Dos equipos de alpinistas intentan un ascenso «imposible» del K2
¿Encumbrarán la «montaña salvaje» del Karakórum en la estación más peligrosa?
Mientras el frío polar se cierne sobre el Medio Oeste estadounidense, muchos habitantes de ese país experimentan la misma sensación que encontrarse al pie de la montaña conocida como K2, donde -15 grados es la temperatura más cálida del invierno.
La diferencia consiste en que los acérrimos montañeros que actualmente se encuentran en el campamento base del K2 han elegido por voluntad propia estar en estas circunstancias inhóspitas para intentar conseguir una escalada considerada imposible durante años. Si completan este hito improbable, se encumbrarán con uno de los mayores logros del alpinismo: el primer ascenso invernal de la segunda montaña más alta del mundo.
«No te imaginas lo difícil que es [escalar el K2] en invierno comparado con la primavera o el verano», cuenta Alex Txikon, que habla por un teléfono por satélite desde el campamento base, ubicado a 5.000 metros de altitud sobre un paisaje plagado de rocas y cubierto de hielo y nieve. Txikon, del País Vasco, lidera actualmente una de las dos expediciones al K2 este invierno. El otro equipo es un grupo de montañeros de élite de Rusia, Kirguistán y Kazajistán.
«Solo llegar al campamento base supuso un reto enorme», afirma Txikon, refiriéndose a la caminata de 96 kilómetros desde la carretera más cercana a través de valles montañosos escarpados y cubiertos de nieve para llegar al pie de su objetivo.
Con 8.611 metros, el K2, que se encuentra en la frontera entre Pakistán y China, es unos 230 metros más bajo que el Everest, pero su escalada se considera la más difícil y peligrosa del planeta, de ahí su apodo de «montaña salvaje». A diferencia del Everest, no es posible «caminar» hasta la cima. Todas las laderas del K2 son extremadamente escarpadas y se producen desprendimientos y avalanchas con frecuencia. En un lugar en particular, el infame Bottleneck («Cuello de Botella»), un peligroso corredor a unos 300 metros bajo la cima, se produjo en 2008 una tragedia en la que fallecieron 11 personas en una avalancha.
De las 14 montañas de más de 8.000 metros (los «ochomiles»), el K2 sigue siendo el único pico que no se logrado escalar en invierno.
«No puedo afirmar que sea el último reto de los ochomiles», afirma Txikon. «Pero es uno de los últimos grandes retos».
Txikon, de muslos anchos y constitución fornida, encaja en el paradigma físico de un alpinista corpulento, pero tiene voz suave, sonrisa burlona y la primera palabra en la que piensan sus conocidos al describirlo es «amable». Pero bajo su actitud amable yace un impulso feroz de encumbrar las cumbres más difíciles, lo que lo ha distinguido como uno de los alpinistas más ambiciosos y realizados del mundo. En 2016, Txikon formó parte de un equipo que completó el primer ascenso del Nanga Parbat (8.126 metros) en invierno, una montaña cuya escalada invernal se había intentado en más de 30 ocasiones antes de que Txikon, Simone Moro, de Italia, y Ali Sadpara, de Pakistán, lo consiguieran.
«No se puede comparar el K2 con el Nanga Parbat», afirma Txikon. Sería como si, tras alcanzar la cima del Nanga Parbat, tuvieras que subir otros 490 metros de terreno vertical. Y esa sección final, según el experto Txikon, «es bastante complicada».
Sherpas e iglúes
En el K2, Txikon dirige un equipo compuesto por muchos sherpas nepalíes, entre ellos Chhepal Sherpa, Geljen Sherpa, Hallung Sherpa y Pasang Sherpa.
«Los sherpas son mucho más fuertes que muchos escaladores más famosos», explica Txikon con ironía. Este grupo se unió a Txikon en otros dos viajes consecutivos —y fracasados— al Everest en los dos últimos años, de forma que tienen mucha experiencia escalando juntos en condiciones extremas. Sin embargo, como el Everest ya los había vencido en dos ocasiones en invierno, el equipo quería cambiar su estrategia e intentar un nuevo objetivo para aumentar la motivación. Pensaron que, pese a ser una montaña mucho más dura, quizá tengan más suerte en el K2.
Los polacos Paweł Dunaj, Marek Klonowski y Waldemar Kowalewski también se han unido al equipo de Txikon. La escalada de los ochomiles en invierno se ha convertido en una especie de pasatiempo nacional polaco: diez de los 13 ascensos en ochomiles los llevaron a cabo escaladores polacos.
Kowalewski, que se unió a la expedición en el último momento, sufrió la primera lesión de la temporada cuando lo golpeó una roca en la clavícula mientras se dirigían al Campamento 1. Regresó al campamento base y lo evacuó un helicóptero para que recibiera tratamiento médico. Se espera que se recupere por completo.
Otros dos integrantes del equipo de Txikon, Jon Barredo y Eva Robles (la única mujer que participa en la expedición), ambos miembros del equipo de senderismo (no escaladores), también fueron evacuados en helicóptero porque a Barredo le dolía la rodilla y Robles decidió acompañarlo.
Aunque el equipo de Txikon llevó con el equipo de escalada y acampada más moderno, han descubierto el valor de la tecnología inuit tradicional: construir tres iglúes grandes, que permanecen a temperaturas entre 10 y 15 grados más altas que las tiendas de invierno y ofrecen mejor cobijo frente al ruido ensordecedor del viento incesante.
Txikon aprendió la técnica de construcción de iglúes de dos amigos españoles y practicó construyéndolos en varias zonas de los Alpes. Aunque, tradicionalmente, los escaladores han construido cuevas de nieve para vivacs durante los ascensos, el uso de iglúes en un campamento base de invierno en lugar de tiendas es una estrategia novedosa.
«He pasado la mejor noche en un campamento base de invierno durmiendo en un iglú», afirma Txikon. Un mejor descanso en el campamento base podría resultar positivo para la recuperación y el rendimiento a medida que Txikon y sus compañeros empiezan a colocar líneas fijas y establecer campamentos a lo largo de la ruta.
El equipo de Txikon llegó al campamento base el 16 de enero, y el 28 ya habían fundado el Campamento 2, a 6.700 metros de altura, progresando a buen ritmo por la cresta de Abruzzi, la ruta de ascenso habitual.
¿No hay patrocinadores? No pasa nada
Además del equipo de Txikon, hay otra expedición de escaladores dirigida por el alpinista kazajo Vassily Pivtsov, uno de los pocos alpinistas del mundo que ha encumbrado los 14 ochomiles (en primavera o verano) sin oxígeno. Txikon afirma que los equipos no están compitiendo entre sí directamente, aunque todos los escaladores de la montaña esperan convertirse en los primeros en llegar a la cima del K2 en invierno.
El equipo dirigido por Pivtsov llegó al campamento base el 15 de enero y está integrado por algunos de los alpinistas más fuertes del mundo, como los kazajos Dmitriy Muravyov y Tursunaly Aubakirov; los rusos Artem Braun, Roman Abildaev y Konstantin Shepelin; y el kirguís Michael Danichkin. Pero el grupo tuvo dificultades para conseguir un patrocinador corporativo y recaudó dinero mediante crowdfunding y vendiendo camisetas en su cuenta de Instagram. Para ahorrarse cargos excesivos de equipaje, todos los escaladores llevaron puesto sus atuendos de alpinistas —pesados abrigos de plumón y botas de alpinismo— en el viaje en avión a Islamabad.
El equipo de Pivtsov ha colocado líneas independientes a las de Txikon y también progresan rápidamente, ya que Pivtsov y Braun han establecido ya su Campamento 2 a 6.780 metros, donde supuestamente han pasado ya una noche aclimatándose.
Pese a la falta de financiación de los rusos, Adam Bielecki, que formó parte de la última expedición invernal polaca —también infructuosa— en el K2, reconoce la destreza de su equipo. «No acudes al K2 en invierno si no eres un escalador fuerte», afirma. Sin embargo, cree que sus probabilidades de éxito —como las de cualquier alpinista— son escasas. «Es una montaña muy difícil de escalar en invierno», explica. «No cuesta mucho enumerar razones para fracasar».
Alegría en el infierno
Durante años, el K2 se ha considerado demasiado complicado como para escalarlo en invierno. De hecho, antes de este año, solo se había intentado un ascenso invernal en cinco ocasiones. «Es el peor lugar de la Tierra», afirma Bielecki. Ningún equipo ha pasado de los 7.650 metros, pero la cima está a 8.611 y esos últimos 961 metros serán los más difíciles.
El frío es uno de los peores problemas, ya que las temperaturas descienden a -54 grados Celsius en la montaña. En dichas condiciones, incluso el error más simple puede tener consecuencias catastróficas: si se te cae un guante, puedes sufrir quemaduras por frío; si tocas la superficie de un piolet con la piel, aunque solo sea un segundo, puedes arrancártela. Cualquier tropiezo puede obligar a un escalador a abandonar la montaña.
Pero el viento es el principal asesino y supone una de las diferencias principales entre el invierno y el verano. En invierno, la cordillera del Karakórum, donde se encuentra el K2, experimenta una corriente en chorro más potente que el Himalaya. Las ráfagas pueden alcanzar fuerzas huracanadas y desestabilizar a los escaladores en una ladera en un instante. Esto explica parcialmente por qué los ochomiles de Nepal, entre ellos el Everest, fueron las primeras montañas encumbradas en invierno, mientras que se tardaría más de 20 años en intentar ascensos invernales en los ochomiles del Karakórum.
Otro factor que añade dificultad al K2 en invierno es la falta de nieve en la montaña. Los fuertes vientos arrastran la nieve y dejan solo roca desnuda y hielo quebradizo que hace que la escalada sea mucho más lenta y técnica, y expone a los alpinistas a un frío brutal durante largos periodos.
El invierno también es una época de presión atmosférica baja, lo que se traduce en una disponibilidad de oxígeno menor que durante los momentos de altas presiones en verano. Ninguno de los escaladores tiene pensado utilizar oxígeno para alcanzar la cima, aunque el equipo de Txikon ha llevado bombonas por si se produce una emergencia que exija un descenso rápido.
«Es un paisaje infernal», afirma Cory Richards, fotógrafo de National Geographic y el único estadounidense que ha escalado un ochomil en invierno: el Gasherbrum II (8.035 metros) con Denis Urubko y Simone Moro en 2011. «Coge todas las complicaciones de escalar un ochomil durante una estación normal y multiplícalas por 10».
Esto nos lleva a la pregunta de por qué nadie quiere escalar en invierno.
«El invierno supone un restablecimiento de aquello en lo que se ha convertido la escalada de 8.000 metros», afirma Richards, refiriéndose a las hordas de escaladores que acuden en bandada a la ruta de comercio habitual durante las estaciones típicas. «Se trata de un paradigma de lo que era la experiencia en un ochomil. La dureza del invierno se amplifica de algún modo por el hecho de que estás solo y eres autosuficiente. Hay algo de belleza y estoicidad en eso».
Bielecki piensa en la escalada en términos de alegría y satisfacción, y esta última es la que le aporta una mayor fuente de motivación. «En el caso de las escaladas de invierno, no hay mucha alegría, pero la satisfacción de hacer algo que nadie ha hecho antes —y que ni siquiera se sabe si es posible— es algo, seguro».
Txikon tiene alguna idea sobre qué hará falta para lograr encumbrar el K2. «Debes ser lo bastante listo, rápido y fuerte, sentir respeto por la montaña, sus zonas salvajes y sus habitantes. Debes tener empatía y contar con un equipo excelente. Nunca olvides ser paciente y recuerda que el éxito real consiste en volver con vida».
Mientras tanto, el tiempo apremia. El límite de un ascenso invernal incuestionable es el 28 de febrero, el último día del invierno meteorológico. Aunque algunos alpinistas, entre ellos Txikon, sostienen que llegar a la cima antes del 20 de marzo, el final del invierno astronómico, sería igualmente válido. Tres de los 13 ascensos invernales a ochomiles tuvieron lugar durante la primera semana de marzo.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.