El explorador Louis Rudd completa su travesía antártica
El aventurero británico ha terminado este trayecto solo y sin asistencia dos días después que el estadounidense Colin O'Brady.
El aventurero británico Louis Rudd esquió hasta el límite de la masa continental antártica el 29 de diciembre, en la 56ª jornada de su expedición, completando así su travesía del continente helado en solitario, sin ayuda y sin asistencia y poniendo fin a la competición polar más épica desde la carrera al Polo Sur de Roald Amundsen y Robert Falcon Scott en 1911. En la vasta barrera de hielo de Ross, un bloque de hielo de 600 metros de grosor con la superficie aproximada de Francia y uno de los lugares más remotos e inhóspitos del planeta, le aguardaba una imagen insólita: una tienda y un trineo, pruebas del paso de otro humano.
Pertenecían al estadounidense Colin O’Brady, que había completado esa travesía en solitario por la misma ruta tres días antes, convirtiéndose así en la primera persona en lograrlo. Ambos hombres habían partido el 3 de noviembre desde la costa Atlántica con 1,6 kilómetros de separación entre sí, al otro lado del gran continente blanco, dispuestos a convertirse en la primera persona que esquiaría sola y sin asistencia desde el Atlántico hasta el Pacífico pasando por el Polo Sur. Rudd se ha convertido en el segundo miembro de este club exclusivo.
Los dos hombres, ya demacrados, se encontraron en medio del continente blanco ante las altísimas laderas de las montañas Transantárticas, que Rudd atravesó por el glaciar Leverett. Un poste solitario marca el comienzo del océano Pacífico y el lugar donde llegó O'Brady tras un trayecto continuo de 32 horas y 128 kilómetros para completar su expedición de récord. A su llegada, contó a NBC News que «las lágrimas me caían por la cara ante un público ausente».
Durante los días siguientes, O'Brady descansó sobre el casquete de hielo más grande del mundo a la espera de dar la bienvenida a Rudd. Mientras tanto, el inglés se enfrentaba a fuertes vientos y temperaturas bajo cero en lo alto de las montañas. «El trineo era como un perro descontrolado atado con una correa a mis espaldas», escribió en su actualización del día de Navidad. «Intentaba controlarlo, pero me movía de un lado al otro».
En un vigoroso empujón final, redujo sus horas de sueño en sus dos últimas noches y avanzó 55 kilómetros en su penúltimo día conforme descendía entre una densa niebla y acantilados de granito que hacían breves apariciones entre la bruma. Fue la distancia más larga que Rudd había avanzado en un solo día, con la ayuda del descenso por las montañas, donde dijo que «estaba deslizándome un poco y el trineo también iba bastante rápido (a veces hasta me arrastraba)... Fue fantástico».
Aunque este hito hace eco de un Scott devastado que llegó al Polo Sur más de un siglo antes para ver la bandera noruega de Amundsen, insistió en que él no lo ve así en una de sus últimas actualizaciones.
«Siempre me ha interesado mucho evitar los medios [que intentan] convertirlo en una carrera», escribió. «En cuanto te arrastran a una situación de carrera, es otra persona quien dicta todo lo que haces... Cambia toda la naturaleza de la expedición. Decidí desde el principio que no iba a meterme en eso... Solo he venido aquí para completar mi viaje».
En una publicación en Instagram poco después de la llegada de Rudd, O'Brady declaró que ambos «tenían un vínculo de por vida ahora que habían completado este viaje épico».
Ahora aguardan a que el avión aterrice en la barrera de hielo y los lleve hasta la estación de investigación científica del Polo Sur, donde se subirán a otro avión que les llevará de vuelta a la civilización. Por fin podrán hablar con otros humanos y comer algo aparte de la comida preenvasada que han consumido cada día durante dos meses. Sin duda, ambos hombres cuentan los minutos y, como dice el alegre O'Brady, «será divertido relatar todas nuestras vivencias en los próximos días mientras salimos de la Antártida juntos».
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.