Los agricultores de plataneras de La Palma, en jaque tras las secuelas de la erupción
Mientras las consecuencias a largo plazo son todavía inciertas, el sector agricultor de la isla de La Palma pide al unísono no desaparecer del mapa junto a la erupción.
Una vista del volcán Cumbre Vieja desde la montaña de La Laguna.
La erupción del volcán de Cumbre Vieja, en La Palma, ha devastado durante tres meses a la isla a nivel orográfico, emocional y económico. Tres frentes que aún cicatrizan a un ritmo desconocido y cuya velocidad de avance a largo plazo se desconoce.
A pesar de que la erupción ha supuesto una importante oportunidad científica a muchos niveles, tratar de dar respuesta a la crisis humanitaria se ha convertido en el principal objetivo de vulcanólogos, sismólogos y geólogos desde el pasado 19 de septiembre. Secuelas que inundan todos los resquicios de la vida en la isla y que parece que harán que los tres interminables meses de lava y ceniza parezcan una nimiedad.
“La erupción es un espectáculo que tenemos la gran suerte y la gran desgracia de haber vivido”, afirma Juan Carlos Rodríguez, un agricultor platanero que, como tantos otros, ha visto sepultada bajo la ceniza su cosecha. “Todo arrancó de una manera suave que luego se convirtió en el monstruo que todos los días tomaba un matiz más virulento y más agresivo. Pensábamos que serían un par de casas y se convirtió en una tragedia de más de 3000 viviendas y más de 7000 damnificados”.
Tres semanas antes de la erupción del volcán, los habitantes de La Palma ya sufrieron un golpe de calor que se tradujo en un incendio urbano que se llevó 60 casas. “A lo largo de la vida de todos los palmeros que conozco, jamás habíamos vivido una situación similar. Pensamos que tiene mucho que ver con el cambio climático”, cuenta Rodríguez.
A pesar de la gran dificultad de calcular las pérdidas económicas, la consejera de Promoción Económica del Cabildo de La Palma, Raquel Díaz, las cifró en centenares de millones de euros. Un gran porcentaje del desastre se ha cebado con la agricultura, tanto en la zona cercana como en el resto de la isla a causa de la ceniza.
Desenmascarando las secuelas
En este terreno, la tragedia también comenzó de manera sigilosa. “La ceniza al principio parecía inocente, y nunca pensamos el daño tan grande que ha llegado a causar. No imaginábamos que algo aparentemente tan inofensivo podía desgarrar la vida de los palmeros de tal manera”.
Con un ritmo lento pero constante, la caída de la ceniza ha derribado invernaderos y las cosechas tardarán años en recuperarse de la devastación. El polvo volcánico ha invadido por completo cada grieta de las plantas y de los cultivos. En los invernaderos que siguen en pie, la capa de ceniza hace imposible la fotosíntesis de los cultivos que hay en el interior. “A día de hoy no podemos calcular el daño, pero hemos perdido la cosecha a dos años vista mínimo, eso quienes no han perdido su finca de por vida bajo la lava”. El terreno afectado por la erupción tardará miles de años en recuperarse.
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La Palma es la segunda isla canaria donde más agricultura hay, después de Tenerife. Unas 3000 hectáreas del suelo de la isla se cultivan actualmente con plantaciones de plátanos - supone el 43 por ciento de las casi 7000 hectáreas de superficie agrícola de La Palma -, pero también cítricos, verduras, aguacates y uvas destinadas a la elaboración de vino. Tan solo la industria platanera de La Palma exporta casi 150 000 toneladas de fruta, unos ingresos que superan los 130 000 millones de euros, según datos de ASPROCAN.
“Mi finca no se encuentra en la zona afectada por la lava, pero está teñida del gris de la ceniza”, cuenta Rodríguez. “Tratar de abarcar con la mirada la pérdida que va a suponer esta tragedia para los agricultores de La Palma es imposible”, cuenta Alejandro Hernández, portavoz de la plataforma de damnificados por la erupción de La Palma. “Tan solo en Los Llanos, Tazacorte y El Paso se encuentra la mitad de la producción platanera de la isla”.
El profesor de Economía Aplicada de la Universidad de La Laguna y coautor de la investigación Los pilares de la Economía de La Palma, Raúl Hernández, explica en su obra que no es necesario ensalzar el peso de la agricultura, porque de por sí es tan vital para la isla que no necesita generar un alto porcentaje del PIB, sino que un porcentaje pequeño ya tiene un peso muy relevante en los palmeros.
Solidaridad nacida de la resiliencia
Con las escasas posibilidades que ofrecen los pequeños territorios para generar nuevos empleos, tras el volcán el trabajo en La Palma se ha reducido a la mínima expresión. Tras cada uno de los datos sobre las personas que han perdido su medio de vida se encuentran los rostros protagonistas de miles de historias diferentes en las que la lava ha impactado, en mayor o menor medida, para siempre.
Según cuenta el agricultor, todas son un ejemplo de resiliencia: “De repente, de todo este drama, ha nacido una solidaridad desconocida para los palmeros. Nunca esperamos una reacción así. No puedo estar más orgulloso de los palmeros”.
Dentro de su suerte, este agricultor de La Palma se considera afortunado y así siente el ánimo de sus compañeros. “Hemos perdido temporalmente el trabajo, pero por duro que sea, sabemos que hay personas que han perdido sus hogares o sus tierras, su medio de vida”.
Las donaciones de los ayuntamientos de Los Llanos de Aridane y del Cabildo todavía no han llegado, algo que llevó el lunes a reunirse a más de 1500 personas para que se repartan los fondos que han logrado reunir gracias a las donaciones de muchas personas. “Es algo que jamás pensamos que fuera a ser necesario, ni un problema. Nos han ayudado muchísimo, pero hay cosas que no se gestionan bien porque no se pregunta al pueblo. Y las ayudas recibidas hasta ahora dan para unos meses, después los agricultores no tienen ningún tipo de posibilidad de sacar una varita mágica y recuperar la producción hasta, por lo menos, 2023”, afirma Hernández.
Además de a las consecuencias de la lava y la ceniza, los cultivos que siguen en pie se enfrentan a día hoy a otro gran escollo: la dificultad de llegar hasta ellos. Tanto por la pérdida de caminos y carreteras por la lava, como por la burocracia necesaria para llegar a la zona de exclusión, la cosecha actual se considera perdida por la dificultad de atender las duras tareas del campo de manera habitual. Muchos agricultores están además ubicados temporalmente lejos de sus tierras.
“Recorrer la misma carretera que has conducido toda tu vida y verla rodeada de casas enterradas en ceniza, invernaderos caídos y un panorama dramático, sencillamente no te lo puedes creer”, narra Rodríguez con la voz quebrada por la emoción. “Y en ese contexto, no terminamos de entender la dificultad de acceder a nuestras fincas aún teniendo el permiso concedido, ya sea por problemas de gestión o actualización de los datos del sistema”, denuncia Rodríguez.
Hacia la agricultura verde
Desde hace algunos años, son cada vez más las fincas palmeras que se incorporan a la agricultura sostenible con un fertilizante ecológico que aporta beneficios medioambientales y económicos.
El frenazo repentino que ha provocado el volcán de La Palma también ha sido visto por muchos agricultores como una obligación que ofrece una oportunidad única: replantear los sistemas en los que se basan sus cultivos para enfocarlos cada vez más hacia una agricultura sostenible.
“Queremos reconstruirnos y hacerlo de la mejor manera. Por eso nos pasaremos todos a la agricultura ecológica, porque estamos a dos pasos de que sea algo obligatorio en Europa, y así construiremos de nuevo nuestro medio de vida sobre una base más firme, para que el cambio climático no siga avanzando así de rápido”, cuenta Rodríguez.
“No sé cuánto tiempo pasará hasta que el mundo se olvide de nosotros”, se pregunta con preocupación. “Pero soy positivo, la actitud del palmero es luchadora. Encontraremos desde la unión la manera de tocar las teclas que nos devuelvan nuestro futuro”, concluye Rodríguez