Ante la amenaza de la caza furtiva, los elefantes evolucionan para perder los colmillos

En Mozambique, un equipo de investigadores trata de entender la genética de los elefantes que nacen sin colmillos y las consecuencias de este rasgo.

Por Dina Fine Maron
Publicado 12 nov 2018, 13:12 CET
Elefantes
Los elefantes con el raro rasgo genético de la falta de colmillos tienen más probabilidades de sobrevivir a la larga guerra civil de Mozambique, financiada en parte por el marfil obtenido mediante la caza furtiva. Aproximadamente un tercio de las hijas de los elefantes supervivientes no tiene colmillos.
Fotografía de Elephant Voices

Los elefantes más viejos que habitan el parque nacional de Gorongosa, en Mozambique, portan marcas indelebles de la guerra civil que ha asolado el país durante 15 años: muchos carecen de colmillos. Son los supervivientes solitarios de un conflicto que ha acabado con el 90 por ciento de estos animales asediados, asesinados por su marfil para financiar las armas y por su carne para alimentar a los combatientes.

La caza ha otorgado una ventaja biológica a los elefantes de Gorongosa que no desarrollan colmillos. Las cifras más recientes sugieren que en torno a un tercio de las hembras más jóvenes —la generación nacida tras el final de la guerra en 1992— nunca ha desarrollado colmillos. Normalmente, la falta de colmillos ocurriría solo en entre el dos y el cuatro por ciento de los elefantes africanos hembra.

Según Joyce Poole, experta en el comportamiento de los elefantes y exploradora de National Geographic que estudia los paquidermos del parque, hace décadas vivían en Gorongosa unos 4.000 elefantes. Sin embargo, dichas cifras se han desplomado a los tres dígitos tras la guerra civil. Una nueva investigación no publicada que ella misma ha recopilado indica que, de las 200 hembras adultas conocidas, el 51 por ciento de las que sobrevivieron a la guerra —animales de más de 25 años— carecen de colmillos. Y el 32 por ciento de los elefantes hembra nacidos desde la guerra no tienen colmillos.

Poole, directora científica de una organización sin ánimo de lucro llamada ElephantVoices, explica que los colmillos de un elefante macho son más grandes y pesados que los de una hembra de la misma edad. «Pero cuando la caza furtiva ejerce mucha presión sobre una población, los furtivos empiezan a atacar también a las hembras mayores», explica. «Con el paso del tiempo, y con la población de mayor edad, empiezas a tener una proporción más alta de hembras sin colmillos».

Esta tendencia a la falta de colmillos no solo se limita a Mozambique. Otros países con una historia importante de caza furtiva de marfil también han experimentado cambios similares entre las hembras supervivientes y sus hijas. En Sudáfrica, el efecto ha sido particularmente extremo: el 98 por ciento de las 174 hembras del parque nacional de los Elefantes de Addo carecerían de colmillos a principios de la década del 2000.

Elefante sin colmillos
Esta matriarca sin colmillos se desplaza con su manada por una llanura aluvial de Gorongosa.
Fotografía de Jen Guyton

 «La prevalencia de la falta de colmillos en Addo es extraordinaria y pone de relevancia el hecho de que los niveles altos de presión de la caza furtiva pueden hacer mucho más que quitar unos cuantos individuos de una población», afirma Ryan Long, ecólogo conductual de la Universidad de Idaho y explorador de National Geographic. «Aún estamos empezando a explorar las consecuencias de cambios tan drásticos en las poblaciones de elefantes».

Josephine Smith, que estudia la conducta de los elefantes como investigadora con el Programa de Elefantes de Tanzania Meridional explica que, entre los elefantes hembra que rastrea en el parque nacional de Ruaha, una zona muy afectada por la caza furtiva en los 70 y los 80, el 21 por ciento de las hembras mayores de cinco años no tienen colmillos. Al igual que en Gorongosa, las cifras más altas se registran entre las hembras mayores. Según ella, aproximadamente el 35 por ciento de las hembras de más de 25 años carecen de colmillos. Y entre los elefantes de entre cinco y 25 años, el 13 por ciento de las hembras no tienen colmillos. (Smith, candidata a doctorado de la Universidad de Stirling, Escocia, explica que los datos todavía no han sido publicados, aunque presentó sus hallazgos en una conferencia científica sobre fauna salvaje el pasado diciembre.)

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    Tristes imágenes de una cría de elefante sin trompa
    Esta cría de elefante no tiene trompa. Podría haberla atacado una hiena o un cocodrilo, aunque la experta en elefantes Joyce Poole cree que quedó atrapado en una trampa. Aunque Poole cree que podría sobrevivir, otro investigador afirma que es poco probable: los animales dependen de sus colas para olfatear, comer, beber y establecer contacto social. Las trampas son un problema grave que amenaza a la fauna salvaje de África.

    La caza furtiva también ha hecho que disminuya el tamaño de los colmillos en algunas áreas muy afectadas por la caza, como el sur de Kenia. Un estudio de 2015 llevado a cabo por la Universidad de Duke y el Servicio de Fauna Silvestre de Kenia comparó los colmillos de los elefantes capturados allí entre 2005 y 2013 con los de los elefantes fallecidos entre 1966 y 1968 (esto es, antes de que tuviera lugar una importante caza furtiva a finales de los 70 y principios de los 80) y descubrió diferencias importantes. Los supervivientes de dicho periodo de caza furtiva intensa poseían colmillos mucho más pequeños: eran en torno a un quinto inferiores en machos y más de un tercio inferiores en hembras.

    El patrón se repetía en su descendencia. De media, los elefantes macho nacidos tras 1995 poseían colmillos un 21 por ciento más pequeños que los machos de los años 60, y un 27 por ciento más pequeños que las hembras de dicho periodo. Según los autores del estudio, «aunque nuestras pruebas del papel de la genética en el tamaño de los colmillos son indirectas», los estudios en ratones, babuinos y humanos han determinado que el tamaño de los incisivos —homólogos de los colmillos de los elefantes— es hereditario y tiene «una influencia genética importante».

    Una elefanta sin colmillos
    Una hembra adulta sin colmillos en un bosque del parque nacional de Gorongosa a la que le han colocado un collar GPS para que los investigadores puedan rastrear sus movimientos y entender mejor su comportamiento.
    Fotografía de Jen Guyton

    Las implicaciones de la falta de colmillos

    Pese a la ola de falta de colmillos provocada por los humanos en las últimas décadas, los elefantes sin colmillos sobreviven y parecen gozar de buena salud, según Poole. Los científicos afirman que la proporción significativa de elefantes con esta carencia podría alterar cómo se comportan los individuos y sus comunidades, y quieren determinar, por ejemplo, si estos animales poseen territorios más grandes que otros elefantes, ya que podrían necesitar cubrir más terreno para encontrar alimentos aprovechables.

    Los colmillos son básicamente dientes superdesarrollados. Sin embargo, los emplean para la mayoría de las tareas cotidianas: excavan para encontrar agua y minerales fundamentales, quitan la corteza a los árboles para obtener comida fibrosa y ayudan a los machos a competir por las hembras.

    La labor que realizan los elefantes con sus colmillos también es fundamental para otros animales. El «papel de los elefantes como especie clave para derribar árboles y excavar agujeros para acceder al agua es importante para una serie de especies inferiores que dependen de ellos», cuenta Long. La acción de los colmillos también contribuye a la creación de hábitats. Algunos lagartos, por ejemplo, prefieren establecer sus hogares en árboles modificados o derribados por elefantes al desplazarse.

    Si los elefantes cambian los lugares que habitan, lo rápido que se mueven o adónde van, esto podría tener implicaciones importantes para los ecosistemas que los rodean. «Cualquier cambio de conducta podría dar pie a cambios en la distribución de elefantes por el paisaje, y son esos cambios a gran escala los que tienen más probabilidades de tener consecuencias para el resto del ecosistema», afirma Long.

    Ahora, Long y un equipo de investigadores de ecología y genética empiezan a estudiar la vida de los elefantes sin colmillos. En junio, el equipo comenzó a rastrear a seis hembras adultas en Gorongosa —la mitad con colmillos, la mitad sin ellos— de tres manadas reproductoras diferentes. Les colocaron collares GPS, tomaron muestras de sangre y excrementos y pretenden supervisarlas durante un par de años —o hasta que se agote la batería de los collares— tomando más muestras fecales de forma periódica para analizar su dieta.

    Su objetivo es descubrir más información sobre cómo se desplazan estos animales, qué comen y cómo son sus genomas. Long espera poder explicar cómo los elefantes que carecen de colmillos como herramienta podrían alterar su comportamiento para acceder a los nutrientes. Rob Pringle, de la Universidad de Princeton, quiere analizar muestras de excrementos para obtener información de la dieta y el ejército de microbios y parásitos que habitan en los intestinos de cada elefante. Otro colaborador, Shan Campbell-Staton, biólogo evolutivo de la Universidad de California en Los Ángeles, estudiará la sangre para desentrañar la influencia de la genética en el fenómeno de la falta de colmillos.

    Campbell-Staton explica que la forma en que se hereda este rasgo es «desconcertante». La falta de colmillos no parece tener lugar de forma desproporcionada entre las hembras. Explica que tiene sentido que los machos sin colmillos no pudieran competir por el acceso reproductivo a los elefantes hembra. Pero si este rasgo está ligado al cromosoma X —que ayuda a determinar el sexo y transporta los genes de varios rasgos heredados—, creeríamos que es porque los machos siempre obtienen el cromosoma X de sus madres y tendríamos una población enorme de machos sin colmillos. «Pero no hemos observado eso. La falta de colmillos en elefantes africanos macho es muy inusual», afirma.

    Joyce Poole lo corrobora. Según ella, en toda su carrera ha visto solo tres o cuatro machos sin colmillos, y ninguno en Gorongosa.

    Soluciones alternativas

    Aunque las características conductuales y nutricionales de los elefantes sin colmillos todavía no se han comparado formalmente con las de los elefantes con colmillos de ninguna manada, Smith cuenta de forma anecdótica que en su investigación ha observado que los elefantes sin colmillos parecen haber encontrado soluciones alternativas.

    «He observado elefantes sin colmillos que se alimentan de corteza y son capaces de retirarla con las trompas, y a veces con los dientes». Según ella, también podrían contar con la ayuda involuntaria de otros elefantes. Quizá los elefantes seleccionen tipos de árboles diferentes de los que es más fácil retirar la corteza, o árboles cuya corteza ya ha sido retirada por otros elefantes, lo que les daría un punto de apoyo ya preparado para quitarla por sí solos.

    Las recientes prohibiciones del comercio de marfil en China y Estados Unidos podrían contribuir a reducir la demanda de colmillos, pero el tiempo que tardará en recuperar sus individuos —y sus colmillos— una población con una alta proporción de falta de colmillos varía. En el caso de los elefantes asiáticos, por ejemplo, es probable que una larga historia de caza por el marfil —así como capturar elefantes salvajes con cuernos para trabajar— contribuyera a una mayor falta de cuernos.

    «Si observas los elefantes asiáticos, las hembras no tienen colmillos y, según la población que analices en cada país, la mayor parte de los machos tampoco tiene colmillos», explica Poole. Todavía se desconoce la razón exacta por las que las poblaciones de elefantes asiáticos y africanos tienen porcentajes de falta de colmillos tan diferentes.

    Sin embargo, Poole y otros investigadores señalan que en zonas de Asia que históricamente se han visto sometidas a cazas de marfil, los niveles de falta de colmillos son altos —como en África—, insistiendo en que los humanos estamos dejando una huella permanente en el mayor mamífero terrestre del planeta.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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