Todavía se pueden evitar algunos de los catastróficos efectos del calentamiento global
El detallado informe sobre cambio climático de IPCC pone el foco sobre amenazas climáticas que podrían ser irreversibles, desde el aumento del nivel del mar o la alteración de corrientes marinas, que todavía se podrían evitar con una acciones decididas.
Vapor y humo sucio sale de una planta eléctrica de carbón en Polonia. Las emisiones de combustibles fósiles tienen que cortarse de manera inmediata y de forma drástica para evitar las peores consecuencias del cambio climático, según un nuevo informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC).
El cambio climático ya está presente en todos los rincones del planeta y continuará marcando nuestra vida en la Tierra durante siglos. Es más, según avisan los científicos, su impacto se va a intensificar.
Desde el periodo preindustrial, el planeta se ha calentado 1,1º C, lo que ha empujado a la Tierra a unos cambios irreversibles, algunos de los cuales son inevitables. Pero una acción decidida para recortar las emisiones de manera rápida y exhaustiva (que mantendría el aumento de la temperatura en ratios mínimos) podría reducir mucho los riesgos de cruzar otros puntos de inflexión que amenazarían todavía más la salud del planeta, según se afirma en el informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, en sus siglas en inglés), publicado esta semana.
"Para estabilizar el clima, tenemos que parar las emisiones inmediatamente, punto y final", afirma Charles Koven, uno de los autores del informe y un científico del clima del Lawrence Berkeley National Laboratory de California (Estados Unidos).
Los riesgos de cambios irreversibles están más claros
La temperatura de la Tierra se ha incrementado de manera más o menos constante durante décadas, a la par que aumentaban los niveles de gases de efecto invernadero. La regla de tres es sencilla: a más cantidad de dióxido de carbono emitida, más se calienta el clima y la correlación es continua, explica el informe.
Pero los científicos saben desde hace más de 30 años que hay puntos de inflexión en el clima que, si se superan, podrían remodelar totalmente el mundo tal y como lo conocemos, causando cambios humanamente irreversibles. Por ejemplo, el encogimiento de los casquetes glaciares de Groenlandia y la Antártica hasta cierto punto, podrían conllevar que el deterioro continúe incluso si se detuvieran las emisiones mañana.
"Estamos jugando a la ruleta rusa con el clima [y] nadie sabe qué contiene la única bala del tambor", escribió en 1987 Wally Broecker, uno de los científicos pioneros en temas de cambio climático.
Desde entonces, ríos de estudios han demostrado que muchas de estas consecuencias podrían ocurrir en límites de temperatura más bajos de lo que nadie se esperaba y algunas ya han empezado. Aunque los puntos de inflexión siguen siendo inciertos, muchos se sitúan entre los 1,5 y 2°C de calentamiento, los límites sugeridos por el Acuerdo de París de 2015.
Este nuevo informe dice que, para 2100, el planeta se podría calentar más de 1,4ºC con respecto a las temperaturas preindustriales, según los cálculos más optimistas sobre el proceso de reducción de emisiones, y en más de 4ºC en las previsiones más pesimistas.
Incluso en el margen más optimista, se producirán efectos irreversibles en todo el planeta: en las zonas heladas, en los océanos, en la tierra, en la atmósfera. Pero los riesgos son mayores y más difíciles de evitar cuanto más calentamiento se produzca.
"Cuanto más forcemos el sistema climático con respecto a las condiciones que ha tenido en los últimos miles de años, más probable es que pasemos puntos de inflexión que solamente podemos imaginar vagamente", afirma Bob Kopp, otro autor del informe de la ICPP y científico climático de la Universidad de Rutgers (Nueva Jersey, EE. UU).
Algunos de estos cambios tendrán efectos muy locales. La pérdida de glaciares de montaña, por ejemplo, podrían poner en serio peligro a las comunidades que dependen de ellos para la obtención de agua. Otros, como que se derritan los casquetes glaciares tendrán un impacto global. Muchos se retroalimentan, por ejemplo; los incendios descontrolados son más comunes en condiciones secas y cálidas, que se han vuelto más comunes con el cambio climático. A medida que se queman, emiten carbono a la atmósfera, alimentando el calentamiento planetario y facilitando que se produzcan más incendios en el futuro, un patrón con el que nos estamos familiarizando demasiado últimamente.
Para Koven, lo que más asusta es que "podemos alcanzar puntos de inflexión y no sepamos que los hemos superado hasta que ya los hemos pasado". Eso subraya la importancia de hacer todo lo posible por mantenerse lo más alejados de los límites teóricos.
Ahora, pasaremos a explicar algunos de los potenciales cambios irreversibles que todavía se podrían evitar con una acción decidida y proactiva.
Todavía podemos evitar pérdidas catastróficas en las grandes reservas de hielo de la Tierra
El hielo que se está derritiendo tanto en Groenlandia como en Antártica está acelerando el aumento del nivel de mar más que en ningún momento de los últimos 3000 años, amenazando a miles de millones de personas que viven en las costas de todo el mundo. Las emisiones de gases de efecto invernadero nos han abocado a un incremento del deshielo constante para varios siglos, pero la velocidad e importancia de ese incremento todavía es manejable, asegura el informe.
El estudio señala que el aumento del nivel del mar se podría limitar a medio metro hasta 2100 si cortamos de manera drástica las emisiones, o casi un metro si las emisiones siguen creciendo. Pero, si nos pusiéramos en el peor escenario predicho, y superamos el punto de no retorno de Antártica, la subida del nivel del mar podría se de hasta dos metros.
Los escenarios más terroríficos solo se contemplan si se alcanzan los puntos de inflexión de los casquetes polares, tras cuales, los expertos predicen su declive continuo, pero "podríamos reducir las posibilidades de que eso ocurriera reduciendo las emisiones", afirma Baylor Fox-Kemper, uno de los autores del estudio y oceanógrafo de la Universidad de Brown (EE. UU).
Solo el oeste de la Antátida tiene suficiente hielo para provocar un aumento de más de tres metros en los niveles del mar si se derritiera, y su geología hace que esa amenaza sea real. La región tiene forma de cuenco; la roca sobre la que se asienta el hielo está por debajo del nivel del mar. Es el propio hielo el que evita que el mar llene el cuenco y hace de tapa convexa. Pero si se rompe esa tapa o se mueve del borde del cuenco, el agua del océano entrará en el cuenco, erosionando el hielo inferior y, posiblemente, acelerando el proceso de deshielo.
Hay evidencias de que el deshielo inevitable se podría alcanzar si la Tierra se calienta más de 1,5 o 2ºC con respecto a las temperaturas preindustriales, y algunos expertos aseguran que el proceso ya está en marcha, lo que hace más urgente la reducción de emisiones.
El estado del hielo del polo norte también podría dar un vuelco peligroso. Es especialmente vulnerable ya que el Ártico se es están calentando el doble que la media del resto del mundo, afirma el informe.
El hielo de Groenlandia, que podría hacer subir el nivel del mar global más de siete metros si desapareciera, se derrite más rápido que en ningún momento de los últimos 350 años y está camino de superar los ritmos de deshielo de los últimos 12 000 años. En un solo día de calor de julio, se derrite suficiente hielo como para cubrir Castilla-La Mancha y Andalucía con una capa de agua de más de 5 centímetros.
El círculo vicioso que se crea es el siguiente. El cálido sol del verano derrite la nieve sobre el casquete de hielo, dejando expuesto el hielo más denso y oscuro de la parte inferior y, en ocasiones, creando piscinas de agua de deshielo. El hielo y el agua recogen más calor, provocando más deshielo, que provoca más piscinas y así en un ciclo pernicioso y destructivo. El deshielo estival solo empeorará a medida que se reduzca el casquete; a medida que pierde peso, su superficie se acerca al nivel del mar, donde el aire es más cálido y se acelera el proceso.
Las aguas oceánicas caldeadas por el calentamiento global roen los extremos del casquete, provocando que se desprendan cada vez más trozos de gran tamaño. Entonces, el hielo se desliza hacía abajo para cubrir el hueco dejado por los pedazos rotos, lo que provoca más desprendimientos y así sucesivamente. Es como sacar una bola de chicle de una máquina; las otras se apresurarán para ser la siguiente en salir.
El hielo de Groenlandia no desaparecerá mañana. Los científicos estiman que tardará unos 1 000 años en desintegrarse totalmente, y algunos milenios más si conseguimos recortar rápidamente las emisiones. Pero una vez el proceso llegue a ciertos límites, que algunos equipos estiman en torno a un calentamiento de 2,7ºC, o menos, el deshielo será casi seguro irreversible. Eso significa que el hielo seguirá derritiéndose durante décadas, incluso si se estabilizan las temperaturas.
A pesar de eso, "no tenemos por qué echarnos las manos a la cabeza", señala Twila Moon, una científica del clima del Centro de Datos de la Nieve y el Hielo de Colorado (EE.UU). "La cantidad de emisiones que lancemos a la atmósfera, cuánto permitamos que se caliente el mundo, será clave para marcar la velocidad del cambio".
Un estudio reciente aseguró que limitar el calentamiento global a 1,5ºC podría recortar el aumento del nivel del mar en este siglo a la mitad.
Una corriente oceánica crucial se podría frenar
El informe de la IPCC también señala que los peligrosos cambios en una corriente oceánica que regula el clima en el la cuenca atlántica también podrían ser permanentes si el cambio climático sigue desbocado.
El agua se mueve constantemente por los océanos del mundo llevando calor, carbón y muchas más cosas por todo el globo. En el Océano Atlántico, una parte de esa gigante y poderosa cinta transportadora lleva el calor hacia el norte a medida que recorre la costa occidental. Ese calor es clave para todo, desde el clima del día a día de Estados Unidos y Europa hasta los niveles del mar y las lluvias en África.
Pero el cambio climático está frenando esa corriente. La velocidad del agua se controla, en parte, por su densidad en Groenlandia, donde se suele enfriar muy rápido y hundirse en lo profundo del océano como una pelota rodando por pendiente abajo. Pero el agua que llega a ese punto de hundimiento es cada vez más cálida, y el deshielo de Groenlandia no para de verter agua fresca al torrente. Ambos factores provocan que el agua sea menos densa y se hunda menos, lo que desacelera toda la cinta transportadora. Los estudios apuntan a que se ha ralentizado un 15 por ciento desde mediados del siglo XX y que ahora se mueve más despacio que en ningún momento de los últimos 1000 años.
El colapso puede ir a peor. En el pasado, la cinta transportadora casi se detuvo, incluso puede que se detuviera del todo, lo que provocó un enfriamiento repentino y una alteración total de los patrones climáticos y de lluvias en toda la cuenca atlántica.
El nuevo informe del IPCC apunta que esta alteración es muy posible, aunque improbable antes de 2100. El declive constante, que posiblemente se prolongue durante siglos, podrían provocar que los patrones de lluvias de Europa y África se muevan hacia el sur, debilitar los monzones que anualmente riegan las zonas tropicales de África y Asia, que aumente el nivel del mar en la costa atlántica de Norteamérica medio metro o más, entre otras consecuencias.
Nadie sabe con exactitud dónde se sitúan los peligrosos puntos de inflexión. "Todos los elementos para que lo hagamos mal están ahí", afirma Paola Cessi, oceanógrafa de la Institución Scripps para la Oceanografía de California. "Y si seguimos por este camino terminaremos por llegar allí". Pero, de nuevo, una decidida acción climática todavía podría frenar el declive, ralentizar o incluso evitar las peores consecuencias.
El permafrost se podría desintegrar
En el Ártico hay más de 23 millones de kilómetros cuadrados de permafrost, tierra que permanece congelada todo el año. Estas tierras retienen enormes cantidades de material orgánico muerto, seguro e inerte mientras está congelado. Pero cuando el permafrost se deshiela, el material muerto se convierte en gases de efecto invernadero, el supercontaminante metano, al igual que dióxido de carbono. Hay más carbono atrapado en estas tierras del que hay en la atmósfera.
Como hemos dicho antes, el Ártico se calienta más rápido que el resto del planeta, desestabilizando el permafrost y lentamente desprendiendo carbono a la atmósfera, lo que acelera el calentamiento y el deshielo. Un informe interno del IPCC publicado en 2019 sugería que este proceso se intensificaría a partir de 3ºC de calentamiento, pero que el proceso no se detendrá si la temperatura sigue aumentando, explica Koven.
"Esperamos que este proceso actúe como una especie de acelerador, desestabilizando el sistema climático y complicando la labor de alcanzar nuestros objetivos", afirma el experto. Pero un importante recorte en las emisiones podría frenar, incluso revertir, las emisiones de carbono del permafrost, evitando los peores efectos de la aceleración.
El Amazonas podría convertirse en una sabana
Hoy por hoy, la selva del Amazonas hace algo extraordinario: fabrica su propia agua.
La lluvia se adentra en la parte oriental de la selva desde el Océano Atlántico. Los árboles la usan y la expulsan de nuevo, donde se condensa otra vez formando nubes que se lleva la brisa que va hacia el oeste dejando precipitaciones en su camino y continuando el ciclo. Una sola molécula de agua puede reciclarse hasta cinco veces a lo largo del ancho de la selva.
Pero, la deforestación, la degradación de la selva y el propio cambio climático interrumpen el proceso, afirma David Lapola, un investigador de la Universidad de Campina (Brasil), poniendo en marcha una transición de plantas selváticas a otras que prefieren condiciones más secas y provocando un cambio a largo plazo en todo el ecosistema.
Las especies adaptadas a climas más secos protegen más el agua, expirando y devolviendo menos al aire, rompiendo el ciclo de lluvia y provocando un clima más seco. Ya hay especies de secano que están echando raíces en las zonas del sureste del Amazonas.
El Amazonas retiene entre 150 000 y 200 000 toneladas de carbon, aproximadamente un 15 por ciento del presupuesto de carbono propuesto por el informe del IPCC para poder tener un 50 por ciento de posibilidades de no llegar a los 2ºC de calentamiento. Perder el agua podría significar perder mucho del carbono almacenado, explica Lapola.
Todavía no está claro dónde está el punto de no retorno. Un estudio sugiere que perder el 40 por ciento del bosque o superar los 4ºC de calentamiento provocaría un cambio irreversible y permanente. Otros creen que el límite es incluso menor. La deforestación galopante (se estima que se ha talado cerca del 20% de la selva) y el inexorable calentamiento nos están acercando a un punto en el que no podemos estar cómodos.
"Hace 20 años podíamos esperar que ocurriera esto, pero creíamos que no pasaría hasta 2050 o más tarde", se lamenta Lapola. Ahora, cuando mira a cómo estamos, tiene claro que "con lo que estamos viendo, puede que fuéramos muy conservadores"
La lista no para. Es momento de pasar a la acción
Estas son solo algunos de los cambios irrevocables que podemos esperar si seguimos calentando el planeta, explica el informe del IPCC. Los cambios en los mozones; el calentamiento, acidificación y pérdida de oxígeno de los mares; el incremento del calor extremo más allá de las capacidades humanas. El cambio climático llega a todos los rincones del mundo.
Pero, como cada pequeño aumento de calor tiene mucho más impacto que el pequeño aumento anterior, todavía podemos atajar las consecuencias más catastróficas si no ponemos manos a la obra.
Para Tim Lenton, un científico medioambiental de la Universidad de Exeter (Reino Unido) que lleva años avisando sobre la irreversibilidad del cambio climático, evitar esas consecuencias extraordinarias es ya un imperativo moral.
"Tenemos que actuar como si estuviéramos en una emergencia climática", afirma Lenton; "La gente se acaba de despertar y piensa: 'Mierda, los científicos no iban de farol'. Pero, ahora, 30 años más tarde, aquí estamos. Es la hora de tomar cartas en el asunto".
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.