Las piscifactorías siguen siendo una asignatura pendiente en Estados Unidos
Los estadounidenses importan el 90% de su pescado y marisco, el 50% del cual procede de la acuicultura, pero la concesión de permisos sigue siendo un obstáculo para ampliar las piscifactorías en alta mar.
Las jaulas sumergibles de Blue Ocean Mariculture, en Hawái, albergan miles de kanpachi hawaianos, un pescado muy popular entre los chefs.
La piscifactoría está a unos 800 metros de la costa de la isla de Hawái, pero el agua es profunda, de hasta 73 metros, y la corriente es fuerte. Rompiendo el horizonte azul, dos de las pirámides de red de 33 metros de altura de Blue Ocean Mariculture sobresalen, meciéndose con las olas. 15 metros de cada red flotan bajo el agua.
Dentro de estos recintos hay unos 100 000 kampachi hawaianos (Seriola rivoliana), de unos dos kilos cada uno, esperando a ser recogidos y vendidos. Observé los destellos plateados de los peces, un tipo de rabil, cuando el sol incidía justo debajo de la superficie del agua. Esta especie es cada vez más popular entre los cocineros, ya que resulta versátil en platos de textura carnosa y escamosa.
Estados Unidos importa el 90% de los productos del mar que consume, desde gambas hasta salmón y cangrejo. En todo el mundo, más del 50% del pescado y marisco procede de la acuicultura.
A lo largo de las costas, en aguas estatales de Estados Unidos, se pueden encontrar criaderos de marisco desde Virginia hasta Maine, criaderos de trucha en el estado de Washington (costa noroeste) y sistemas de acuicultura de recirculación de salmón en Florida. Pero el país sólo tiene una piscifactoría situada en aguas federales, la de la costa de Hawái.
Los kanpachi hawaianos (Seriola rivoliana) se cultivan desde el huevo hasta la cosecha en Keahole Point, en Kona (Hawái).
España es líder en Europa, con 327 309 toneladas de pescado producido en piscifactorías en 2021. Otros países, en cambio, aún tienen mucho trabajo por hacer. Y eso que ya cuentan con las condiciones propicias: con los recursos de la tierra agotados para uso agrícola (alrededor del 52% de la tierra de Estados Unidos se destina a la producción agrícola) y la sobrepesca eliminando las poblaciones de peces salvajes, la acuicultura en alta mar presenta una oportunidad para producir más proteínas de forma sostenible para el medio ambiente.
"La acuicultura parece presentar no sólo el mayor potencial, sino quizá el único, si queremos producir las proteínas adicionales necesarias para alimentar al mundo", afirma Daniel Benetti, director de acuicultura de la Universidad de Miami (Florida).
Los activistas contra la acuicultura afirman que los escapes de peces y las enfermedades son amenazas importantes para los ecosistemas circundantes, y en el pasado lo han sido. Pero, gracias a los avances tecnológicos y a los piensos para peces, estudios recientes han demostrado que las piscifactorías en alta mar, cuando están bien situadas, apenas suponen una amenaza para el medio ambiente.
Entonces, ¿por qué Blue Ocean es la única granja de acuicultura en alta mar de Estados Unidos?
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Demostraciones en alta mar
El concepto de piscicultura no es ajeno a los hawaianos. El estado tiene una rica y sólida historia de acuicultura; sus gentes han confiado en técnicas ancestrales, como el uso de estanques piscícolas, durante miles de años.
Pero hoy en día, para una piscifactoría en alta mar en cualquier otro estado, recibir permisos es un proceso largo, costoso y fragmentado; la Agencia de Protección Medioambiental, la Guardia Costera de EE. UU., la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica, el Cuerpo de Ingenieros del Ejército y el estado tienen voz y voto en la concesión de permisos y la revisión de los planes de negocio. El público tiene la oportunidad de opinar a lo largo de todo el proceso, y también son frecuentes los pleitos, como el de un grupo de defensa de los derechos de los animales que ha demandado a la Agencia de Protección del Medio Ambiente por su aprobación de un permiso de un proyecto de muestra en alta mar frente a la costa de Sarasota (Florida).
Unos buzos inspeccionan un recinto donde se crían jureles del tipo Seriola rivoliana en una piscifactoría frente a la Gran Isla de Hawái.
La historia de Blue Ocean comenzó en 2001, cuando se lanzó como un proyecto para demostrar cómo sobreviviría una piscifactoría en alta mar y cómo afectaría al océano en Hawái. Con una sola red en el agua, la empresa vigilaba de cerca la calidad del agua, la salud de los peces y el impacto ambiental. Tuvo éxito y, ocho años después, la empresa hawaiana se convirtió en la primera y única piscifactoría comercial de peces de Estados Unidos.
En un soleado día de junio, me puse la máscara y el tubo y me lancé al mar. El agua era de un azul degradado, casi negro, mientras nadaba alrededor del corral, intentaba ver el fondo marino... y no podía. En cambio, y como prueba de la limpieza de la granja, el coral, uno de los organismos más volátiles y sensibles, crecía en las partes de acero de los corrales. Abundaban las focas monje, los píntanos y los jureles gigantes, que nadaban alrededor de la jaula sin perderme de vista. Me dijeron que también había tiburones, pero en aguas más profundas; pero, más tarde, se dieron una vuelta cerca de las redes.
Neil Sims, fundador de Blue Ocean y ahora director general de la empresa de investigación y desarrollo Ocean Era, no ha terminado de intentar ampliar las granjas marinas a otros estados. Vuela regularmente a Florida desde Hawái para llevar a cabo otro proyecto piloto (que consiste en un corral de redes) en el golfo de México.
Ya va por el sexto año y, debido a las trabas para obtener permisos, no hay ningún corral en el Golfo.
Sin embargo, Sims no se da por vencido. "Tenemos que ser un poco más audaces", afirma.
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Futuras granjas oceánicas
El mayor obstáculo para la expansión en alta mar es el proceso de concesión de permisos, dice Dick Jones, director general de Blue Ocean.
Sin embargo, el Congreso tiene los ojos puestos en el asunto. Tanto la Cámara de Representantes como el Senado han vuelto a presentar un proyecto de ley a propuesta de los dos partidos denominado Advancing the Quality and Understanding of American Aquaculture (AQUAA) Act [Ley para la mejora y el mayor entendimiento de la acuicultura americana]. El proyecto de ley crearía normas nacionales para la acuicultura en alta mar y aclararía un sistema regulador para la cría de peces en el océano estadounidense.
También se ha presentado en la Cámara de Representantes, con apoyo de los partidos, la Science-based Equitable Aquaculture Food (SEAfood) act [Ley para una producción de acuicultura equilibrada y basada en la ciencia] que autorizaría estudios y programas piloto relacionados con el desarrollo y la producción de la acuicultura en alta mar.
Más allá del Congreso, la Casa Blanca ha creado este año el Plan de Acción sobre el Clima Oceánico, en parte con el objetivo de "reducir los costes y plazos de ubicación y obtención de permisos para las operaciones de acuicultura a escala comercial nuevas y existentes".
Es evidente que el Gobierno está tomando el pulso al asunto, pero siguen sin estar claros los plazos para la puesta en marcha de las decisiones.
"Si ambas partes se ponen de acuerdo en los puntos de discrepancia y conseguimos que se apruebe la legislación, la industria acuícola estadounidense se disparará", afirma Jones.
Mientras flotaba en el Pacífico, miraba fijamente a los kampachi en la jaula, hipnotizado mientras se movían al unísono unos con otros, fluyendo con la corriente. Son peces curiosos: a donde nadaba, me seguían 200 000 ojos.
Al alejarme en barco, observé las jaulas hasta que las pirámides y las tripulaciones se esfumaron en el horizonte, perdidas en el gran mar hawaiano.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.