Su objetivo era visitar todos los países del mundo, pero entonces llegó el coronavirus
Así ha paralizado la pandemia a los trotamundos más competitivos.
Llegar al remoto Kiribati, uno de los 193 países miembros de la ONU, es una meta para los miembros del Travelers’ Century Club, una organización internacional para los trotamundos más competitivos.
A Steve Fuller solo le quedaba un sello en el pasaporte. El juez de Kansas City, en Misuri, de 71 años, acababa de pasar tres días en la isla micronesia de Nauru, la república más pequeña y menos visitada del mundo. Tras un breve viaje a Kiribati —el único país situado en los cuatro hemisferios—, regresó al Aeropuerto Internacional de Nadi, en Fiyi, para coger un vuelo a Tonga. Era el 15 de febrero de 2020 y solo le quedaba un viaje para unirse a un grupo de trotamundos que han recorrido todos los países miembros de Naciones Unidas.
«Mi familia estaba planeando una gran fiesta para cuando terminara», cuenta Fuller, que había tramado su viaje entre las islas de Oceanía durante meses. «Pero no les dejé, porque temí que pasara algo así».
Lo que pasó, claro está, fue el brote de coronavirus y la subsiguiente cancelación de los viajes internacionales. Aunque no pilló a Fuller con la guardia baja, la pandemia sí obligó al coleccionista de países a volver a casa y podría cambiar el panorama de este tipo de viajes competitivos en los próximos años.
Este tipo de turismo es un género de exploración antes marginal cuya popularidad se ha disparado en los últimos años. Sus adeptos, de orígenes diversos, se aventuran a regiones poco visitadas y a menudo promocionan destinos y comunidades que la mayoría de los turistas pasan por alto. Sin embargo, su misión —y las aventuras de sus muchos participantes en todo el planeta— se detuvo de repente a principios de año, como la mayoría de las categorías turísticas.
«Será imposible viajar como antes en el clima actual», afirma Riza Rasco, cofundadora del grupo Philippine Global Explorers. «Los viajeros extremos aún querrán visitar todos los lugares que puedan, pero el volumen y la capacidad están disminuyendo».
Coleccionistas de países
Fuller y Rasco figuran entre los casi 1400 miembros del Travelers’ Century Club, una organización internacional para personas que han visitado más de 100 países y territorios. El club, fundado en 1954, sirve como grupo de contactos y otorga el derecho a presumir a los viajeros competitivos, que tienen dos metas principales: visitar los 193 países miembros de la ONU y los 329 reconocidos actualmente por el TCC. La segunda lista, que solo han completado 24 personas, distingue lugares como Alaska de los Estados Unidos continentales, la Turquía europea de la Turquía asiática, y Zanzíbar de Tanzania.
El TCC figura entre varias organizaciones dedicadas al turismo competitivo, cada una de las cuales posee su propia metodología. Los dos ejemplos más radicales son Most Traveled People y Nomad Mania, que dividen el mundo en 949 y 1281 destinos, respectivamente. Nomad Mania también sigue a los viajeros que han completado la lista de la ONU, un hito que solo habían logrado 12 personas para el año 2000. Veinte años después, la cifra superaba las 200.
La facilidad de los viajes modernos —y el atractivo de la fama en redes sociales— ha dado pie a una nueva categoría de competición: coleccionismo de países de alta velocidad. En 2017, Cassandra De Pecol, una estadounidense de 28 años, batió un récord tras visitar 196 países (los estados reconocidos por la ONU más Kosovo, Palestina y Taiwán) en 558 días. La estadounidense Taylor Demonbreun batió el récord de De Pecol en 2018, solo para ser superada el noviembre pasado por Anderson Dias, un brasileño de 25 años que completó el circuito en 543 días. Y tras 195 países en dos años, Jessica Nabongo se convirtió en la primera mujer negra que visitó todos los países del mundo en octubre de 2019.
Explorar países menos visitados como Togo (en la foto) es una de las formas en que este tipo de turistas pueden amortiguar el impacto de sus viajes frecuentes.
Si este tipo de viaje se estaba convirtiendo en un esprint de circunnavegación, la pandemia ha paralizado estas payasadas y podría crear obstáculos duraderos para los competidores. «El ritmo va a ser más lento», afirma Rasco. «No se podrán visitar todos los países en 500 días y pico, como hizo [Dias]. Eso va a desaparecer».
La ralentización del turismo
Fuller cree que las implicaciones para sus colegas viajeros irán mucho más allá de la velocidad y la facilidad. «Este tipo de turismo podría acabar convirtiéndose en cosa de ricos», afirma. Como indican sus adeptos, tradicionalmente el turismo competitivo no ha sido dominio exclusivo de los acaudalados. «Lo que se necesita no es tener dinero necesariamente. Es pasión y dinamismo», afirma Tim Skeet, presidente del TCC que menciona los orígenes y las profesiones diversas de los miembros del club. «Hay de todo, de profesores a abogados, de médicos a obreros que averiguan cómo conseguirlo».
Skeet, que trabaja para Air Canada en Calgary, ha visitado 166 de los destinos de la lista del TCC a pesar de su presupuesto limitado. «Tenemos soluciones creativas», afirma. «Tengo un Nissan Maxima del 2001 que aún funciona perfectamente. No quiero comprarme otro coche porque pienso: “Con ese dinero pago otro viaje”».
Rasco, exdirectiva de la biotecnológica DuPont, pasó nueve meses acampando en 34 países africanos en la parte trasera de una camioneta militar reacondicionada y normalmente se aloja en hostales para prolongar su tiempo en la carretera. «He compartido habitaciones con ocho o 12 personas solo para ahorrar dinero», cuenta. En su intento de convertirse en una de las primeras filipinas del club de los 193 países (actualmente lleva 161), teme que el presupuesto se convierta en un problema en el mundo pospandémico donde los alojamientos compartidos podrían no ser viables.
¿Es el fin de este tipo de turismo?
Este tipo de viajes podrían convertirse en un concepto menos viable y relevante. La idea de viajar a tantos lugares como sea posible parece obsoleta y desvinculada de cuestiones que ya eran preocupantes antes del coronavirus.
Incluso los viajeros competitivos más conscientes tienen una huella de carbono descomunal. Aunque muchos intentan amortiguar su impacto (De Pecol plantó árboles en los países que visitó), Rasco cree que sus compañeros deben hacer más.
«Veo a toda esta gente una vez ha terminado sus viajes y me decepciona un poco que la mayoría no haga nada con lo que ha aprendido», afirma. «Si tienes el privilegio de haber viajado mucho, tienes que hacer algo con eso para al menos poder justificar el impacto medioambiental que has causado».
Rasco lo hace mediante iniciativas en regiones empobrecidas y poco visitadas de África occidental. En 2019, puso en marcha Explore Africa for Impact, una turoperadora que ofrece viajes por Togo y otros destinos que carecen de infraestructura turística. La empresa dona el cien por cien de sus beneficios netos a proyectos comunitarios locales, como la construcción de una nueva escuela en Sierra Leona.
Explorar las regiones menos visitadas del planeta es una de las ventajas de este tipo de viajes. Al igual que el medioambiente, el sobreturismo es una cuestión peliaguda en la industria del turismo y el estilo de los coleccionistas de países contrarresta las masas que acuden Venecia, París u otras ciudades populares.
Por su parte, Skeet ha visitado la isla de Sipadan, Transnistria y Lampedusa, pero nunca ha ido a Nueva York. «Nuestros miembros han viajado desde 1954 a los lugares más raros que se te ocurran», afirma. «Y por aquel entonces, si llegaban a un lugar como Chad, la gente preguntaba cómo o por qué lo habían hecho».
Blessed Chuksorji-Keefe, abogada y miembro del TCC en Washington D.C., reconoce a regañadientes que su último viaje antes del confinamiento fue para llevar a sus hijas de 11 y ocho años a Disney World. «Nos hemos llevado a las niñas a un montón de lugares lejanos y nunca han ido a los sitios típicos», dice riéndose. «Siempre me han interesado más las experiencias con significado».
Para Fuller, que ha visitado 282 de los destinos del TCC, dichas experiencias se reducen a conectar con personas y culturas. «Me gusta visitar lugares distintos, no los sitios turísticos, y estar por allí y conocer gente», explica.
«Nuestro lema es: “Viajar por el mundo: el pasaporte hacia la paz a través de la comprensión”», afirma Skeet. «¿Cómo comprenderemos a los demás si no salimos de nuestras cuatro paredes?».
En este momento, la mayoría de los turistas (tanto los competitivos como los que no) están atrapados dentro de esas paredes. Y aunque no cabe duda de que esto resulta frustrante para los miembros del TCC, la paralización de los viajes también les ha hecho apreciar más las experiencias que han vivido. Chuksorji-Keefe menciona un viaje que hizo con su padre a su país natal, Nigeria, en noviembre. «Nigeria llevaba una eternidad en mi lista, así que visitarlo es la culminación de todos mis sueños», afirma. «Cuando me siento mal por mis posibilidades más inmediatas de viajar, pienso en aquella vez en Nigeria, porque no sé cuándo podré repetirlo».
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.