Sotalbo y cómo sanar las heridas de un incendio forestal
Un padre y su hijo ayudan para restaurar el monte de Sotalbo (Ávila) afectado por el incendio forestal de la Sierra de la Paramera de 2021, como parte de un proyecto de reforestación con apoyo financiero de la National Geographic Society.
Los apenas 250 habitantes del municipio de Sotalbo, en la provincia de Ávila, han sido afortunados de vivir rodeados de frondosos valles montañosos y paisajes impresionantes; pero el 14 de agosto del 2021, un grave incendio forestal arrasó con más de 20 000 hectáreas, uno de los más agresivos de la última década en España.
“Ese día mi vida y mi casa corrieron peligro, durante un desalojo la dirección del aire cambió, y de repente nos vimos rodeados de llamas”, comenta Ana María Jiménez, habitante de Sotalbo, con voz entre cortada. La Delegación del Gobierno en Castilla y León aseguró que un vehículo habría sido el causante de la catástrofe, que puso en peligro la biodiversidad y los habitantes de la comunidad de Sotalbo, las llamas del motor fueron alimentadas por la sequedad del terreno y las altas temperaturas que caracterizan al verano español.
Un árbol muerto tras el incendio de 2021 en las proximidades de Las Fuentes de las Aguas Frías, en Sotalbo.
Jiménez, como muchos de sus vecinos, vio de lejos peligrar sus casas, pero gracias a la colaboración vecinal, lograron protegerla de las llamas, aunque sus córneas sufrieron lesiones.
La velocidad del fuego era tan abrasadora que personas como Juan Carlos Del Nogal, describieron la situación como “pólvora encendida”. Del Nogal, también habitante de Sotalbo, relata que llegaron a ver las llamas en las lejanas montañas a las 23:00, pero al cabo de ocho horas el fuego había llegado de forma inesperada al pueblo. “Fue realmente desgarrador recordar los hermosos bosques que tenía Sotalbo antes del incendio y que ahora no quede nada”, señala Juan Carlos, apasionado de la naturaleza.
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Cómo superar la devastación más allá de las llamas
Pero la devastación no paró cuando se extinguieron las llamas. El incendio trajo distintas consecuencias, entre ellas fuertes riadas que se producen en la zona al llover por no haber vegetación, sumado a una serie de carencias y atención que requiere esta comunidad abulense. Es por ello, que un grupo de habitantes decidieron actuar, creando actividades para generar un cambio positivo por medio de Sotalbo Resurge, dirigido por Ana María Jiménez.
La labor motivada por la resiliencia de los sotalbeños, llamó profundamente la atención de un grupo de National Geographic Explorers, conformados por Jordi Jon, Laia Crespo y Sanne Derks, quienes se vieron sorprendidos ante la tenacidad de la población de Sotalbo, de querer hacer algo para mejorar la situación precaria que les dejó el incendio. Así que decidieron apoyarles a través de la realización de un proyecto de reforestación y presentarlo a la National Geographic Society en busca de apoyo financiero.
“Hubo una pérdida del entorno natural en Sotalbo. Ahora es un sitio desolado; hemos visto fotos de antes y había bosque, pero ahora ya no hay nada y es admirable la resiliencia de sus habitantes”, señala Jordi Jon, periodista y fotógrafo, mientras explica que el propósito se trataría de un proyecto holístico, que busca desarrollar una iniciativa de recuperación ecológica a largo plazo ya impulsada por los habitantes del pueblo, acompañada de talleres educativos, un plan de reforestación y una pieza audiovisual, para inspirar o impulsar a otras personas a tener más consciencia medioambiental.
Sanne Derks, antropóloga y fotógrafa documental, no dudó en formar parte del equipo, pues dedica su trabajo a retratar resiliencia ante los retos que plantea el cambio climático, que cada vez cobra más presencia en nuestro entorno, y que ya ha realizado otros proyectos sobre pueblos en dificultades en España. “El proyecto nos ha permitido realizar una combinación de diferentes actividades, que nos ayudaría a crear una población más consciente, y convertirla en un posible generador de cambio en el futuro”, señaló la Exploradora.
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La preparación del terreno
Para llevar a cabo la reforestación, especialmente en un territorio afectado por un incendio hay que tomar en cuenta una serie de consideraciones. Rodrigo Gandía, miembro de Gestión Forestal del Servicio Territorial de Medio Ambiente de Ávila, fue el encargado de dirigir la limpieza del terreno para la reforestación. “Se tomó la decisión de proceder a la reforestación porque la masa arbolada se consumió prácticamente por completo, y la que quedó no tenía capacidad de autoregenerarse a corto plazo, por lo que debíamos actuar cuanto antes”, explica Gandía.
Los trabajos de preparación de terreno no fueron una tarea fácil, se enfrentaron a una zona con pendientes, piedras y tocones, que requirieron del uso de una retroaraña, una máquina especial para trabajos en el monte y en pendientes pronunciadas.
Plántulas sumergidas en Las Fuentes de las Aguas Frías, en Sotalbo, listas para su siembra.
Una vez finalizado este paso, Michael O’ Brien, científico de Estación Experimental de Zonas Áridas del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), sería el encargado de dirigir el proceso de reforestación, en 12 hectáreas afectadas que fueron destinadas para realizar este proyecto, involucrando a unas 30 especies dirigidas a enriquecer nuevamente la biodiversidad local. “Utilizamos distintos tipos de plántulas, entre ellas unas que necesitarían muchos años para crecer por completo, pero serían más resistentes a las sequías, como los robles, y otras que crecería muy rápido como los fresnos, pero serían más delicadas”, señala O'Brien.
El experto estima que se necesiten entre cinco a 10 años para ver resultados de las plántulas que deberían de crecer con más rapidez, tomando en consideración un margen de mortalidad, a consecuencia de las altas temperaturas de verano y el cambio climático.
Educación ambiental, la clave del futuro
“Lo que se ha pretendido con las actividades que hemos llevado a cabo con las escuelas de la zona, es ofrecer información al alumnado, facilitar un espacio donde puedan discutir y compartir vivencias”, menciona Laia Crespo, bióloga, educadora y Exploradora encargada de dirigir el proyecto de docencia medioambiental.
La educación ambiental pretende aportar y asentar conocimientos sobre el entorno natural y la relación que éste tiene con el ser humano. De acuerdo con la educadora, “además de adquirir conocimientos, la educación ambiental es clave porque supone un impacto emocional que desencadena sentimientos de felicidad, empatía, satisfacción personal, pertenencia a un colectivo y/o lugar, y representa un aumento de la concienciación medioambiental, así como el desarrollo de actitudes y comportamientos proactivos y solidarios para la protección del medio ambiente".
La zona conocida como 'El Collado', en Sotalbo (Ávila), donde se llevó a cabo el proyecto reforestación tras el incendio forestal de 2021.
La actividad pedagógica ha consistido en un taller de preparación en clase con grupos de alumnos del Colegio Rural Agrupado (CRA Valle Amblés) y el IESO Villa de Sotillo, y posteriormente una excursión a Sotalbo. En el taller de clase, se destacó "la importancia de los bosques, las consecuencias de los incendios sobre los ecosistemas y comunidad locales, así como también la importancia de fenómenos globales como el cambio climático y la insostenibilidad".
Crespo destaca la importancia que tiene para afianzar estos conocimientos el que los estudiantes se puedan identificar con el objeto de estudio, en este caso a través de las vivencias directas o cercanas de lo qué es un incendio forestal y sus consecuencias. Además, "en la excursión a Sotalbo para plantar árboles en una parcela afectada por el incendio, el alumnado tuvo la oportunidad de ver in situ varios de los temas tratados en clase".
La docente resalta que “la experiencia de haber plantado un árbol puede tener un impacto en sus conocimientos, sentimientos y actitudes clave para su desarrollo”. Sin embargo, Crespo ha señalado que se trata de una tarea que debe perdurar en el tiempo para obtener resultados óptimos: “Volveremos porque nuestra idea es que esto no quede en algo anecdótico y creemos que actividades de este tipo, de algún modo tienen que tener una continuidad”.
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Voluntariado y resiliencia
A pesar del incendio arrasador, el pueblo abulense ha encontrado la manera de empezar a sanar. Desde iniciativas como Sotalbo Resurge, que nace del sentimiento de desesperación de los vecinos para darle difusión a la catástrofe, hasta grandes proyectos que han llegado unir a cientos de desconocidos unidos por la naturaleza.
Jiménez, la representante de Sotalbo Resurge, comentó que entre las primeras actividades que llevaron a cabo fue un festival de música Folk, “porque yo sentía que mis raíces se habían quemado y habían desaparecido y consideré que la música tradicional había que ponerla en valor”.
Un anuncio en Facebook sobre la reforestación en Sotalbo despertó la inspiración de Luis Pérez, miembro de un club de montañismo llamado Los Brajales, ubicados en Cebreros, un pueblo, también de Ávila, que ha sufrido incendios durante los últimos dos años. “Vimos la comunicación por la red social, y sin pensarlo dos veces regué la voz, fuimos un grupo a ayudar porque nos sentíamos identificados”, señala Pérez, que aspira a realizar un futuro plan de reforestación en su comunidad, motivado por el voluntariado en Sotalbo.
De acuerdo con el equipo de Explorers, tuvieron la participación de más de 100 voluntarios a lo largo de los días, de todas las edades, desde niños de tres años hasta lo más mayores que superaban los 80 años, “era un trabajo físico arduo, pero eso no fue ningún obstáculo para lograr los objetivos”, señala el grupo de Exploradores.
O’ Brien, con una amplia experiencia en proyectos de reforestación, comentó lo emocionante que resultó la cantidad de voluntarios y la disposición, sobre todo, de los habitantes de Sotalbo: “Estuve allí varios días para estar pendiente del terreno y la gente del pueblo se acercaba, se preocupaban por mí y me traían comida. Se interesaron mucho por el proyecto y me facilitaron el trabajo, además todos hacían preguntas porque querían entender lo que hacíamos. Se nota que es una comunidad conectada y comprometida con la naturaleza”.
Las jornadas de reforestación solían terminar con una comida compartida que unía a personas de distintas edades, nacionalidades y hasta condiciones físicas, pero como resume Jiménez: “Es muy gratificante poner una semilla y ver cómo la gente se involucra, incluso quienes no tienen vínculos con nuestro municipio. Esa es la verdadera concienciación ambiental”.
El proyecto de reforestación liderado por los Exploradores de National Geographic fue financiado por una beca de la National Geographic Society.