en los años 70.

Con todo, los grandes incendios que han devastado el estado en los últimos años se han producido en otoño, tras veranos largos y cálidos que han absorbido la humedad de los árboles, los matorrales y otra materia combustible, pero antes de que comiencen las lluvias invernales.

En general, la duración de la temporada de incendios —la época previa a que las lluvias invernales humedezcan la vegetación— ha aumentado 75 días en las últimas décadas, según CalFire.

Parte de este fenómeno ocurre temprano, en primavera. Cada vez se acumula menos nieve en las altas montañas de California conforme el clima se calienta y la nieve que cae se derrite mucho antes. Como la primavera llega antes, la estación seca se extiende e incrementa antes la vulnerabilidad de la vegetación al fuego.

Algunos años —normalmente aquellos con incendios más devastadores—, la estación seca se extiende hasta el otoño.

«Normalmente —aunque no quiero decir normalmente porque todo está cambiando muy rápido—, tenemos lluvias en torno a Halloween que lo humedecen todo», afirma Faith Kearns, científica del Instituto de Recursos Hídricos de la Universidad de California en Oakland.

Cada día que no llegan esas lluvias es un día en el que los incendios pueden desatarse y propagarse. En los últimos años, esas lluvias no han llegado hasta noviembre o incluso diciembre.

Pero a diferencia de las primaveras anteriores, el retraso de las lluvias otoñales no parece formar parte de una tendencia a más largo plazo en la mayor parte del estado. Hasta ahora, los mayores cambios inducidos por el clima en el ciclo de las precipitaciones parecen estar relacionados con la variabilidad: cuando llueve, lo hace con más intensidad, pero cuando hay sequía, esta es peor. En el futuro se prevé que la estación seca se extenderá más en otoño.

El problema del viento

El cambio climático podría haber afectado ya a los vientos característicos del otoño que contribuyen a propagar el fuego a lo largo y ancho del estado. En otoño e invierno, soplan vientos («marítimos») en dirección este-oeste y el aire más cálido y seco desciende por el lado occidental de las grandes cordilleras montañosas, como Sierra Nevada. Conforme el aire fluye hacia abajo, puede canalizarse por cañones o valles y acelera al caer. Las rachas pueden alcanzar de 112 a 128 kilómetros por hora. Si los vientos rápidos pasan sobre un incendio, pueden propagarlo por todas partes, que es precisamente lo que ocurrió durante el incendio de Camp en 2018 y el de Thomas en 2017, entre otros.

Existen evidencias de que el cambio climático podría reducir la frecuencia de dichos patrones de viento, como los vientos de Santa Ana en el sur de California. Pero eso no significa necesariamente que vaya a haber tregua. Es probable que la intensidad se mantenga en invierno y, en un futuro más seco y cálido, las consecuencias podrían ser incendios que empiezan más tarde, pero que arden durante más tiempo.

Los científicos están esforzándose por comprender exactamente cómo cambiarán la lluvia, la nieve y los vientos, pero los patrones de calentamiento y sequía son evidentes.

«Solo cuesta más predecirlos», afirma Kearns. «Antes teníamos una estación lluviosa y una temporada de incendios mucho más fiables, y actualmente están cambiando muchas variables».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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