¿Construir presas ayuda a la supervivencia de los ríos?
A medida que los ríos se desbordan o se desvanecen a causa de los fenómenos meteorológicos extremos provocados por el cambio climático, se intensifica el debate sobre el papel que deben o no deben desempeñar las presas en su gestión.
Suiza tiene cientos de centrales hidroeléctricas repartidas por los Alpes. Esta vista aérea muestra dos de ellas: la presa de Vieux-Emosson y la de Emosson. Los partidarios de las presas dicen que son una opción ecológica frente a los combustibles fósiles; los opositores afirman que las presas emiten importantes gases de efecto invernadero.
Este artículo se publicó el 11 de octubre de 2022 y ha sido actualizado el 6 de junio de 2023.
En todo el mundo, los ríos parecen estar desbordándose o secándose.
Mientras que la catastrófica crecida de los ríos de Pakistán ha dejado un tercio de ese país sumergido y decenas de millones de personas sin hogar, una sequía nunca vista en 500 años ha dejado casi secos los principales cursos de agua de Europa. En Estados Unidos, el río Kentucky sufrió este verano una inundación mortal, mientras que el reseco río Colorado descendió tanto que provocó cortes en la asignación de agua en varios estados.
Los científicos llevan años advirtiendo de que el cambio climático intensificará tanto las lluvias como las sequías, haciendo que los periodos húmedos sean más húmedos y los secos más secos, con repercusiones cada vez más extremas en los ríos. La cuestión que se plantea ahora es cómo gestionar esas vías fluviales modificadas por el clima y, en concreto, qué papel deben o no deben desempeñar las presas para mitigar los tipos de desastres que hemos visto últimamente y que veremos en mayor medida.
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Esenciales para luchas contra el cambio climático o una amenaza para la biodiversidad
En este sentido, las opiniones son divergentes. Los defensores dicen que las presas de almacenamiento de agua serán más esenciales como amortiguadores contra los flujos de agua extremos al absorber el agua durante las inundaciones y liberarla en tiempos de sequía. Las presas, dicen, pueden ayudar a combatir el cambio climático, alimentado por el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero, al producir energía hidroeléctrica renovable que es más limpia que la derivada de los sucios combustibles fósiles.
El agua cae en cascada por la presa de Sau en Vilanova de Sau, España. En medio de un calor récord en toda Europa este verano, los ríos del continente se están secando.
"Las presas y la energía hidroeléctrica no son panaceas, pero son fundamentales para la mitigación y la adaptación al clima", afirma Richard Taylor, uno de los principales expertos en energía hidroeléctrica que dirige una empresa consultora con sede en el Reino Unido llamada RMT Renewables.
Los críticos aseguran que no es así, y afirman que las presas hacen más mal que bien. Sus argumentos se han centrado durante mucho tiempo en el impacto negativo que la mayoría de las presas tienen en la biodiversidad y los ecosistemas fluviales, pero cada vez más se argumenta científicamente que las presas en realidad empeoran tanto las inundaciones como las sequías. Los críticos también señalan los estudios que demuestran que los embalses creados por las presas suelen emitir muchos más gases de efecto invernadero perjudiciales de lo que se creía.
"Las presas son una falsa solución climática", afirma Isabella Winkler, que codirige International Rivers, un grupo de defensa de los derechos humanos con sede en Estados Unidos. "[Se] han promocionado como una fuente de energía verde cuando son todo lo contrario".
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Los más vulnerables
Durante milenios se han construido presas en ríos y arroyos para regar las explotaciones agrícolas, suministrar agua potable y evitar las inundaciones. Durante la industrialización de Europa a finales del siglo XIX, se construyeron grandes presas para la generación de electricidad, y a principios del siglo XX se inició una era de proyectos hidroeléctricos masivos en Estados Unidos.
El calor extremo del verano y la falta de lluvia han hecho mella en los niveles de agua del río Yangtze. El río más largo de Asia fluye unos 6276 kilómetros a través de China y alimenta granjas que proporcionan la mitad de los alimentos del país y miles de centrales hidroeléctricas, incluida la presa de las Tres Gargantas, la mayor del mundo.
En las últimas décadas, se han construido pocas presas de gran tamaño en Norteamérica o Europa, donde la mayoría de los ríos ya están llenos. En otras partes del mundo, el desarrollo de la energía hidroeléctrica ha aumentado, aunque alcanzó su punto máximo en 2013 con la construcción de megarepresas en China y Brasil. Hoy en día, la energía hidroeléctrica suministra el 17% de la generación mundial de electricidad, la tercera fuente más importante después del carbón y el gas natural.
Países tan diversos como Paraguay, Nepal, Noruega y la República Democrática del Congo dependen de la energía hidroeléctrica para casi toda su producción de electricidad. Para otros, como los Países Bajos, que están situados en gran parte al nivel del mar o por debajo de él, las estructuras de control de inundaciones, incluidas las presas, se consideran una necesidad existencial.
En el suroeste de Estados Unidos, la agricultura y una población de 40 millones de personas dependen del agua extraída de las presas del bajo río Colorado. "El Oeste sería muy diferente si no existieran estas presas", afirma Upmanu Lall, director del Centro del Agua de la Universidad de Columbia, en Nueva York.
Los expertos afirman que muchos de los ríos más amenazados por el cambio climático atraviesan países que carecen de infraestructuras críticas y de medios financieros y conocimientos técnicos para hacer frente a fenómenos meteorológicos extremos. Algunos señalan que Pakistán es especialmente vulnerable; el país se encuentra en una región que se prevé que se verá desproporcionadamente afectada por la intensificación de las lluvias y la sequía a medida que avance el cambio climático.
Esta fotografía aérea tomada sobre Pakistán el 5 de septiembre de 2022 muestra zonas residenciales inundadas después de que las fuertes lluvias monzónicas en la provincia de Baluchistán arrasaran con casas, negocios, carreteras y puentes. Casi un tercio de Pakistán está bajo el agua tras meses de lluvias monzónicas récord. Al menos 1300 personas han muerto.
Las devastadoras inundaciones de este verano, que han causado la muerte de al menos 1500 personas, fueron consecuencia de las lluvias monzónicas torrenciales, cuatro veces más intensas que la media a largo plazo, y siguieron a una ola de calor inusualmente fuerte a principios de la primavera.
Pakistán no realizó ninguna inversión importante en sistemas de control de inundaciones tras las enormes inundaciones de 2010, pero no está claro que más presas en el ya embalsado río Indo, la principal vía fluvial del país, hubieran aliviado la devastación de este año. "Algunas de las inundaciones en el sur de Pakistán se debieron a las lluvias excesivas en las mismas zonas, por lo que las presas no habrían ayudado mucho allí", dice Moetasim Ashfaq, un científico del clima computacional en el Laboratorio Nacional de Oakridge en Tennessee (Estados Unidos).
Pero, según Ashfaq, los daños causados por las inundaciones provocadas por las precipitaciones extremas en las regiones aguas arriba de la cuenca del Indo podrían haberse evitado en gran medida si se hubieran construido embalses más pequeños para controlar las inundaciones en algunos de los afluentes. "Esos pequeños embalses pueden ser muy eficaces para controlar las inundaciones repentinas", dice, al dar al agua extra un lugar donde ir.
Ashfaq también señala el momento en el que desaguan los afluentes. Un sistema controlado por el hombre podría regular los caudales de manera que las entradas al río principal fueran escalonadas, evitando así las inundaciones repentinas.
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Debilitamiento de la corriente en chorro
Los científicos advierten que muchas de las presas existentes, construidas con la promesa de reducir las inundaciones, utilizan normas de funcionamiento arcaicas basadas en antiguas hipótesis climáticas. Algunas presas, por ejemplo, pueden haber sido construidas sin los aliviaderos adecuados para hacer frente a inundaciones extremas. Los expertos coinciden en que las nuevas presas deben construirse teniendo en cuenta el aumento de las precipitaciones del futuro.
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"Tenemos que diseñar para los peores casos", dice Auroop Ganguly, profesor de ingeniería civil y medioambiental de la Universidad Northeastern de Boston (Estados Unidos).
Pero la imprevisibilidad del cambio climático hace difícil saber exactamente cómo serán esos peores casos.
A principios de este año, un estudio publicado en la revista Nature Communications demostró que, en algunos casos, las presas pueden aumentar el riesgo de inundaciones al alterar la composición y la estructura de los cauces de los ríos aguas abajo. Mientras que el pensamiento convencional sostiene que el agua liberada por las presas amplía los cauces aguas abajo y, por lo tanto, reduce el riesgo de inundaciones, el estudio sugiere que las presas eliminan las partículas finas del agua y hacen que los lechos de los ríos se vuelvan más gruesos, lo que puede impedir el flujo del río y empeorar las inundaciones.
"Aunque las presas pueden seguir atenuando el pico de la crecida, el cauce aguas abajo ya no puede transportar tanta agua de la crecida", afirma Hongbo Ma, profesor de ingeniería hidráulica de la Universidad de Tsinghua, en Pekín (China), y autor principal del estudio.
La prolongada sequía en Europa, que ha hecho que ríos como el Loira de Francia, el Rin de Alemania y el Po de Italia bajen vertiginosamente (con enormes consecuencias económicas para el transporte marítimo y otras actividades industriales), parece haber puesto también de manifiesto las limitaciones de las presas para mitigar la escasez de agua, teniendo en cuenta que Europa es el continente con más presas del mundo.
Como el cambio climático debilita la corriente en chorro que trae la humedad del Atlántico a Europa, los expertos predicen que las sequías serán más comunes en el continente. Los periodos de finales de verano podrían ser especialmente malos en Europa central, dicen, porque las escorrentías de los Alpes que suelen empezar a llenar los ríos allí en primavera probablemente se produzcan antes, al derretirse el manto de nieve, o ser sustituido por la lluvia, debido al calentamiento global.
La mayor central hidroeléctrica del sudeste asiático se está construyendo en el río Kayan, en Kalimantan del Norte (Indonesia).
En respuesta a las condiciones cambiantes, algunos países europeos, incluido el Reino Unido, tienen planes para construir grandes embalses adicionales para recoger agua durante el año que pueda ser liberada más tarde durante los períodos secos para apoyar a la industria y el consumo humano. Pero los estudios han demostrado que este enfoque podría conducir a un ciclo de oferta-demanda en espiral en el que el aumento de la oferta de agua conduzca a una mayor demanda de agua, la cual podría contrarrestar rápidamente los beneficios iniciales de los embalses.
"La mayoría de los científicos coinciden en que estos ciclos de oferta-demanda, o lo que llamamos efectos de rebote, podrían empeorar el impacto de la sequía y la escasez de agua", afirma Giuliano Di Baldassarre, profesor de hidrología de aguas superficiales y análisis medioambiental de la Universidad de Uppsala (Suecia).
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Reivindicaciones ecológicas
Los propios proyectos hidroeléctricos también se ven amenazados por el cambio climático. Un estudio realizado por el Fondo Mundial para la Naturaleza a principios de este año reveló que casi dos de cada tres presas hidroeléctricas previstas en el mundo se encontrarán en cuencas fluviales con riesgos muy altos o extremos de sequías, inundaciones o ambas cosas para el año 2050.
La generación de energía hidroeléctrica ya ha disminuido drásticamente en muchas regiones debido al descenso de los niveles de agua en los ríos. Para algunos países, como Zambia, que obtiene la mayor parte de su electricidad de la energía hidroeléctrica, las pérdidas en la cantidad de electricidad hidroeléctrica pueden provocar importantes trastornos económicos, que es lo que ocurrió en el país del sur de África como resultado de una sequía de una década que vio disminuir la producción en un 40%.
"Los probables cambios en los costes y beneficios proyectados podrían ciertamente hacer que las presas sean menos competitivas como opciones de generación [de electricidad], o que sean inversiones más arriesgadas, en lugares con niveles de riesgo crecientes", afirma Jeff Opperman, Científico Principal de Agua Dulce Global de WWF, y autor del informe de WWF.
Con las tecnologías solar y eólica cada vez más asequibles como alternativas de energía renovable, el crecimiento de la energía hidroeléctrica se contraerá en todo el mundo en más de un 20% hasta 2030. Pero en muchos lugares, como en el sudeste asiático, la energía hidroeléctrica sigue creciendo rápidamente. Sin embargo, algunos observadores afirman que muchos proyectos financiados por el Estado o el sector privado en esas regiones no se basan en razones económicas sólidas, y a menudo se ignoran los costes medioambientales, como la pérdida de recursos pesqueros.
"La motivación de estos proyectos suele estar motivada por la política de las élites y las prácticas corruptas, con muy poca demanda real", afirma Brian Eyler, director del programa para el Sudeste Asiático del Centro Stimson, en Washington D.C., que supervisa la construcción de presas a lo largo del río Mekong en el Sudeste Asiático.
Como no se queman combustibles durante su funcionamiento, las presas suelen considerarse una forma limpia de generar electricidad. También se consideran una forma más benigna de almacenar energía que con las baterías, que requieren la extracción potencialmente destructiva de minerales en su fabricación.
Pero los críticos dicen que las credenciales ecológicas de las presas son exageradas. Señalan que no sólo las enormes cantidades de hormigón utilizadas para construir grandes presas dejan una enorme huella de carbono, sino que también hay cada vez más pruebas de que las emisiones de gases de efecto invernadero de las presas son a menudo mucho mayores de lo que se pensaba, y algunas instalaciones pueden incluso estar a la par con las que queman combustibles fósiles. Esto se debe a que la vegetación inundada que se descompone bajo los embalses detrás de las presas suele producir grandes cantidades de metano, un gas de efecto invernadero que es al menos 25 veces más potente que el dióxido de carbono.
"La energía hidroeléctrica verde es una contradicción y distrae de soluciones más viables al cambio climático", dice Winkler, de International Rivers.
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Soluciones naturales
Dado que las mega-presas resultan a menudo demasiado costosas y destructivas para el medio ambiente, es posible que más promotores de presas recurran a la tecnología de "paso por el río", en la que el agua del río fluye continuamente a través de una central hidroeléctrica sin un embalse que la almacene. Este tipo de proyectos suele considerarse más respetuoso con el medio ambiente, pero no es flexible; no permite gestionar el agua en función de las condiciones meteorológicas.
Un grupo con sede en Massachusetts, el Instituto de Energía Hidráulica de Bajo Impacto, aboga por añadir energía hidráulica a las presas existentes en Estados Unidos, donde actualmente sólo el 3% de las presas generan electricidad. "Las presas pueden desempeñar un papel fundamental tanto en la producción de energía como en la conservación de la naturaleza", afirma Shannon Ames, directora ejecutiva del instituto. "Cuando se hace de forma sostenible, añadir nueva energía hidroeléctrica a una presa que ya está ahí puede en realidad mejorar el río que la rodea", señalando que replantearse cosas como el flujo de agua y no destruir las orillas podría formar parte de ese proceso.
También están los que dicen que hay que dejar de lado las presas y buscar formas de mejorar la eficiencia del agua utilizando soluciones basadas en la naturaleza. Muchos ecologistas afirman que la protección de los humedales, por ejemplo, debería ser una prioridad, ya que esos ecosistemas actúan como esponjas naturales para las aguas de las crecidas dentro de una cuenca fluvial.
"Hemos convertido las cuencas fluviales en máquinas económicas que sólo sirven a las personas y no a la naturaleza, y esto crea más problemas, como las sequías y las inundaciones", afirma Herman Wanningen, fundador del grupo de defensa Dam Removal Europe.
"Tenemos que seguir trabajando con la naturaleza y no contra ella".
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.