Descubren una momia de cabra de 500 años en un glaciar europeo que se está derritiendo
El pequeño rebeco (o gamuza), una especie de cabra-antílope, podría anunciar más hallazgos espectaculares este verano a medida que los glaciares de los Alpes se derriten a un ritmo récord.
La gamuza momificada, una hembra joven, yace expuesta en el Gepatschferner, el segundo glaciar más grande de Austria, cerca de la frontera italiana y de la cumbre del Weißseespitze. Se calcula que el rebeco tiene unos 500 años.
Con los pies firmes en el glaciar, Andrea Fischer tira de la hoja de su motosierra formando un círculo a través del hielo y algunos fragmentos vuelan hacia su cara. Dentro del círculo: una cabra gamuza (también llamada rebeco) momificada, una entrañable mezcla de cabra y antílope perfectamente adaptada a los Alpes. Esta era solo una cría, una hembra joven de no más de 60 centímetros de altura.
"Creemos que tiene unos 500 años", cuenta Andrea Fischer, glacióloga alpina del Instituto de Investigación Interdisciplinaria de la Montaña de Innsbruck, Austria.
La piel se ha desprendido de la cabeza del animal, arrastrando con ella un cuerno y dejando al descubierto sus profundas cuencas oculares, pero sigue estirada y curtida sobre las vértebras y la caja torácica. Mechones de pelo de color nogal, ondulados por el viento, cubren sus patas con pezuñas, miembros poderosos y ágiles que en vida la habrían lanzado de roca en roca. Probablemente tenía unos dos años.
La glacióloga y líder del equipo, Andrea Fischer, coloca la gamuza en una lona de plástico para su transporte.
Un primer plano muestra el cuello del rebeco. Fischer recogió los trozos de piel esparcidos por el hielo.
La piel aún se aferraba a las poderosas patas del animal, que en vida le permitían saltar de roca en roca en los altos Alpes.
"Es increíble, y es increíble que estuviera situada exactamente donde llevamos a cabo nuestra investigación, y que hayamos pasado justo cuando estaba saliendo del hielo", dice Fischer, que lleva más de dos décadas estudiando los menguantes glaciares de Austria. Su compañero, llamado Martin Stocker-Waldhuber, estaba revisando una estación meteorológica cuando vio los cuernos de la gamuza asomando sobre el hielo derretido, a más de 3352 metros de altura en Gepatschferner, un gran glaciar de la frontera italiana.
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Los glaciares de los Alpes se están derritiendo a un ritmo sin precedentes este verano. Las escasas nieves del invierno pasado se derritieron pronto, dejando el hielo desprotegido frente a las olas de calor que últimamente han barrido el continente. Al final de la temporada, según Fischer, se habrán derretido hasta siete metros de hielo de la superficie de los glaciares de los Alpes orientales, mucho más que cualquier año anterior.
Aunque esta dramática pérdida es triste, también hay una emocionante sensación de anticipación. ¿Qué otras reliquias del pasado bien conservadas podrían emerger del hielo?
En los últimos años se han encontrado excursionistas perdidos en los Alpes, así como soldados congelados de la batalla a gran altura que libraron Italia y Austria durante la Primera Guerra Mundial. Algunos han sido encontrados parcialmente momificados en el hielo.
"Con el deshielo de los glaciares, debería haber más hallazgos de este tipo, y quizá también aparezcan en el hielo otros humanos", dice Albert Zink, director del instituto de estudios de momias de Eurac Research, en Bolzano (Italia). "En realidad, es bastante probable".
Lo que todo el mundo espera, dice, es otro humano prehistórico como el que lleva estudiando más de una década: Ötzi el Hombre de Hielo, descubierto por pura casualidad en 1991. Ötzi tiene cinco mil años, diez veces más que la gamuza de Fischer, pero este verano se están derritiendo miles de años de hielo en los Alpes.
La gamuza puede ser solo el principio.
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Un helicóptero a la gamuza
A primera hora del pasado 4 de agosto, el fotógrafo Ciril Jazbec y yo nos unimos a Fischer y a su equipo para el vuelo en helicóptero hasta la cima del Gepatschferner, donde las nubes se sitúan a la altura de los ojos.
Stocker-Waldhuber vio por primera vez los cuernos que sobresalían del hielo el verano pasado, pero salía muy poco del animal para poder extraerlo con seguridad antes de que la nieve del invierno lo enterrara de nuevo. Después de que se derritiera mucho más este verano, los investigadores aprovecharon una estrecha ventana de oportunidad para recuperar la gamuza.
"Tenemos dos días, tal vez tres", dijo Fischer cuando me habló por primera vez del hallazgo.
Los investigadores se preparan para cargar las gamuzas en el helicóptero para el vuelo de bajada de la montaña y luego el viaje de vuelta a Innsbruck.
A 3505 metros de altura el tiempo puede cambiar en un instante, haciendo que los vuelos en helicóptero sean demasiado peligrosos. Y una vez expuesta al aire por el derretimiento del hielo, la momia se habría descompuesto rápidamente, si es que los buitres barbudos que circulan en el cielo sobre el glaciar no la devoran primero.
Esto impide a Fischer tener tiempo para trabajar con la misma minuciosidad que un arqueólogo. Después de liberar la gamuza congelada con su motosierra y su piolet, la levanta del hielo y la coloca en una lámina de plástico. Comprueba el mal olor y envuelve rápidamente la momia y la sella con cinta adhesiva.
Fischer, originaria de los Alpes, cruzó por primera vez los glaciares cuando era adolescente. Gran parte de ese hielo hace tiempo que desapareció, cuenta.
Los 4000 glaciares de los Alpes llevan retrocediendo, en general, desde 1850, pero el cambio climático provocado por el hombre ha acelerado su desaparición. Para el año 2100, la mayoría habrá perdido la mayor parte de su hielo, dejando solo pequeños parches que pueden o no llamarse glaciares, según un informe especial del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático en 2019.
Los glaciólogos como Fischer saben todo esto. Y aun así, dice, "creo que ninguno de nosotros podría haber imaginado lo dramático que podría ser este verano".
En el Gepatschferner, los ruidos del goteo y el crujido se hacen más fuertes a medida que el sol se eleva, como si el glaciar estuviera tocando su propio réquiem. Al mediodía, mucho antes de subir al helicóptero para descender de la montaña, tropezamos con charcos que nos llegan hasta los tobillos.
Martin Stocker-Waldhuber recoge datos y ajusta la estación meteorológica automática. Fue en una visita a la estación en 2021 cuando vio por casualidad los cuernos de gamuza asomando por el hielo.
Según Fischer, bajo la gamuza quedan unos ocho metros de hielo que datan de hace 6000 años. Calcula que este lugar perderá unos 4000 años de hielo este año.
Hallazgos como este son raros
A principios del verano, acompañé a Fischer en un viaje a otro de sus lugares de investigación, el glaciar Jamtal, en la frontera entre Austria y Suiza. Mientras subíamos por el estrecho valle, me señaló un cerco de piedra desmoronado y cubierto de maleza, construido por humanos prehistóricos para proteger a las vacas, ovejas y cabras de los osos y los lobos. Este tipo de vestigios de asentamientos desaparecidos están dispersos por los Alpes.
Hace unos 6000 años, gran parte de los Alpes orientales estaban libres de hielo. Como los valles eran pantanos densamente arbolados, las laderas de las montañas eran el lugar donde vivía la gente. Pero hace 5000 años, cuando Ötzi fue atravesado por una flecha y murió desangrado en el glaciar de Similaun, a pocos kilómetros al sureste de Gepatschferner, el hielo había empezado a crecer de nuevo.
Tras su descubrimiento, hace 31 años, se creyó primero que Ötzi era un excursionista o esquiador del siglo XX que había muerto en un accidente. Un policía local le cortó la cadera al intentar sacarlo del hielo. Para facilitar el transporte por las montañas, le partieron el arco por la mitad. Luego, el enterrador del pueblo le rompió el brazo para que cupiera en un ataúd.
El grado de chapuza en la recuperación de este tesoro arqueológico parece ahora ridículo, pero los científicos se quedaron boquiabiertos cuando se dieron cuenta de que Ötzi era una momia antigua y completamente intacta. Nunca se había encontrado nada parecido en un glaciar. Y no es para menos, dice el arqueólogo noruego especializado en glaciares Lars Holger Pilø.
El taxidermista Peter Morass, del Ferdinandeum, el museo estatal tirolés de Innsbruck, mide un cuerno de gamuza.
Aunque no cabe duda de que han muerto innumerables seres humanos y animales en los glaciares, explica Pilø, no deberíamos esperar encontrar muchos de ellos, porque el hielo de un glaciar está en constante movimiento, fluyendo lentamente hacia el valle y siendo repuesto por la nieve fresca en la cima. A lo largo de los siglos, el hielo arrastraría animales y seres humanos muertos.
"Sus cuerpos habrían sido dañados y aplastados por el hielo en movimiento", dice Pilø.
Sin embargo, desde Ötzi, los científicos se han dado cuenta de que hay excepciones a esta regla: parches inmóviles adyacentes o incluso en medio del mar de hielo en movimiento. Lugares en los que el lecho de roca es plano y el hielo lo suficientemente frío como para congelarse en él, y no tan grueso como para empezar a fluir por su propio peso.
El taxidermista Peter Morass en su laboratorio del centro de investigación del museo del Tirol.
La glacióloga Andrea Fischer dirigió el equipo que recuperó la gamuza.
Martin Stocker-Waldhuber fue quien descubrió la gamuza.
Pilø ha identificado más de 60 manchas de hielo inmóviles sólo en su condado noruego de Innlandet. Descubrir una momia humana en una de ellas, dice, es su "santo grial".
¿Otro Ötzi este año?
La gamuza de Fischer está ahora a salvo en un congelador a 20ºC bajo cero en las afueras de Innsbruck, en el centro de investigación del Ferdinandeum, el museo estatal tirolés. El animal está a la espera de ser sometido a una tomografía computarizada - un procedimiento para el que se utilizan rayos X con el objetivo de lograr imágenes detalladas del interior del cuerpo - y de que se le examine el interior de su intestino.
Al estudiarlo junto con una momia de gamuza de 400 años de antigüedad que el equipo de Zink recuperó en 2020, los científicos esperan aprender más sobre la historia poco conocida de esta especie, y quizá sobre por qué los dos animales se aventuraron a los glaciares y perecieron allí.
"Hasta ahora, lo mejor en lo que he trabajado ha sido un panda del zoo", me dijo Peter Morass, taxidermista jefe del Ferdinandeum. "Pero esta gamuza lo supera todo". En el futuro, la gamuza se expondrá en una muestra especial en el museo de Innsbruck, Austria.
La gamuza se mantiene en un congelador en el centro de investigación del Ferdinandeum. Finalmente se expondrá en el museo.
Para Zink, las dos gamuzas son una oportunidad de aprender más sobre los mismos procesos de momificación que produjeron a Ötzi, y sobre la mejor manera de recuperar y conservar las momias de hielo en todo el mundo. Su instituto ya ha desarrollado cajas de conservación que pueden mantener los especímenes orgánicos sellados y estables a un coste mínimo.
"Así, cuando salgan más, estaremos preparados", dice Zink.
Encontrar momias nunca formó parte del plan de Fischer. Como glacióloga, le interesaban los puntos inmóviles de los glaciares por una razón diferente: son lugares donde puede perforar el hielo antiguo y extraer un registro de cómo el clima se ha calentado y enfriado en los Alpes a lo largo de los milenios.
Andrea Fischer recoge trozos de piel del lugar donde extrajo la cabra gamuza. También encontró algunos trozos de madera y cuero viejos.
Pero ahora que el clima se está calentando rápidamente, se da cuenta de que su trabajo como glacióloga la ha posicionado perfectamente para encontrar al próximo Ötzi.
A finales de este verano, cuando los glaciares lleguen a su punto álgido de deshielo, planea sobrevolar los lugares que aún conoce; ha encontrado unos 10 en los Alpes austriacos. Explorará el hielo en busca de señales de que otro hombre o mujer de hielo esté saliendo a la luz.
"Si ocurre", dice, "será este verano".
Después de informar durante años en Asia, la escritora austriaca Denise Hruby ha vuelto a su país para centrarse en los retos medioambientales de Europa. El esloveno Ciril Jazbec fotografió los urgentes esfuerzos por salvar el invierno en los Alpes para un artículo del número de marzo de 2022, cuyo texto escribió Hruby.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.