Lo que un mar desaparecido puede enseñarnos sobre la vida después de un desastre medioambiental
Hace sesenta años, el mar de Aral empezó a secarse, dejando a su paso un suelo salino y estéril. Las lecciones aprendidas aquí ayudarán a otras partes del mundo que sufren el cambio climático.
El mar de Aral fue en su día el cuarto lago más grande del mundo, pero hace 60 años la industria local desvió los ríos que lo alimentaban para regar campos de algodón. Hoy, el lago es una cuarta parte de su tamaño anterior, y los científicos están utilizando la región para probar lo que puede crecer con éxito en condiciones ambientales extremas.
Hoy en día, el pueblo de Karauzyak, al oeste de Uzbekistán, es un lugar polvoriento. Rodeado de un paisaje árido de matorrales secos y suelos salinos, es difícil creer que el pueblo estuvo una vez a orillas de un río crecido, a 50 kilómetros de la orilla del cuarto lago más grande del mundo. En los últimos 50 años, ese lago, el mar de Aral, se ha secado casi por completo, en lo que a menudo se denomina el “peor desastre medioambiental del mundo”. Ahora es difícil cultivar casi nada en Karauzyak, salvo Atriplex, o arbusto salado.
En una parcela de 3,5 hectáreas cercana al pueblo, un equipo de investigadores japoneses cultiva esta planta amante de la sal, conocida científicamente como un halófilo, para ver si puede ser un cultivo viable para los agricultores de la región e incluso alimentar una pequeña industria láctea. Han alimentado con ella a las vacas de una granja cercana y han descubierto que ayuda a retener la escasa humedad del suelo sediento, y que puede cultivarse sin necesidad de grandes cantidades de fertilizantes.
Mientras sostiene una ramita verde y polvorienta de Atriplex, Kristina Toderich, experta en halófilos de la Universidad de Tottori (Japón), explica por qué esta planta amante de la sal entusiasma a científicos como ella: “No necesita agua. No necesita nada”.
Toderich es una de las investigadoras principales de un proyecto que utiliza el antiguo lecho marino y el delta fluvial cercano como laboratorio viviente. Forma parte de una iniciativa japonesa más amplia de ayuda exterior y colaboración científica llamada SATREPS. En colaboración con el servicio hidrometeorológico de Uzbekistán, el UZGIP, los investigadores están recopilando datos climáticos en tiempo real e imágenes por satélite para comprender mejor las condiciones de la zona del mar de Aral: cuánta agua queda, a qué velocidad está desapareciendo y qué tipo de cultivos se cultivan allí.
Según Kenji Tanaka, hidrólogo que estudia los efectos del cambio climático en los recursos hídricos y director del proyecto SATREPS, a partir de los resultados están elaborando un modelo de agricultura sostenible en la región, recomendando a los agricultores que adopten nuevos métodos de irrigación y planten cultivos más resistentes a la sal y la sequía.
“¿Qué zonas están secas? ¿Qué zonas tienen suficiente agua?”. Respondiendo a estas preguntas, dice Tanaka, “podemos distribuir el agua realmente donde la necesitan”.
Kristina Toderich, experta en agricultura biosalina de la Universidad de Tottori (Japón), sostiene semillas de amaranto. Toderich trabaja con el equipo de SATREPS para desarrollar un modelo de agricultura climáticamente inteligente en la región.
El Centro Internacional de Innovación de la Cuenca del Mar de Aral cultiva algodón cerca del antiguo gran lago para encontrar nuevas variedades del cultivo que requieran menos agua.
Su objetivo último es revitalizar una región devastada por la agricultura intensiva.
Estos cambios medioambientales no son exclusivos del mar de Aral.
La Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación ha advertido de que una superficie del tamaño de Asia Central se ha degradado por la sequía, la salinización y el uso excesivo desde 2015. Al aprender lo que puede crecer en el mar de Aral, SATREPS podría aportar soluciones para otras partes del mundo que se enfrentan a problemas similares, desde la cuenca del lago Chad en África occidental hasta el Gran Lago Salado en Utah, Estados Unidos.
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Por qué se secó el mar de Aral
A partir de la década de 1960, las autoridades soviéticas desviaron los ríos que desembocaban en el mar de Aral para producir algodón en los campos cercanos. Sin ríos que rellenaran regularmente el mar, el gran lago empezó a evaporarse, los niveles de agua cayeron en picado y el mar en retirada dejó tras de sí un suelo cada vez más salino en el que no podían crecer los cultivos habituales. En la actualidad, se sigue cultivando algodón en una región árida que recibe una media de sólo 10 centímetros de lluvia al año.
No está claro si el Gobierno uzbeko adoptará las recomendaciones del equipo SATREPS. Pero hasta ahora, el país parece abierto al cambio; el presidente Shavkat Mirziyoyev, que prometió flexibilizar las rígidas políticas de la era soviética de su predecesor, Islam Karimov, puso fin al requisito de que todos los ciudadanos uzbekos recojan algodón si son llamados, y ha hablado en las Naciones Unidas sobre los efectos de la desertificación y la degradación de la tierra en su país.
El cambio climático hace que estas adaptaciones sean aún más urgentes. La temperatura media de la cuenca del Aral ha aumentado unos dos grados centígrados desde 1968. Y la propia contracción del mar de Aral ha afectado al clima; al desaparecer el agua, el aire se volvió más seco y perdió el efecto refrigerante del lago cercano, creando un bucle de retroalimentación que dio lugar a un tiempo más caluroso y seco. Las tormentas de arena esparcen ahora polvo y metales pesados tóxicos por los pueblos cercanos, mientras que la retirada del agua ha provocado una acumulación de sales en el suelo.
El proyecto de Tanaka tiene varios componentes. Además del Atriplex, los investigadores de SATREPS están plantando cultivos como sorgo, judía mungo y amaranto en parcelas de prueba para saber cuáles pueden sobrevivir mejor en suelos secos y salinos. Hasta ahora, han desarrollado variedades prometedoras de trigo y cebada de invierno.
También están recogiendo datos por satélite para medir las precipitaciones, la radiación solar y la humedad del suelo en la región de Aral, que pueden utilizarse para ayudar a los agricultores a decidir qué cultivos plantar o cuándo regarlos. Este tipo de análisis en tiempo real, conocido como agricultura de precisión, ya se utiliza ampliamente en Japón. Tanaka espera que, al proporcionar los datos gratuitamente a partir del año que viene, el proyecto SATREPS pueda ayudar a empresas y organismos públicos a desarrollar herramientas que los agricultores puedan utilizar a la hora de planificar sus estrategias de riego.
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Adaptarse al futuro
Los socios de SATREPS también están llevando a cabo sus propios experimentos. El Instituto de Agricultura y Agrotecnología de Karakalpak ha estado probando distintos métodos de riego, como sistemas de goteo que suministran agua a plantas concretas, para ver qué tecnología utiliza el agua de forma más eficiente. Y el Centro Internacional de Innovación para la Cuenca del Mar de Aral, un organismo gubernamental de la región, está cultivando plantas resistentes en suelo recogido del antiguo lecho del lago.
Estos datos no solo son útiles para la agricultura.
Una devastadora tormenta de arena en 2018, que destruyó cultivos y mató ganado a una escala nunca vista, fue una llamada de atención para la región, dijo Bakhytzhan Khabibullaev, director del centro. El Gobierno de Uzbekistán inició una estrategia para plantar saxaul, una planta halófila autóctona de la zona, en el lecho seco del lago para fijar el suelo y combatir las tormentas de polvo y sal.
Pero los investigadores advierten contra la idea de que el mar de Aral pueda “salvarse” o volver a su estado anterior. En su lugar, los científicos se centran en nuevas formas de agricultura e industrias que puedan ayudar a las comunidades locales a adaptarse a los cambios que se han producido, así como a los que están por venir.
“Han pasado 50 años” desde que el mar de Aral empezó a retroceder, dice Temur Khujanazarov, investigador de la Universidad de Kioto (Japón) que trabaja con Toderich y Tanaka para estudiar el potencial de la agricultura halófila en la región del mar de Aral. En lugar de esperar a que vuelva, dice, “tenemos que seguir adelante. Tenemos que mirar hacia el futuro”.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.