El Escarabajo: un coche que sigue siendo icónico en México
Puede que ya no se fabriquen Volkswagen Beetle, pero los modelos antiguos restaurados siguen circulando desde Ciudad de México hasta San Miguel de Allende.
Los Volkswagen Escarabajo, o «vochos», como los llaman en México, son habituales en las calles de Oaxaca.
Todo el mundo tiene una historia sobre el Volkswagen Beetle o Escarabajo, o al menos un recuerdo. Para algunos, es el coche en el que aprendieron a conducir o que llevaron a protestas y festivales de música. Para otros, es el indicador visual del juego infantil en el que, tras ver un Escarabajo, un niño le da un puñetazo en el brazo a otro durante un viaje por carretera.
El adorado cupé de dos puertas, reconocible al instante con su rollo hippie, estaba por todas partes. Desde los años setenta hasta los noventa, fue el coche más vendido del mundo. Con una producción global total de más de 21 millones de vehículos, estuvo a la altura de su apodo: el «coche del pueblo».
El coche no es solo legendario; las celebridades también lo celebran. Para el actor Ewan McGregor (Moulin Rouge, Star Wars), fue el coche en el que creció. «Mis padres tuvieron tres seguidos, uno blanco, luego uno rojo y luego uno naranja. Nos ponían en la parte trasera del Beetle en Escocia y conducían hasta Francia para acampar durante las vacaciones de verano». El primer coche de McGregor fue un Escarabajo de 1978 y actualmente tiene dos aparcados en su casa de Los Ángeles. «Me encantan. Son como viejos amigos».
En la actualidad, el Beetle original prácticamente ha desaparecido de las carreteras. En su lugar hay vehículos más elegantes, seguros y limpios con accesorios que ahora se consideran esenciales, como el control de crucero, la entrada sin llave, la cámara trasera o el Bluetooth. Con los años, el auto clásico se ha convertido en una especie en peligro de extinción, quedando relegado a museos, muestras de coches antiguos y reposiciones de la película Herbie en el gran premio de Montecarlo (The Walt Disney Company es el accionista mayoritario de National Geographic Partners.)
En su día, el Escarabajo fue el coche más vendido del mundo, pero Volkswagen dejó de producirlo en Alemania en 1978.
Pero no en México, donde los visitantes se sienten inevitablemente sorprendidos (y los aficionados a los coches se quedan maravillados) ante todos los VW Escarabajos que suben y bajan por las cuestas de localidades como Valle de Bravo, San Miguel de Allende o Cuernavaca, desafiando tanto la edad como la gravedad. «Muchos de ellos están en las partes turísticas de México», afirma McGregor. «Algunos se han convertido en convertibles, retirando el techo, literalmente con una motosierra, un Escarabajo descapotable que no solía ser descapotable».
En Ciudad de México, los controles de contaminación más estrictos han impedido que los coches más antiguos circulen por las carreteras. Con todo, los modelos abollados y arañados sobresalen de los garajes de barrios de clase trabajadora como La Lagunilla, mientras que las joyas automovilísticas restauradas y pulidas posan para fotos de Instagram frente a fachadas barrocas del siglo XIX en barrios de moda como Roma.
A lo largo del año se celebran festivales, carreras y varias reuniones de los fieles del Beetle. Aunque son muchos menos que en su apogeo, estos autos son testigo del romance que ha tenido el país durante décadas con este coche nacido en Alemania.
Parte de la cultura
«Dondequiera que esté en México, siento que estoy en un safari viendo animales raros en la naturaleza, porque ya no se ven tanto en otras partes», afirma Andrea Hiott, residente de Berlín, Alemania, y autora del libro Thinking Small, sobre la historia del Escarabajo. «Están en museos, por supuesto —como el Volkswagen AutoMuseum de Wolfsburg—, pero para comprar uno tienes que pagar un dineral, así que la gente que los tiene no los conduce. Pero este coche se creó para que lo condujeran; es pequeño pero matón y quiere estar en su hábitat natural. Me alegra porque en México, sobre todo fuera de las grandes ciudades, ves que el coche se usa como coche».
En México, los modelos antiguos del «coche del pueblo» forman parte de la cultura. «Es el miembro de la familia que vive en el garaje», explica un residente de Ciudad de México.
Al ser asequibles y prácticos, fueron una opción popular no solo para las familias, sino también para los taxistas de Ciudad de México. Su ubicuidad en el paisaje los convirtió en una parte integrante del cine mexicano, un trasfondo para las escenas tanto de telenovelas latinoamericanas como de películas de autor.
El vocho, como se llama en México, «no puede separarse de la cultura», afirma Nicolas Caillens, que organiza recorridos arquitectónicos en Ciudad de México con su flota de Escarabajos y furgonetas Volkswagen restauradas. «Durante la última mitad del siglo XX, era imposible ir por la calle sin ver uno; estaban por todas partes. Se convirtió literalmente en el coche del pueblo, un lazo entre generaciones: un abuelo enseñó a su hijo a conducir en un Escarabajo, que a su vez enseñó a su hijo».
Caillens se mudó a Ciudad de México desde Estados Unidos tras la crisis financiera del 2008. Compró un Escarabajo destartalado para restaurarlo y después un segundo, un tercero y un cuarto. Como no tuvo el valor de venderlos, combinó su pasión con su amor por el arte y la arquitectura, y así nació The Traveling Beetle. (Hoy en día, hasta que vuelvan los visitantes, la empresa se dedica a restaurar Volkswagen antiguos para clientes de Estados Unidos.)
«Es el miembro de la familia que vive en el garaje», explica el residente de Ciudad de México Enrique Wanzke, que en su día tuvo el Beetle más antiguo del país, un modelo color aguacate de 1950 con la ventana dividida. Wanzke ayuda a organizar Treffen, una de las muestras más famosas de coches VW antiguos de Latinoamérica, donde se exhiben vehículos que «se acercan a las condiciones de fábrica». «La gente adora este coche y todos los países tienen un mote —a menudo más de uno—, como fusca en Brasil, pichirilo en Ecuador, pulga en Colombia o sapito en Perú. Pero aquí en México queremos nuestros vochitos con locura».
El VW Escarabajo ha unido a generaciones de familias mexicanas, dice el turoperador Nicolas Caillens. «Un abuelo enseñó a su hijo a conducir en un Escarabajo, que a su vez enseñó a su hijo».
Parte de su atractivo universal es su aspecto único. «Hay algo en el coche que hace que la gente sonría», afirma Caillens. «Tiene que ver con su diseño atemporal: sus curvas, su forma no agresiva, su paleta de colores alegre y quizá su pequeñez». McGregor dice: «Tiene una forma muy agradable y alegre. Casi tiene carácter. Es tan raro, es más que una máquina. En cierto modo, tienen alma. Sí, creo que tienen alma».
El terreno perfecto
¿Cómo acabó en México un coche nacido en la Alemania nazi (de una idea promulgada por Hitler, de hecho), revivido por los ocupantes británicos tras la Segunda Guerra Mundial y adorado por los hippies estadounidenses en los años sesenta?
«Hay algo muy duro y persistente en este coche; se ve en su historia —se rehace a sí mismo constantemente—, pero también en su mecánica», afirma Hiott. «El motor se enfría por aire, nunca necesita agua. Puede seguir y seguir y seguir».
En México, con sus colinas desérticas y polvorientas y el fácil acceso a partes de repuesto, el Escarabajo encontró su terreno ideal. «Aquí, el coche encajó durante mucho más tiempo», añade Hiott.
«Llevo más de 10 años restaurando Escarabajos y básicamente son cortacéspedes sofisticados», dice Caillens. «Nunca he tenido que llamar a una grúa; no hay que ser mecánico para arreglarlos. Eso quiere decir que puedes tener un coche fiable en una granja o aldea remota».
El primer Escarabajo llegó al puerto de Veracruz en 1954 como parte de una exhibición. Fue un éxito al instante. Esto hizo que la empresa alemana construyera una fábrica —la más grande fuera de Alemania— en el estado central de Puebla en 1964. Para 1973, un tercio de los coches vendidos en México eran Escarabajos.
La fábrica siguió produciéndolos por millones, a pesar de las normas de seguridad más estrictas y de que las importaciones japonesas hicieron que las ventas disminuyeran en otros países y que Alemania dejara de producir el coche en 1978.
La central de Puebla produjo el Escarabajo clásico durante otro cuarto de siglo hasta que lo canceló en el 2003. Siguió fabricando los «New Beetles» de segunda y tercera generación hasta el 2019, cuando el último salió de la línea de ensamblado al ritmo de la melodía de una banda de mariachis. Para entonces, la mayoría de los taxis vochos originales se habían dejado al margen y enviado a desguaces.
«Una parte icónica de la historia mexicana»
Pero la historia ha demostrado que las declaraciones de la muerte de la cultura del vocho en México son prematuras. «Todavía se ven funcionando como taxis en lugares como Taxco, en el estado de Guerrero. O se pasean como caballos de tiro en granjas de Oaxaca», cuenta Caillens. «Y de repente la gente se da cuenta de que lo que tiene en el garaje es una parte icónica de la historia de México y más gente está empezando a restaurarlos. Están volviendo a la vida en ese sentido».
Los coches y la cultura convergen en una exposición llamada «Vochol», en la que ocho artesanos aplicaron más de dos millones de cuentas a mano a un Escarabajo de 1990 utilizando un diseño indígena huichol tradicional de las regiones de Jalisco y Nayarit. La exposición ha dado la vuelta al mundo; cuando no está en préstamo, está aparcada en el Museo de Arte Popular de Ciudad de México.
Jorge y Tanya Reich alquilan furgonetas vintage (otro vehículo VW de culto) a los turistas que quieren hacer viajes por carretera por la región central de México con su empresa Matilda 70. Hace un par de años, compraron un Escarabajo rojo (circa 2000) con la idea de desarrollar excursiones en vocho. «Por desgracia, la pandemia frenó nuestros planes y tuvimos que venderlo para sobrevivir», cuenta Jorge. Con todo, al igual que el coche valiente que sigue adelante, creen que podrán retomar sus planes.
McGregor cree que el futuro del coche es eléctrico. Él convirtió su modelo de 1954 con ventanas ovaladas para que fuera un coche completamente eléctrico. «Solo con verlo no serías capaz de saber que tiene piezas que no son originales hasta que pase a tu lado conduciéndolo y no haga ruido y digas: “Espera, ¿qué?”», dice. En adelante, «quizá tengamos que pensar en coches más pequeños, sin emisiones y que nos hagan felices. Hay que marcar esas tres casillas».
Las sonrisas que evocan los Escarabajos en la gente no solo se deben a su diseño. «Durante casi un siglo, este coche ha estado ligado, en el sentido más literal, a las vidas de las personas», dice Hiott. «Ver estos coches en la carretera es como una cápsula del tiempo. Hace que la gente recuerde e induce a contar historias que de lo contrario nunca se contarían, por eso estos objetos importan».
Y añade: «Al permitirnos retroceder en el tiempo, nos recuerdan lo importante. En el mundo actual excesivamente complicado, este coche representa algo muy básico, terrenal y genuino».
Exactamente el tipo de viajes que necesitamos ahora.
Norie Quintos es redactora veterana de National Geographic Travel. Síguela en Instagram y Twitter.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.