Nueve puntos de no retorno del cambio climático con el Mediterráneo como termómetro
El sexto informe del IPCC sobre el calentamiento global arroja nuevas cifras que nos acercan peligrosamente al punto de no retorno y aumentan la creciente amenaza de fenómenos climáticos abruptos e irreversibles.
La temperatura de la Tierra está ya peligrosamente cerca de alcanzar el límite máximo establecido en el Acuerdo de París: un aumento global de 1,5ºC que marca el umbral que los científicos consideran irreversible. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) publicó ayer el sexto informe de evaluación sobre las consecuencias a las que nos enfrentamos si no reducimos drásticamente las emisiones que provocan el calentamiento global.
Uno de los lugares más vulnerables al cambio climático del planeta es la cuenca del Mediterráneo, cuya situación traducida en cifras es uno de los mayores desafíos que nos apremian. Con un aumento de la temperatura un 20% más rápido que en el resto del planeta, esta zona supera ya los 1’5ºC por encima de los niveles preindustriales. En 2040 ese incremento llegará a los 2,2ºCy en 2100 podría llegar a los 3,8ºC, según el informe Cambio climático y medioambiental en la cuenca mediterránea, realizado por la red Mediterranean Experts on Climate and Environmental Change (MedECC).
El IPCC introdujo la idea de los puntos de inflexión o no retorno hace más de dos décadas. En aquel momento, los datos sugerían que esas amenazas serían probables en caso de superar los 5ºC por encima de las temperaturas preindustriales. Sin embargo, los informes más recientes del Panel alertaban sobre la posibilidad de que estos puntos de no retorno se dieran con un aumento de entre 1 y 2ºC de temperatura.
A nivel global, un informe científico publicado en la revista Nature en 2019 señaló los lugares más vulnerables o puntos de no retorno, cuyas cifras desde entonces no han hecho más que aumentar. Cada vez hay más evidencias científicas sobre la fuerte interconexión entre la pérdida de diferentes ecosistemas, como la selva amazónica o la capa de hielo de la Antártida. Potencialmente, esta relación compromete al mundo a cambios irreversibles a largo plazo, según los expertos del Instituto de Sistemas Globales de la Universidad de Exeter, Reino Unido, que llevaron a cabo el estudio.
La selva amazónica, el pulmón del planeta
Durante décadas, los expertos han expresado su preocupación sobre que las consecuencias derivadas del aumento de las temperaturas, la sequía, los incendios y la deforestación estén reduciendo la capacidad de la selva más grande del mundo de absorber carbono de la atmósfera. El pasado mes de marzo, un análisis realizado por más de 30 científicos internacionales afirmó que, debido a la saturación del ecosistema, algunas zonas del Amazonas ya podrían liberar más carbono del que son capaces de almacenar.
La deforestación, la destrucción de hábitats y la intensificación insostenible de la producción animal son algunas de las principales causas de la aparición de enfermedades zoonóticas como la covid-19.
Una reciente investigación, apoyada por la National Geographic Society y publicada en en Frontiers in Forests and Global Change, afirma que el acumulado de las emisiones que provocan el calentamiento global abruman la función natural de enfriamiento de la selva, que está al límite.
El hielo marino del Ártico
Desde principios de la década de 1990, la Antártida ha perdido casi tres billones de toneladas de hielo, según un estudio del ejercicio de intercomparación del balance de masa de la capa de hielo (IMBIE ). El pasado mes de mayo, un nuevo estudio advirtió que la Antártida podría traspasar un umbral crítico en 40 años, y que el aumento imparable del nivel del mar por el deshielo de los glaciares y las plataformas de hielo de los polos se volverá irreversible si las emisiones no se reducen de forma urgente, drástica y global.
El estudio concluye que la Antártida seguirá perdiendo hielo a un ritmo constante durante el siglo XXI si la humanidad consigue limitar el calentamiento global a 2ºC. Sin embargo, el World Resources Institute afirmó que, con los compromisos iniciales del Acuerdo de París, el planeta se calentará al menos 3 grados este siglo. Siendo así, si el mundo permanece en la trayectoria actual y supera los 2ºC, la Antártida podría sufrir un incremento abrupto del deshielo para el año 2060, lo que casi duplicaría el aumento nivel del mar para 2100.
Para la ciencia aún es una incertidumbre qué ritmo seguirá el deshielo en los próximos años, ya que los glaciares podrían entrar en un proceso de retroceso descontrolado si las plataformas de hielo flotantes que la rodean desaparecen.
Los arrecifes de coral
Se estima que más 4000 especies de peces y casi un 25 por ciento de los seres marinos dependen de los arrecifes de coral, según Mission Blue. Los expertos sostienen que los arrecifes de coral del planeta entero podrían desaparecer antes del próximo siglo. A diferencia de la frondosa base vegetal que compone los fondos marinos, como la amenazada posidonia mediterránea, los corales son animales. Sus vivos colores se deben a las algas que viven en su interior, pero cuando estos seres vivos sufren estrés por las altas temperaturas o la contaminación, ponen fin a su relación simbiótica con estas algas y se decoloran.
El deshielo del permafrost
Los científicos advierten desde hace décadas que el deshielo del suelo helado en latitudes septentrionales, llamado permafrost, libera gran cantidad de gases de efecto invernadero que aceleran el cambio climático global. Es un círculo que gira de forma cada vez más vertiginosa y cuyo ritmo es más difícil de parar cuanto mayores son sus impactos.
Se estima que este proceso, llamado «deshielo abrupto», afecta solo al cinco por ciento del permafrost ártico. Sin embargo, según publicó Nature Geoscience, este pequeño cambio puede tener consecuencias inmensas; es probable que esta cifra sea suficiente por sí sola de duplicar la contribución total del permafrost al calentamiento del planeta.
La capa de hielo de Groenlandia
Un estudio del año 2019 ya advertía de que la capa de hielo de Groenlandia se acerca peligrosamente al punto de no retorno, y que la mayor parte de esta pérdida de hielo se produce en el casquete glaciar, no en los glaciares de Groenlandia. Según el autor principal, la isla pareció haber alcanzado un punto de inflexión en el año 2003, cuando se aceleró la pérdida de hielo a un ritmo tal que, en 2012, la pérdida anual de hielo casi cuadruplicaba el ritmo de 2003.
La capa de hielo de Groenlandia alcanza los 3 kilómetros de grosor en algunos puntos y, si se derritiera por completo – ya ha perdido casi nueve billones de toneladas de hielo -, aumentaría siete metros el nivel del mar. Si dejamos que el deshielo deshaga también todo el casquete glaciar de la Antártida – que ya pierde seis veces más hielo que hace 40 años - , el aumento global del mar sería de 57 metros, según cifras de un estudio publicado en 2019.
El bosque boreal
El Bosque Boreal se extiende por todo el hemisferio norte, desde Alaska hasta Rusia, formando una muralla forestal alrededor del planeta que juega un papel fundamental en la regulación del clima. Estos bosques almacenan más de 180 millones de toneladas de carbono, según datos de Greenpeace.
Estos ecosistemas son especialmente delicados ante el desequilibrio del cambio climático , ya que aguantar las duras temperaturas invernales es fundamental para la sostenibilidad del propio ecosistema y las miles de especies que viven en él. De hecho, el 50% de los mamíferos que viven en él están en peligro de extinción. Además del cambio climático, la deforestación de grandes extensiones de terreno está poniendo a los últimos bosques vírgenes de la Tierra al límite.
Circulación atlántica y la Antártida
Además de estos seis puntos calientes del desequilibrio climático, encontramos consecuencias devastadoras también en la circulación atlántica, la capa de hielo de la Antártida oriental y la parte occidental. «Ya solo la evidencia de los puntos de inflexión por sí sola sugiere que estamos en un estado de emergencia planetaria: tanto el riesgo como la urgencia de la situación son imperativos», concluye el estudio.