La campeona del mundo que reinventa la escalada en roca con una sola mano
Maureen Beck, Aventurera del Año de National Geographic, nació sin la mano y el antebrazo izquierdos. Ahora traspasa los límites del deporte.
Nota: Esta semana celebramos a nuestros Aventureros del Año 2019. Para hacerlo, a partir de hoy, revelaremos cada día a un homenajeado u homenajeada. Léenos cada día para descubrir las historias de las seis personas que han sobrepasado los límites de la aventura para redefinir qué es posible. Aquí puedes leer acerca del homenajeado del martes.
En 2009, Maureen «Mo» Beck empezó a dedicarse a la escalada en hielo tras graduarse de la universidad en Vermont. Publicó en rockclimbing.com, entonces un recurso popular para todo lo relacionado con la escalada, un mensaje que rezaba algo así como: «Hola, no tengo brazo izquierdo por debajo del codo, así que he cortado el extremo de un piolet Trango, le he puesto un tornillo y lo he fijado a la cavidad de mi prótesis. ¿Creéis que sirve para escalar?».
Destacó una respuesta. Procedía del fundador de Trango, Malcolm Daly, que también escala con solo tres extremidades (no tiene la parte inferior de la pierna derecha). Daly respondió a Beck que no habría problema siempre y cuando no demandase a Trango si algo salía mal y la invitó a asistir a la segunda competición anual Gimps On Ice en Ouray, Colorado. Este evento de escalada en hielo había sido idea de Paradox Sports, una organización incipiente de Boulder, Colorado, que tiene el objetivo de permitir que las personas con discapacidad puedan practicar escalada en roca, escalada en hielo y alpinismo.
Hasta entonces, Beck, que nació sin la mano y el antebrazo izquierdos, no había practicado actividades al aire libre con otras personas discapacitadas. Se había criado en una familia amante de la naturaleza junto a tres hermanos pequeños en un pueblo a las afueras del parque nacional de Acadia. Sus padres no la trataron de forma distinta que a sus hermanos y Beck se las ingenió para elaborar soluciones alternativas para la mano que le faltaba, como pegarse un remo a la prótesis con celo para ir en canoa. En el colegio, Beck insistió en probar todos los deportes que les enseñaban en la clase de educación física, aunque eso significara tener que usar su única mano para tirar y atrapar una bola de béisbol, sin guante. En las pruebas para el equipo de fútbol, Beck quería ser portera. Su reacción habitual cuando un entrenador, monitor de campamento o profesor de educación física le decía que «igual prefería sentarse» era no ceder: «¿Crees que no puedo hacerlo? Pues mírame».
«Una vez, mis padres intentaron llevarme a un campamento de verano para niños con discapacidad, y lo odié», cuenta Beck. «No me identificaba con nadie. Sentí que era un montón de tiempo malgastado sintiéndote mal contigo misma».
Cuando Beck llegó a Colorado para Gimps On Ice, se topó con una situación completamente diferente. Allí, una docena de personas sin extremidades u ojos o que no podían utilizar las piernas se esforzaron para escalar las paredes Uncompahgre Gorge, de 30 metros y cubiertas de hielo. Y no pusieron excusas. «Eran verdaderos atletas», afirma Beck. «Escalaron hasta reventar y, por la noche, bebieron hasta reventar. Aquel fin de semana fue una fiesta. Y pensé que quizá esa fuera mi gente».
Beck presenciaba el comienzo de la recalibración de la escalada: la idea de que las personas discapacitadas pueden dominar e incluso llevar el deporte a nuevos niveles, como ocurre en el paraciclismo y el paraesquí. Por primera vez en su vida, Beck ansiaba establecer un vínculo con otras personas discapacitadas. Se convirtió en participante habitual del Gimps On Ice. Entonces, en 2012, tras mudarse a Boulder, Colorado, se puso en contacto con Paradox Sports y se integró en la comunidad local de escaladores discapacitados. Desde aquel momento, Beck escaló habitualmente con otros deportistas adaptados.
Fue una época emocionante. En abril de 2013, Ronnie Dickson, paraescaladora de Florida, movilizó a la comunidad de escalada de Paradox para que asistiera a los GoPro Mountain Games anuales celebrados en Vail, Colorado, y compitiera en la primera categoría de escalada adaptada de la competición. Beck compitió, más por solidaridad que interés real, así como por las ganas de estar en un piso de Vail con un grupo de amigos y compañeros discapacitados de escalada. Pero cuando llegó allí, Beck sintió que se reavivaba el fuego de su juventud. «No conseguí medalla», cuenta. «Y eso me fastidió».
El año siguiente, en Atlanta, se celebró el primer campeonato nacional de escalada adaptada en Estados Unidos. Beck fue la única participante de su categoría (extremidades superiores, femenina) y ganó solo por presentarse allí y escalar. No fue ideal, pero Beck se sintió fortalecida porque la medalla la cualificaba para ir a España y competir en el campeonato mundial. En Madrid, su primer destino fuera de Estados Unidos, Beck se convirtió en la primera mujer estadounidense en ganar un Campeonato del Mundo de Paraescalada de la Federación Internacional de Escalada Deportiva (IFSC, por sus siglas en inglés). Y lo que quizá sea más importante: conoció a otras mujeres con un solo brazo que habían escalado con tanto esfuerzo como ella misma.
Desde entonces, Beck se ha hecho con un total de seis títulos nacionales, tanto en formato cuerda como en búlder, y defendió con éxito su título de Campeona del Mundo en Francia en 2016 (el Campeonato Mundial de Paraescalada de la IFSC se celebra cada dos años). En el Mundial de 2018, en Austria, Beck acabó tercera. «En realidad, fue una forma alucinante de perder», afirma. «Había más mujeres que nunca en mi categoría y eran más fuertes que nunca».
El Campeonato Mundial de Paraescalada de la IFSC de 2020 se ha adelantado a 2019 para no coincidir con las Olimpiadas. Beck dice que será su última competición, ya que quiere dedicarse a otras ambiciones. La primera: que la participación de las personas discapacitadas en el deporte esté por las nubes. Hace poco, Beck asumió el cargo de directora del comité de paraescalada de USA Climbing, el órgano de gobierno de la escalada competitiva en Estados Unidos. El 30 de marzo de 2019, espera que acudan más de cien deportistas al campeonato nacional en Columbus, Ohio. Atrás han quedado los días en los que Beck era la única participante de su categoría. Pero cree que todavía queda mucho por hacer a la hora de educar a los escaladores adaptados para que crezcan y destaquen, y para proporcionar las herramientas y recursos necesarios para que lo consigan.
Con ese fin, también trabaja como instructora para Paradox Sports e imparte talleres en gimnasios de escalada de todo el país para que aprendan a adaptarse a los deportistas discapacitados. «Para que, cuando alguien con discapacidad acuda a su gimnasio de escalada local, la persona tras el mostrador no lo mire de arriba abajo pensando que está loco», afirma Beck. «Lo llamo normalizar lo anormal, hacerlo tan habitual que ya no parezca para tanto». Ha impartido seis talleres en el último año y dice que la demanda es alta. Paradox ha organizado casi cien, hasta ahora.
Y, cómo no, Beck quiere seguir traspasando los límites de lo que se considera posible para los deportistas adaptados que escalan al aire libre. Hasta ahora, la ruta más difícil que ha escalado es una 5.12a, según el Sistema Decimal de Yosemite, un sistema de clasificación por dificultad que es inaccesible para la mayoría de las personas, tengan o no discapacidades. Beck fue la primera persona sin una extremidad superior que escaló una ruta de ese grado y su afán se documentó en el galardonado documental Stumped. Actualmente, Beck tiene la mira puesta en una 5.12c, una ruta denominada Archangel que sigue una esquina interior que se extiende 30 metros sobre la pared de un cañón a las afueras de Boulder. «Fue Alex Honnold quien me la recomendó», afirma Beck.
Beck, no satisfecha con la escalada en roca, completó su primera expedición de alpinismo el pasado agosto. Junto al escalador adaptado Jim Ewing, completó la ruta de Lotus Flower Tower, un pico de granito de 2.581 metros en el Circo de las Inescalables, en los Territorios del Noroeste de Canadá. Pretende visitar el parque nacional de Yosemite por primera vez en el otoño de 2019 para poner a prueba su temple en las mayores paredes de Estados Unidos, con elevaciones de más de 900 metros. «No sé cuál es el límite real», dice, hablando de qué es posible para los escaladores con discapacidad. «No creo que lo hayamos encontrado todavía».
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.