La producción de carne conduce a miles de muertes relacionadas con la mala calidad del aire cada año

La agricultura es una fuente importante de contaminación atmosférica. Según un nuevo estudio, se estima que mata a 17 900 personas cada año en Estados Unidos.

Por Sarah Gibbens
Publicado 11 may 2021, 10:58 CEST
Fotografía de un tractor que ara un campo en Thermal

Un tractor ara un campo en Thermal, en el valle de Coachella. El polvo contribuye mucho a la mala calidad del aire del valle, que está por debajo de los estándares estatales y federales. Las tasas de hospitalización por asma infantil en el condado son las más altas de California.

Fotografía de David Bacon, Report Digital-REA, Redux

La contaminación atmosférica sigue siendo una causa de muerte importante en Estados Unidos, aunque normalmente se asocia a las emisiones de los tubos de escape y las chimeneas de fábricas y centrales eléctricas. Ahora, una nueva investigación demuestra que 16 000 muertes en Estados Unidos son la consecuencia del aire contaminado por el cultivo de alimentos y el 80 por ciento de estas se derivan de la producción de productos animales como la carne, los lácteos y los huevos.

Las otras muertes son atribuibles a productos que no comemos, como el etanol, el cuero o la lana. Esto eleva el número total de muertes por contaminación atmosférica agrícola a 17 900 cada año.

«Pasamos mucho tiempo pensando en cómo la comida que consumimos repercute en nuestra salud, pero esa comida también repercute en la de otras personas», afirma Nina Domingo, autora principal de un nuevo estudio, publicado el 10 de mayo en Proceedings of the National Academy of Scientists, que analiza qué productos alimentarios contribuyen más a la calidad del aire mortal.

El impacto ambiental de determinados alimentos —como su huella de carbono y el uso de tierra y agua— se ha investigado durante más de una década. Pero el nuevo estudio es el primero que identifica qué alimentos y dietas específicos tienen el mayor efecto en la contaminación atmosférica que causa asma, ataques al corazón y derrames cerebrales.

«Los efectos a largo plazo del cambio climático son desalentadores y dan bastante miedo, pero también matan a gente ahora», afirma Jason Hill, ingeniero de biosistemas de la Universidad de Minnesota y autor principal. «Estas son emisiones que se producen cada año, que afectan a las personas y que provocan una mala calidad de vida».

Los grupos del sector han criticado el estudio. La Asociación Nacional de Ganaderos Bovinos de Estados Unidos, un grupo comercial del sector que revisó los hallazgos, rechazó el estudio por estar «basado en suposiciones erróneas y plagado de lagunas en los datos». La asociación caracterizó el estudio como un contribuidor «engañoso» a «una narrativa falsa sobre la ganadería». La Federación Estadounidense de Departamentos Agrícolas hizo declaraciones similares, indicando que estira «la definición de causa y efecto».

En respuesta a estas críticas, Hill explicó que los datos procedían de datos gubernamentales y revisados por expertos expternos de la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) y el Departmento de Agricultura de Estados Unidos.

«Todos los modelos han sido revisados minuciosamente por expertos externos y han sido utilizados por nuestro grupo y por muchos más», afirma Hill.

Encontrar el alimento más mortal

Para determinar las repercusiones de los productos animales sobre la salud, los autores del estudio analizaron qué hace falta para producirlos, como fertilizar los cultivos, labrar la tierra, utilizar tractores con motores diésel y gestionar los desechos producidos por el ganado.

«Gran parte de nuestra agricultura es impulsada por la ganadería. No solo los animales, sino lo que hace falta para alimentarlos», afirma Hill.

Cultivar maíz como alimento, combustible y pienso para el ganado, por ejemplo, corresponde a 3700 muertes anuales como consecuencia del aire contaminado. Cuando los autores del estudio calcularon las muertes relacionadas con la calidad del aire causadas por la producción animal y los cultivos que ello exige, descubrieron que solo la ternera correspondía a 4000 muertes relacionadas con la contaminación atmosférica cada año. Cuando añadieron a sus cálculos la producción de carne de cerdo y lácteos, esta contribuía a 9100 muertes anuales.

En cambio, descubrieron que las verduras, la categoría que incluye el maíz que consumen los humanos, contribuyen a 100 muertes.

Las repercusiones negativas de la calidad del aire debido al maíz cultivado para alimentar a las personas son «tan pequeñas que casi son imperceptibles. Apenas nada del maíz que cultivamos es maíz dulce. Es mucho menos del uno por ciento», dice Hill.

«Intentamos no llegar a un estudio con ideas preconcebidas», explica Domingo, que se especializa en ingeniería de biosistemas en la Universidad de Minnesota. «Pero es impresionante ver cómo se concentraban en unos pocos grupos de alimentos».

¿Deberíamos hacernos veganos?  

El estudio también describe una serie de remedios que ganaderos y consumidores podrían aplicar para reducir la contaminación atmosférica causada por la agricultura. Una mejor gestión de los desechos del ganado y una aplicación más eficiente del fertilizante son algunas de las recomendaciones. Si se aplicaran todos los cambios recomendados a las granjas, los científicos estiman que podrían salvarse 7900 vidas cada año.

Los particulares también pueden generar cambios. Según los científicos, si los consumidores adoptaran un cambio dietético nacional, tendría un gran impacto en la calidad del aire. Si Estados Unidos cambiara sus preferencias alimentarias de carne roja a pollo, por ejemplo, estiman que podrían prevenirse 6300 muertes. Al hacerse vegetarianos, veganos o flexitarianos —que significa solo comer carne de vez en cuando—, estiman que los consumidores podrían prevenir entre 10 700 y 13 100 muertes como resultado de la contaminación atmosférica.

«Uno de los mejores consejos que recibí al principio de mi carrera es que cuando señalas un problema, también señalas una solución. Una cosa es decir que mueren 18 000 personas [por el aire contaminado] cada año, pero ¿cómo se resuelve ese problema?», afirma Hill. 

El rastreo de las partículas mortales

El estudio se puso en marcha para identificar qué alimentos y dietas contribuyen a la reducción de la calidad del aire. Los investigadores emplearon datos del Inventario Nacional de Emisiones de la Agencia de Protección Ambiental, que rastrea la contaminación atmosférica en Estados Unidos.

«Se trata de un inventario muy detallado de todas las fuentes de emisiones que contribuyen a la contaminación atmosférica, en particular la PM 2.5, [que] tiene el mayor impacto entre los contaminantes atmosféricos», afirma Hall.

Sus modelos se basan en investigaciones que estiman que cada año fallecen 100 000 personas debido a la contaminación atmosférica en Estados Unidos, aunque esa cifra puede oscilar entre 60 000 y 200 000.

El estudio modeliza el efecto de la PM 2.5, un tipo de contaminación llamada materia particulada fina. Dichas partículas microscópicas, que miden 2,5 micrómetros de diámetro, son más de 100 veces más delgadas que un pelo humano. Estas partículas tienen cientos de fuentes diferentes, como incendios forestales, el escape de los coches y las emisiones de las fábricas. Son lo bastante pequeñas para llegar hasta los pulmones y pueden causar problemas respiratorios y cardíacos.

En la agricultura, la PM 2.5 puede proceder directamente del polvo, la labranza o el escape de los motores diésel de combustión de los tractores. También se crea a partir de contaminantes como el amoníaco —presente en el fertilizante, el estiércol y las lagunas de desechos animales— que sufren cambios químicos en la atmósfera que convierten el contaminante gaseoso en partículas.

Los científicos emplearon datos para realizar tres modelos complejos que analiaban cómo se desplazan por la atmósfera las emisiones de PM 2.5 y cuántas personas pueden respirarlo. Utilizando datos del censo de Estados Unidos, los investigadores consiguieron estimar cuántas personas enfermarían con el paso del tiempo.

«Si expusieras a una población a una cantidad determinada de una toxina, cabría esperar un número determinado de muertes por esa toxina», afirma Hill.

La Asociación de Ganaderos cuestionó los métodos de modelización y los datos de la EPA. Ethan Lane, vicepresidente de asuntos de gobierno del grupo, declaró en un comunicado que la investigación «intenta crear una narrativa engañosa de que las emisiones de amoníaco de las granjas son responsables de miles de muertes. No existen tales metodologías federales para la agricultura, lo que arroja dudas sobre la exactitud de estas conclusiones».

En un comunicado, la Federación de Departamentos Agrícolas sugirió que los científicos habían dado «saltos gigantes para estirar la definición de causa y efecto. No olvidemos que los agricultores y ganaderos estadounidenses son responsables de 330 millones de vidas americanas, proporcionando la comida que nos mantiene, además de abordar la inseguridad alimentaria en todo el mundo».

¿Cómo afecta al cuerpo el aire contaminado?

Cuando se inhala PM 2.5, irrita el aparato respiratorio y hace que el sistema inmunitario del cuerpo ataque al contaminante. El cuerpo produce una proteína llamada citocina «que manda un mensaje de que tenemos un problema y que tenemos que iniciar una respuesta inflamatoria», afirma Jack Harkema, toxicólogo de la Universidad del Estado de Míchigan que no participó en el estudio.

Cuando se inhala contaminación atmosférica de forma regular con el paso del tiempo, la respuesta inmunitaria continuada daña otras partes del cuerpo además del aparato respiratorio.

«Sabemos cuál es el efecto directo de la [PM 2.5] en los pulmones. Que puede provocar enfermedades e inflamación crónica como el asma, pero la parte cardiovascular de esto es un poco diferente», afirma Harkema.

«Creemos que las citocinas se transportan al corazón y a otras áreas, y pueden generar una respuesta inflamatoria ahí». Se sabe que la PM 2.5 predispone a ataques al corazón, ya que altera el sistema nervioso y aumenta la propensión a sufrir trombos.

Harkema, que formó parte del Comité Asesor de Ciencia Atmosférica de la EPA durante el gobierno de Obama, dice que espera que la nueva investigación desmienta la creencia generalizada de que la contaminación atmosférica es ante todo un problema de densidad de población.

«Mucha gente cree que la contaminación atmosférica por materia particulada se asocia a las zonas urbanas. Y no ha habido mucha en zonas rurales», afirma. «Esto lo pone de relieve».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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