Así luchan los surfistas contra el cambio climático
El impacto del calentamiento global coloca a las áreas costeras en primera línea frente a sus consecuencias. Convertidos en activistas medioambientales, surfistas y submarinistas tratan de amortiguarlo con acción, ciencia e innovación.
Un surfista espera de pie frente al mar en Mundaka, Vizcaya.
El 70 por ciento de la superficie del planeta está cubierta de agua y nuestros océanos contienen el 97 por ciento del agua de la Tierra, según cifras de Naciones Unidas. Sin embargo, cuando hablamos de cambio climático, a menudo nuestra mente viaja de forma automática hasta las fuertes olas de calor vividas en los últimos años u otros fenómenos meteorológicos extremos, dejando en segundo plano a las costas y océanos que se encuentran en el ojo del huracán.
En su papel como regulador climático global, a través de la absorción de calor y dióxido de carbono, el océano acapara algunos de los impactos de la cara más feroz del cambio climático. Más del 93 por ciento de todo el calor producido por las actividades humanas desde la década de 1950 ha sido absorbido por los océanos, según un estudio publicado en Geophysical Research Letters. Sin embargo, aún no alcanzamos a comprender el precio: la temperatura al alza, la acidificación y la pérdida de oxígeno de las aguas del planeta son algunos de los retos más urgentes.
Recién arrancada la Cumbre del Clima en Glasgow, la COP 26 coge el testigo de la conferencia anterior, la COP 25, bautizada como Blue COP por la importancia de la lucha por los océanos. “Significa que el océano es el núcleo, el corazón del clima, del tiempo, de la temperatura, el que modifica la química del planeta entero”, declaraba la oceanógrafa y exploradora residente de National Geographic, Sylvia Earle.
Conectados al océano
A sus 86 años, Sylvia Earle continúa sumergiéndose en el océano con su traje y su bombona de buceo. Como ella, los amantes de la vida en el agua, como submarinistas y surfistas, viven el minuto a minuto de las consecuencias que tiene el implacable cambio del clima. Para el 2100, según los investigadores de Stanford University, el 18% de los lugares donde se practica el surf de la costa californiana habrán desaparecido y un 16% habrán perdido su calidad. En el 2050, los surfistas ya empezarán a notar las consecuencias.
Hace algo más de 10 años, un grupo de surfistas del mar Cantábrico comenzó a darse cuenta de estas consecuencias y a luchar por la protección del océano y las rompientes donde se practica el surf. “Viajar y surfear por el mundo nos enseñó un océano global cuyas costas presentan hoy problemas compartidos que afrontar”, afirma Javier Cantera Gómez, cofundador de Surf & Nature Alliance, una organización sin ánimo de lucro dedicada a la conservación del medio marino. En 2012, ese movimiento se transformó en un colectivo social conocido como Time for Waves, que logró crear las primeras Reservas de Surf y Naturaleza en España, como la Reserva de Mundaka.
“Las rompientes de surf son de los lugares más impresionantes del mundo: son espacios únicos de carácter singular, efímero, dinámico, frágil y cambiante, pero esenciales en el sistema natural y en el balance energético marino y planetario”, afirma Cantera.
Debido a su estrecho vínculo, a menudo las iniciativas que tratan de amortiguar el impacto del clima surgen de estos deportistas y activistas climáticos. Hace dos años, la fundación australiana Clean Ocean Foundation creó Smart Wax, una fórmula para obtener cera para las tablas de surf que, con su uso habitual, neutraliza la acidificación del agua. A través de un pequeño corto apoyado por National Geographic alentaban a los surfistas del mundo a combatir, ola a ola, el aumento del ácido del agua.
“La clave para hacer un cambio notable es microdosificar el océano gradualmente con el tiempo para evitar desestabilizar su equilibrio natural. Esto convierte a los surfistas en el grupo perfecto. Con más de 35 millones de surfistas activos en todo el mundo, la efectividad de estas micro dosis aumenta significativamente, Clean Ocean Foundation podría convertir potencialmente 112 millones de litros de agua de mar ácida por día”.
En esta misma línea, otro grupo de surfistas creó la iniciativa Smart Fins, quillas “inteligentes” que registran la temperatura del agua y la ubicación para transferir datos útiles y que los científicos oceanográficos los utilicen en sus investigaciones.
El impacto en nuestras costas
Un estudio publicado en 2018 en Nature Communications, alertó sobre el aumento de la energía de las olas a nivel mundial. Este grupo de investigadores, liderados por la Universidad de Cantabria y Borja González Reguero, del Instituto de Ciencias Marinas, señaló una relación directa con el calentamiento del océano. “La energía de las olas ha aumentado a nivel mundial en un 0,4 por ciento por año desde 1948, y este aumento se correlaciona con el aumento de las temperaturas de la superficie del mar”, afirmó Reguero en un comunicado de la Universidad de Santa Cruz.
Hasta entonces, los análisis del clima marino habían identificado aumentos en la velocidad del viento y en la altura de las olas, pero hasta ese estudio no se había detectado una relación entre el cambio climático a nivel global y el aumento en la altura de las olas en ciertas regiones. En el litoral español, desde Canarias al Cantábrico y en el Mediterráneo, el aumento en el tamaño y la potencia de las olas no ha sido tan evidente como en otras zonas, según el estudio.
Sin embargo, las costas españolas presentan una situación especialmente vulnerable en la cuenca del Mediterráneo, una de las zonas cero de la crisis climática. El calentamiento en esta zona aumenta un 20 por ciento más rápido que en el resto del planeta, superando ya los 1’5 grados por encima de los niveles preindustriales. Si no se toman medidas adicionales para la reducción de los gases de efecto invernadero, en 2040 ese incremento llegará a los 2’2 grados y en 2100 podría llegar a los 3’8. Son las cifras del análisis de un grupo de más de 80 científicos en el informe Cambio climático y medioambiental en la cuenca mediterránea, realizado por la red Mediterranean Experts on Climate and Environmental Change (MedECC).
Más allá del calentamiento y de la subida del nivel del mar, otras amenazas menos conocidas desafían la supervivencia de nuestras aguas: la contaminación, la sobrepesca y falta de oxígeno bajo la superficie del océano. Según el informe Disminución del oxígeno en el océano global y las aguas costeras, las zonas sin oxígeno de los océanos se ha multiplicado por cuatro desde mediados del siglo XX por la actividad humana, y aquellas áreas costeras con muy poco oxígeno se han multiplicado por diez.
“El aumento de los nutrientes en el agua y de la temperatura favorecen el florecimiento de bacterias que extraen el oxígeno del agua creando las zonas muertas”, afirma el submarinista y explorador de National Geographixc Manu San Félix. La acidificación de los océanos podría acabar con el 50 por ciento de la vida marina si no se toman medidas para contrarrestar sus efectos antes del 2100, según datos de la Unesco.
Comprender cómo todas estas variables responden al calentamiento oceánico y sus implicaciones a nivel global y, de manera aún más directa, en las comunidades costeras, es una de las incógnitas que la comunidad científica sigue tratando de despejar. “Los efectos del cambio climático serán particularmente notables en la costa, donde los humanos y los océanos nos encontramos”, afirmó Fernando J. Méndez, profesor asociado de la Universidad de Cantabria. “El análisis de riesgos que ignora los cambios en la energía de las olas y en el aumento del nivel del mar puede subestimar las consecuencias del cambio climático y resultar en una adaptación insuficiente”.
El último informe especial Océano y criosfera en un clima cambiante del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) alertó sobre el papel clave del océano como amortiguador de gran parte de las consecuencias del cambio climático y, a su vez, como pieza fundamental de la lucha por la regulación del clima. “Tenemos que tomar en serio lo que dicen los climatólogos y los científicos. Tenemos que tomar acción ahora, antes de alcanzar ese punto crítico. Dándonos prisa aún estamos a tiempo, pero llegados a cierto punto no podremos seguir el ritmo”, afirmó Earle.