Esta planta está evolucionando para esconderse de su depredador: los humanos

Esta pequeña hierba, fácil de encontrar por sus hojas y flores de vivos colores, está volviéndose marrón y gris en algunas de las zonas donde los humanos suelen recolectarla.

Por Sarah Gibbens
Publicado 9 feb 2021, 12:53 CET
Fotografía de la planta Fritillaria delavayi

La pequeña Fritillaria delavayi produce una flor al año. Está muy demandada en la medicina tradicional, pero la demanda excesiva de esta hierba podría estar haciendo que la planta desarrolle una defensa sutil mediante el camuflaje.

Fotografía de Yang Niu

En el sudoeste de China, en lo alto de las montañas Hengduan, una pequeña hierba es cada vez más difícil de encontrar.

La denominada Fritillaria delavayi consta de tres a cinco hojas verdes y un tallo corto; una vez al año, produce una flor de un vivo color amarillo con forma de tulipán. Pero esa llamativa flor amarilla y esas hojas verdes han empezado a volverse grises y marrones en esta especie de Fritillaria. Los científicos sospechan que la planta está desarrollando genéticamente partes más monótonas para esconderse de su principal depredador: los humanos.

En un estudio publicado en la revista Current Biology, científicos de China y el Reino Unido han descubierto que en las zonas donde se recolectan muchas Fritillaria delavayi, la hierba es más propensa a camuflarse.

Aunque algunas especies de plantas pueden volverse más pequeñas debido a la sobreexplotación —porque sus homólogas de mayor tamaño son arrancadas antes de poder reproducirse—, esta hierba, empleada en la medicina tradicional china para tratar afecciones pulmonares como la bronquitis o la tos, podría ser el primer ejemplo de una planta amenazada que evoluciona para camuflarse en su entorno.

Una flor demandada

La Fritillaria delavayi se ha cosechado y utilizado en la medicina durante al menos 2000 años, pero el aumento constante de la demanda y la oferta insuficiente ha dado lugar a una especie de búsqueda del tesoro. El precio por kilo de bulbos —la parte de la planta que se utiliza como medicina— es de casi 400 euros. Cada bulbo diminuto tiene el tamaño aproximado de la uña del pulgar; para conseguir un kilogramo hay que arrancar más de 3500 plantas.

Algunas especies de Fritillaria pueden cultivarse, pero la delavayi crece de forma natural en lugares muy elevados en condiciones frías y secas que son difíciles de reproducir, y los consumidores creen que las variedades silvestres son mejores, aunque no hay pruebas de ello, explica Yang Niu, uno de los autores del estudio.

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    En regiones frecuentadas por recolectores de Fritillaria, las plantas son más propensas a desarrollar hojas, tallos y flores grises y marrones que se camuflan con el terreno circundante.

    Fotografía de Yang Niu

    En 2011, un grupo de científicos y él se dispusieron a estudiar cómo se polinizaba la planta, ya que sentían curiosidad sobre por qué algunas flores parecían ser macho un año, pero macho y hembra otros años. Su investigación fracasó cuando las plantas silvestres que habían marcado fueron recolectadas y, supuestamente, vendidas, lo que los dejó sin sujetos de estudio.

    Niu y sus colegas habían estudiado plantas que adaptaban su camuflaje para esconderse de los herbívoros y se sentían intrigados por la hierba china, una planta de vivos colores que, por lo que saben, no es consumida por ningún animal. «Entonces, nos percatamos de que la recolección podría ser una fuerza selectiva intensa», explica Niu por correo electrónico.

    ¿Cómo funciona?

    Para poner a prueba esta teoría, los investigadores consultaron a herboristas locales que tenían seis años de registros que indicaban dónde habían crecido las plantas y cuántas se habían recolectado. Determinaron qué zonas sufrían sobreexplotación y cuáles eran de fácil acceso frente a aquellas ubicadas en terrenos rocosos y montañosos. Empleando una herramienta denominada espectrómetro, que mide las longitudes de las ondas de luz para determinar el color, midieron el color de las plantas en diferentes lugares y hallaron una correlación entre cuánto se había explotado la población en una zona determinada y el color de una flor.

    En regiones menos accesibles visitadas por menos humanos, las plantas aún eran verdes y amarillas, pero en lugares donde se había recolectado una gran cantidad de bulbos, los colores eran más apagados. La delavayi es la única especie de Fritillaria que crece a gran elevación.

    De hecho, los investigadores crearon un juego, «Spot the Plant», para comprobar con qué facilidad podían encontrar las plantas camufladas. Cuando pidieron a varios voluntarios que identificaran la Fritillaria delavayi entre rocas y tierra, tardaron más en localizar los especímenes con colores menos vivos.

    «Es un artículo muy innovador», afirma Matthew Rubin, biólogo evolutivo del Danforth Plant Science Center en San Luis, Misuri, que no participó en esta investigación.

    «Hemos sabido que, durante milenios, los humanos hemos influido en el aspecto de las plantas mediante la domesticación, la forma en que cultivamos las plantas para obtener comida», añade Rubin. «Este es un ejemplo magnífico de selección con intercesión humana en el medio natural, documentando un cambio y relacionando de forma muy convincente dicho cambio con una presión humana, en este caso la recolección».

    Aunque es común que los humanos provoquen la adaptación de una planta de forma indirecta —modificando el medioambiente, por ejemplo, y suscitando la adaptación—, esto presenta una relación directa entre humanos y plantas más rara.

    Jill Anderson, bióloga de la Universidad de Georgia, cree que la conclusión del trabajo es «una hipótesis tentadora», pero dice que tendrá que ver más pruebas para convencerse de que los humanos provocan este camuflaje.

    Aunque los autores del trabajo descartaron a herbívoros como los yaks como culpables del cambio de la planta, Anderson se pregunta si los cambios climáticos como la luz UV más intensa a gran altitud podría haber influido en el color de la planta.

    «Sin duda podría haber otros factores que contribuyan a este cambio: la meteorología o la elevación, o un herbívoro al que no han visto», afirma Rubin. «Pero la relación [entre la presión por la recolección y el color] era bastante sólida; las poblaciones con una gran presión debido a la recolección se confundían mejor con su entorno».

    La selección natural

    Pero digamos que los humanos son los agentes del cambio: ¿cómo haría la recolección de estos bulbos que la planta se vuelva marrón?

    «Los humanos recolectan las plantas más visibles que pueden encontrar dentro de una población», afirma Anderson. «[Las plantas recolectadas] ya no pueden contribuir a la siguiente generación, mientras que las plantas camufladas pueden completar su ciclo vital. Es un proceso de selección natural en estas poblaciones».

    Es posible que la Fritillaria delavayi haya evolucionado en un periodo corto. La planta tarda cinco años en reproducirse, lo que quiere decir que todas las plantas de color verde intenso podrían recolectarse antes de tener la oportunidad de transmitir sus genes coloridos. En una o dos generaciones, una población de plantas en una zona con mucha recolección podría tener un acervo génico con ADN predominantemente gris y marrón, aunque los científicos no realizaron un análisis genético de esta planta.

    Los humanos ya hemos influido en otras especies. Anderson dice que en sus clases destaca la disminución de tamaño de algunos peces, como el bacalao del Atlántico y el salmón rosado, muy buscados por los pescadores. Cuando los capturan en las redes, los más pequeños son capaces de escapar, mientras que los más grandes se quedan atrapados. Con el paso del tiempo, la población en general se vuelve más pequeña.

    «Han utilizado un concepto sobre el que hemos reflexionado mucho en sistemas animales y lo han aplicado a las plantas», afirma Anderson. «Este es el primer artículo que he leído que se plantea explícitamente cómo puede influir la recolección humana en un rasgo clave de su coloración».

    Existen otros ejemplos documentados de influencia humana en los rasgos de una planta con el paso del tiempo. El loto de las nieves, otra planta china amenazada, es unos 10 centímetros más pequeña que hace un siglo en regiones donde la suelen recolectar. En el último siglo, el ginseng americano que crece en el este de Estados Unidos también se ha acortado y produce hojas más pequeñas.

    Niu afirma que actualmente el gobierno chino está trabajando en la actualización de la categoría de conservación de la Fritillaria delavayi para que refleje que está más amenazada y, posiblemente, para concederle más protecciones. Se desconoce el tamaño actual de la población de la especie, pero reconocimientos recientes demuestran que podría estar disminuyendo en el medio natural.

    «El hecho de que se haya documentado esto es un gran comienzo», dice Rubin.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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