Cómo la escalada deportiva está revitalizando esta isla griega
Kálimnos, famosa en su día por sus pescadores de esponjas de mar, atrae a aventureros a sus montañas que están dinamizando la economía local.
La isla griega de Kálimnos, antes conocida por recoger esponjas de mar de alta calidad, es ahora uno de los destinos más populares del mundo para la escalada deportiva, un nuevo evento olímpico.
Durante más de 50 años, Antonis Kampourakis se despertaba al alba, se colocaba aletas y gafas, y se adentraba en las profundidades del mar Egeo. Su objetivo era pescar las valiosas esponjas de mar que mantuvieron la isla griega de Kálimnos durante siglos.
Es solo uno de los muchos vecinos que tienen vínculos con este trabajo tradicional, que a menudo se ha transmitido de generación en generación. Cuando una enfermedad catastrófica empezó a diezmar a las esponjas de mar en 1986, la principal fuente de ingresos de los isleños también se desplomó.
Pero entonces surgió un nuevo interés, uno centrado en el paisaje de la isla: sus acantilados abruptos, cuevas con estalactitas, finos riscos de caliza y preciosas vistas del mar desde la cima.
Ahora, esta isla estéril pero pintoresca es uno de los destinos más populares del mundo para la escalada deportiva, un tipo de escalada en roca en la que las rutas se fijan con anclajes permanentes. La actividad está ayudando a revitalizar la economía local, atrayendo a aventureros aficionados y expertos, y está recibiendo atención global este año como nuevo evento olímpico.
Una cultura inmersa en el mar
La pesca de esponjas de mar —un trabajo mencionado en las epopeyas de Homero del siglo VIII a.C.— se ha practicado en Kálimnos desde el siglo XIX. Los pescadores de esponjas se volvieron legendarios, descendiendo a profundidades de más de 75 metros y utilizando técnicas ingeniosas pero arriesgadas, desde practicar apnea desnudos y con el peso de una piedra de mármol hasta respirar por un largo tubo que llegaba hasta la superficie.
«Aunque es difícil y peligroso, para mí este trabajo era divertido. Siempre deseaba que llegara el alba para zambullirme en el mar», dice Kampourakis, de 80 años. «Durante 52 años, buceé en busca de esponjas hasta mil veces al día… pero estaba bien pagado, crie a seis hijas, compré casas para sus familias», afirma Kampourakis, cuya imagen está representada en una estatua local en honor a los pescadores de esponjas.
Un pescador se sumerge en busca de esponjas de mar en Kálimnos. Esta solía ser una importante fuente de ingresos para los isleños, pero ahora las esponjas locales escasean.
El comercio de esponjas, muchas importadas, todavía prospera en Kálimnos por la habilidad de los lugareños a la hora de procesarlas para su venta.
Mientras los isleños cazaban esponjas, los comerciantes vendían el «oro de Kálimnos» en mercados lejanos. «Antes había 200 o 250 barcos de esponjas navegando por toda Grecia y el Mediterráneo oriental», cuenta Nikolas Papachatzis, comerciante de esponjas. «Ahora solo quedan unos pocos».
Décadas de pesca intensiva, la enfermedad que afectó a las esponjas en los 80s y la mayor frecuencia de los fenómenos climáticos extremos de los 90s se combinaron y prácticamente erradicaron el sector de pesca de esponjas, a finales del siglo XX.
Ahora, las esponjas locales escasean, pero sorprendentemente el comercio de esponjas aún prospera. Debido a la pericia de los isleños, las esponjas de otras partes se procesan aquí.
«Todo se hace a mano, esponja a esponja; limpieza, lavado, cortado», cuenta Papachatzis. Kálimnos representa el 80 por ciento de las exportaciones de esponjas a nivel mundial e importa esponjas de aguas tropicales para satisfacer la demanda. «Con todo, una esponja mediterránea tiene una calidad insuperable y dura 10 años», explica.
A medida que los esfuerzos globales se centran en la reducción del uso de plástico, las esponjas naturales parecen más sostenibles que las artificiales. Con todo, hay que tener cuidado con las poblaciones fragmentadas de esponjas que quedan, dice Thanos Dailianis, biólogo marino del Centro Helénico de Investigación Marina.
«Para que las pesquerías de esponjas continúen, es necesario establecer planes de gestión racionales y apoyar las prácticas sostenibles», afirma. «Se ha demostrado que cortar parte de la esponja en lugar de retirarla por completo del sustrato minimiza las repercusiones de su pesca, ya que permite que la parte restante se regenere». Dailianis también defiende la declaración de zonas protegidas, que dice que «pueden tener beneficios considerables a largo plazo al fomentar el reabastecimiento de áreas agotadas».
Con el declive de la pesca de esponjas, la isla atrae a viajeros a sus puertos pintorescos y paisajes montañosos.
El auge de la escalada deportiva
Aunque la pesca de esponjas estaba disminuyendo, un sector totalmente diferente está en auge. A lo largo de las costas de la isla, altos acantilados de color naranja amarillento se elevan del mar, unas formaciones impresionantes que llamaron la atención del escalador italiano Andrea Di Bari cuando fue de vacaciones a Kálimnos en 1996. Fascinado por la gran calidad de la roca, regresó el año siguiente con sus compañeros de escalada para abrir 43 rutas.
Las imágenes publicadas por el fotógrafo Andrea Gallo llamaron la atención de más escaladores. Entonces, Aris Theodoropoulos, guía de montaña, instructor de escalada y autor del Kalymnos Climbing Guidebook, colaboró con el municipio para convertir a Kálimnos en un auténtico destino de escalada.
«En 1999 vimos algunos tipos raros, que iban cargados con equipo, y después vi sus figuras colgando de las rocas», cuenta George Hatzismalis, director de la Oficina de Turismo municipal. «Enseguida empezamos a buscar qué intervenciones debíamos llevar a cabo para que esto evolucionara: abrir nuevas rutas, mantenerlas, organizar un festival de escalada».
El primer festival se celebró en el año 2000 y desde entonces ha habido otros 13, en los que grandes nombres de la escalada han ascendido por las rutas más impresionantes y abierto rutas nuevas. En la actualidad, hay unos 90 sectores de escalada y 3900 rutas, la mayoría de solo largo y variando en dificultad de 4c a 9a (principiante a profesional). La vecina isla de Telendos ofrece otros siete sectores y 800 rutas, algunas de vía larga.
«Los números aumentan continuamente», afirma Lucas Dourdourekas, presidente del Kalymnos Rescue Team y un gran escalador deportivo e instructor. La combinación de «las enormes paredes verticales, los acantilados negativos, las rutas con cuevas, la gran variedad y cercanía las unas a las otras… y la espectacular vista del mar mientras escala es increíble», dice.
Pero los escaladores no tienen que ser expertos. Las rutas de fácil acceso son aptas para distintos niveles y estilos, desde los buscadores de adrenalina hasta aficionados y familias más cautas.
«Kálimnos es un gran destino de escalada, bueno para principiantes», contó el escalador de élite Alex Honnold a National Geographic. «Tienen cuevas enormes con estalactitas gigantescas y formaciones de caliza entretenidas, pero luego puedes nadar en el mar si quieres y es precioso».
La primavera y el otoño son las estaciones ideales para escalar, pero el clima de la isla es apacible durante todo el año. «El auge de la escalada ha llevado a la extensión de la temporada turística, de tres o cuatro a al menos ocho meses, con todos los beneficios que eso conlleva para la comunidad», afirma Nikolaos Tsagkaris, presidente de la Asociación de Hosteleros de Kálimnos.
Normalmente, unos 12 000 escaladores acuden cada año para poner a prueba su destreza y resistencia. Algunos han comprado casas en la isla y otros han pasado aquí los confinamientos por el coronavirus. «Los lazos entre escaladores y vecinos son fuertes», afirma Hatzismalis. «Se desarrollan relaciones personales, los visitantes no son desconocidos». Kálimnos también se ha vuelto popular como destino vacacional para no escaladores, que pescan, bucean o nadan.
Hoy, Kálimnos tiene unas 3900 rutas de escalada para diversos niveles de destreza, muchas de ellas con vistas al mar.
¿Un modelo de turismo sostenible?
Aunque el mar aún desempeña un papel fundamental en la vida de la isla, la popularidad de los acantilados parece haber llegado para quedarse, sobre todo ahora que la pandemia ha puesto un nuevo énfasis en destinos con actividades al aire libre.
«Nuestras montañas, que antes eran una maldición para nuestra isla, inaccesibles y no cultivables, se han convertido en una bendición», afirma el alcalde, Dimitris Diakomichalis. «Nuestro objetivo es hacer buen uso de ellas de todas las formas posibles... como desarrollando el senderismo y el ciclismo de montaña».
Kálimnos se ha ganado un lugar en el mapa mundial de la escalada, pero para que sea sostenible a largo plazo hay que proteger el patrimonio natural de la isla. Las autoridades crearon el Protocolo de Nuevas Rutas en 2018 para impedir la expansión descontrolada, garantizar la seguridad y minimizar las repercusiones negativas en el medioambiente.
«No se han realizado intervenciones en el entorno natural y los escaladores, que son responsables con el medioambiente, aprecian el paisaje intacto», afirma Hatzismalis. «Siempre y cuando los lugares de interés arqueológico y las formaciones antiguas, como las estalactitas de Grande Grotta, sigan siendo respetados», dice, pueden evitarse los posibles cambios.
Con el regreso del turismo internacional, muchos vecinos ven un futuro excelente para la escalada en Kálimnos y quizá más allá. «Con el cuidado y el mantenimiento de las rutas actuales y futuras, puede ser un modelo para otros destinos», dice Dourdourekas.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.