Primer plano de tampones

Los tampones podrían contener plomo o arsénico: ¿qué consecuencias tiene esto para la salud?

Un estudio pionero revela la presencia de metales pesados en tampones de 14 marcas diferentes en Estados Unidos.

A principios de este mes, el primer estudio en Estados Unidos para medir los metales en los tampones demostró que contienen arsénico y plomo.

Fotografía de Hannah Whitaker, Nat Geo Image Collection
Por Melissa Hobson
Publicado 22 jul 2024, 11:31 CEST

La exposición al arsénico (a veces conocido como el “rey de los venenos”) y al plomo (posible responsable de la locura de Van Gogh) puede ser mortal. Es comprensible pues que una ola de preocupación se haya extendido por las redes sociales a raíz de un estudio estadounidense que ha revelado que los tampones contienen arsénico, plomo y otros metales pesados. Pero, ¿hasta qué punto debemos preocuparnos?

En el estudio, los investigadores analizaron los niveles de 16 metales en 30 tampones de 14 marcas diferentes a la venta en EE. UU. Encontraron 12 de esos metales, incluidos los tóxicos, en todos los productos analizados. “Encontramos plomo, por ejemplo, en el 100% de los tampones que analizamos”, afirma la autora principal, Jenni Shearston, epidemióloga medioambiental de la Universidad de California. 

A pesar de que los tampones se comercializan en EE. UU. desde hace más de 90 años, los autores del estudio creen que es la primera vez que se analizan en busca de metales pesados. Shearston lo atribuye al tabú histórico en torno a la menstruación. “Si no hablamos de la menstruación o de los productos menstruales, es posible que tampoco nos planteemos cuestiones científicas importantes”, afirma.

He aquí lo que el plomo, el arsénico, el cadmio y otros contaminantes de los tampones pueden significar para tu salud, y otras formas comunes a las que podrías no saber que estás expuesta.

En la época victoriana, el arsénico estaba presente en todo tipo de productos, desde la ropa y el papel pintado hasta las velas y las flores de imitación.

Conocido como el “rey de los venenos”, el trióxido de arsénico era incluso un arma homicida porque este veneno insípido e inodoro, que provoca calambres estomacales, vómitos y diarrea, era indetectable. Sólo una cantidad del tamaño de un guisante podía matar.

La intoxicación por plomo, que también puede ser mortal, puede causar dolor en las articulaciones, dolores de cabeza, dificultad para concentrarse y cambios en el comportamiento. “Afecta al sistema nervioso, la cognición y el desarrollo cerebral”, afirma Shearston.

La exposición a pinturas con plomo causó la “locura del pintor”, que algunos creen que pudo afectar a Miguel Ángel y Van Gogh.

(Relacionado: Vestidos con arsénico, sombreros con mercurio: la moda mortal del siglo XIX)

¿Cuándo se vuelven nocivas las toxinas?

Entonces, ¿podrían el arsénico y el plomo de los tampones estar perjudicando nuestra salud?

Sarah Cady, directora de investigación de la Universidad Estatal de Iowa (EE. UU.), que no participó en el estudio, cree que la presencia de estos metales no es preocupante si las concentraciones son bajas. “La dosis hace el veneno”, afirma.

Bethany Bannow, profesora asociada de medicina en la división de hematología y oncología de la Universidad de Salud y Ciencias de Oregón (OHSU), que tampoco participó en el estudio, cree que es poco probable que niveles nocivos de metales lleguen a nuestro organismo de esta forma. “El tampón está hecho para absorber, no para ser absorbido”, afirma.

Bannow añade que el hallazgo no fue una gran sorpresa porque “los tampones están hechos de algodón, que crece en el suelo. Estos metales están en el suelo”. 

Pero el estudio ha revelado altos niveles de plomo, 10 veces más que el límite establecido por la Agencia de Protección Medioambiental de EE. UU. para el agua potable. No es la comparación perfecta, dice Shearston, porque “no bebemos tampones, los usamos por vía vaginal”, pero señala que la vagina tiene muchos vasos sanguíneos y una gran superficie, que ayudan a la absorción.

A pesar del reciente interés por la administración vaginal de fármacos, la cantidad que pueden absorberse es un área poco estudiada. “Necesitamos más investigación”, afirma Shearston. 

La comunidad científica no comprende del todo en qué se diferencia la absorción vaginal de la ingesta de contaminantes. “El intestino está diseñado para procesar y absorber nutrientes de una forma que la vagina obviamente no tiene”, dice Bannow.

Pero cuando los alimentos pasan por el intestino, lo que se ha absorbido “va al hígado para ser desintoxicado antes de que circule por todo el cuerpo”, dice Shearston, y esto podría no ocurrir con la absorción vaginal, por lo que las sustancias tóxicas podrían no filtrarse.

Ahora está previsto seguir investigando para averiguar cómo se traslada este trabajo de laboratorio a los procesos dentro del cuerpo humano. “Los cuerpos son raros y [en el laboratorio] no se puede imitar totalmente lo que hay dentro de un cuerpo”, dice Cady.

Hasta entonces, “todavía no sabemos si es un riesgo para la salud”, dice Shearston; “es una respuesta muy poco satisfactoria”. 

(Relacionado: ¿Por qué las compresas y los tampones contienen cada vez más plástico?)

¿Dónde más se encuentran los contaminantes?

Este nuevo ejemplo de contaminantes en nuestra vida cotidiana preocupa a Robin Dodson, científica investigadora del Instituto Silent Spring, que no participó en el estudio. “No existe un nivel seguro de plomo”, afirma. 

Hoy en día, los metales pesados se encuentran en objetos cotidianos: el arsénico puede detectarse en el marisco, el agua potable contaminada y los cereales, mientras que el plomo puede estar presente en el aire, el suelo y el polvo.

Recientemente, en Estados Unidos, se retiraron del mercado paquetes de compota de manzana con canela debido a sus altos niveles de plomo y cromo. “Me preocupa mucho. Tengo sobrinas pequeñas y les encantan”, dice Cady. 

“Estamos expuestos diariamente a cientos de sustancias químicas preocupantes para la salud”, dice Dodson. En un estudio de 2012, encontró sustancias químicas que alteran las hormonas vinculadas a afecciones como fibromas y cáncer de mama en cosméticos, productos de limpieza y protectores solares. 

“Vincular sustancias químicas concretas a efectos específicos sobre la salud es complicado porque estamos expuestos a una sopa de sustancias químicas de diversas fuentes”, afirma. A veces los efectos son acumulativos ( “no utilizamos sólo un producto cada vez y las exposiciones pueden acumularse”) y podemos encontrar el contaminante años antes de los primeros síntomas.

El uso de tampones podría ser un ejemplo de exposición crónica a dosis bajas, dice Shearston: “La gente usa tampones hasta ocho horas seguidas... durante días seguidos”, cada mes durante décadas. 

Aunque se necesita más investigación, y no todos los expertos están preocupados, la gente puede cambiar de productos menstruales si este hallazgo les pone nerviosos. “Hay compresas, hay copas, hay ropa interior para la regla, hay de todo”, dice Bannow; “pero si los tampones funcionan bien para la gente, creo que deberían seguir utilizándolos absolutamente”. 

Para Shearston: “Hay preocupación, pero no es hora de que cunda el pánico. No es el momento de tirar todos los tampones”.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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