Breve historia del añíl, uno de los colores más importantes de Estados Unidos
Caroline Harper endereza bufandas teñidas con índigo (o añil) en su casa de Charleston, Carolina del Sur. La cofundadora de CHI Design Indigo es una de los muchos artistas y agricultores que están reactivando la producción de la histórica planta en el estado.
En lugares emblemáticos de Charleston como la Plantación McLeod y la Casa Aiken-Rhett, los visitantes aprenden cómo el algodón y el arroz impulsaron la economía de Carolina del Sur en los siglos XVII y XVIII. Es menos conocido que el añil (también denominado índigo) fue un cultivo tan vital para la colonia británica que los plantadores lo llamaban "oro azul". Este arbusto subtropical producía un encantador tinte azul que se enviaba a Inglaterra para fabricar artículos domésticos, uniformes militares e incluso banderas de la Unión Jack.
La granjera Ellie Maas Davis (derecha) muestra a Nathaniel Watkins una planta de añil durante un taller de teñido en Johns Island, Carolina del Sur. Esta planta milenaria está experimentando un renacimiento en el estado.
Aunque el añil desapareció en el Sur de Estados Unidos tras la Guerra de la Independencia, ahora está resurgiendo en Charleston y sus alrededores. Los viajeros pueden asistir a talleres dirigidos por artesanos sobre cómo cosechar y teñir la planta y, sobre todo, visitar lugares históricos que exploran el feo pasado de este bello color.
(Relacionado: Si EE.UU. declaró su independencia el 2 de julio, ¿por qué se celebra el 4?)
Explorar la oscura historia del añil
Venerado por los antiguos egipcios, griegos y romanos por su asociación con el poder, la autoridad y lo sagrado, el añil pertenece a la familia de los guisantes. Los británicos ya intentaron cultivarlo en 1607 en Jamestown, su primera colonia en Virginia.
Pero no fue hasta la llegada de Eliza Lucas (Pinckney), de 16 años, cuando el cultivo despegó. En la década de 1730, el padre de Eliza, teniente gobernador destinado en Antigua, la puso a cargo de las tres plantaciones de la familia (y de 60 esclavos) en las afueras de Charleston. Experta en botánica, hizo que su padre le enviara algunas semillas de añil (o índigo).
"No había absolutamente nadie en las colonias de Carolina que supiera algo sobre las plantas de añil", afirma Andrew Rodrigues, historiador del Museo Gullah de Georgetown (Carolina del Sur). "Su padre envió a un experto tintorero [africano] de una de las islas francesas, y éste enseñó a Eliza y a los [esclavizados] a procesar el añil".
El añil pronto se convirtió en el segundo mejor cultivo comercial de Carolina del Sur. "Junto con el arroz, hizo de Carolina del Sur la más rica de las trece colonias", afirma Rodrigues. En un momento dado, en el siglo XVIII, se cosechaba, procesaba y empaquetaba más de medio millón de kilos al año para enviarlas a Gran Bretaña, lo que hoy supone un valor de unos 40 millones de euros.
La bonanza del añil fue posible gracias a los esclavos. Se les obligaba a trabajar en gigantescas cubas de ladrillo donde el olor a fermentación y el agua estancada atraían moscas y mosquitos, y con ellos, la amenaza constante del cólera, la fiebre amarilla y la malaria. Se necesitaban unos 80 kilogramos de hojas para producir una libra (450 gramos) de tinte añil.
Una impresión de archivo muestra el procesamiento del añil en Carolina del Sur en el siglo XVIII. El trabajo era realizado casi en su totalidad por africanos o indígenas esclavizados.
"Hay una razón por la que se utilizaba mano de obra esclava", afirma Jeff Neale, director de conservación e interpretación de Middleton Place, una plantación situada en la zona de Charleston hacia 1675 en la que antaño prosperaron el arroz y el añil. "Nadie más lo haría; las condiciones eran horribles".
(Relacionado: El futuro del vino californiano podría depender de estas uvas de origen castellano)
El oro azul vuelve a las Carolinas
Tras la independencia de Estados Unidos en 1776, Gran Bretaña se llevó su negocio de añil a la India y los agricultores estadounidenses dejaron de cultivar la planta. La mayoría de los fabricantes de vaqueros y otros fabricantes recurrieron a tintes químicos.
Pero hace una década, el añil natural ha empezado a resurgir. Libros como The Indigo Girl, de Natasha Boyd, una novela sobre Eliza Lucas, han despertado el interés por su historia. Los artistas textiles, alejados de los contaminantes tintes derivados del petróleo, han redescubierto las antiguas plantas.
A pesar de la omnipresencia de este cultivo en la época colonial, la cuba de añil de la plantación de Otranto, en el condado de Berkeley (Carolina del Sur), es uno de los únicos lugares tangibles que se conservan. Un indicador histórico señala dos cubas de ladrillo de 4 por 4 metros donde se procesaba el añil. "Durante su apogeo, el tinte se elaboraba en cubas del tamaño de una piscina", explica Neale.
Arianne King Comer trabaja en un diseño de batik índigo realizado sobre papel de arroz en la isla de Wadmalaw, Carolina del Sur. Utiliza puntos de cera caliente y capas de tinte añil para crear dibujos.
La artista textil Arianne King Comer saca un trozo de tela teñida con añil de una cuba de agua hirviendo en Charleston, Carolina del Sur. El agua hirviendo derrite la cera y deja al descubierto un dibujo batik.
Hoy en día, Middleton Place vuelve a cultivar añil, y los empleados del museo hacen demostraciones sobre el teñido y explican el brutal trabajo necesario para cavar embalses para el agua, plantar, cosechar y procesar el índigo.
Los gullah geechee, descendientes de africanos esclavizados obligados a trabajar en plantaciones de la costa de Carolina del Sur, Georgia y Florida, aún viven en las islas y Lowcountry de la costa sureste de Estados Unidos. Hoy, el Museo Gullah de Georgetown explora la historia de la región.
Leah Magar apoya la mano sobre un pañuelo teñido con añil en su estudio de diseño textil Madame Magar, en Charleston (Carolina del Sur). Magar cultiva y procesa el añil y otros tintes naturales utilizando lo que ella describe como una "visión de la semilla a la puntada".
Las plantas de añil crecen en Ogee Farms, en Johns Island, Carolina del Sur.
Los tallos de añil se cuelgan para secarse en Ogee Farms, en Johns Island, Carolina del Sur. Es uno de los cultivadores que abastecen a estudios textiles de Charleston como CHI Design Indigo.
Otros rastros de añil aparecen en lugares inesperados por el Lowcountry de Carolina del Sur. Muchas casas están acentuadas con pintura azul cielo, a menudo llamada "haint blue". Los esclavos iniciaron esta costumbre cubriendo puertas, contraventanas y entradas con una poción hecha de añil, tierra, cal y leche. Su objetivo era ahuyentar a los espíritus malignos o "haints". Hoy en día, el tono sigue siendo popular en los techos de los porches sureños.
(Relacionado: Esta tecnología olvidada podría resolver el problema mundial del aceite de palma)
Cómo teñirse las manos de azul
Los viajeros pueden probar la artesanía del añil en talleres y retiros organizados por artesanos de Charleston y sus alrededores.
Caroline y David Harper fundaron CHI Design Indigo en Charleston hace unos nueve años, centrándose en la moda ecológica y la conservación histórica. Antes de poner en marcha su negocio, Caroline había asistido a un taller de índigo en Japón, hasta que se dio cuenta de que la planta era autóctona de las Carolinas. Ahora, los Harper imparten clases y retiros sobre índigo durante todo el año.
Joy Mills replanta una planta de añil en su patio trasero de Cross, Carolina del Sur. Mills y su socio, Jermaine Euland, empezaron a cultivar índigo a partir de semillas en 2021.
Leanne Coulter y Rhonda Davis dirigen el estudio Daufuskie Blues desde una escuela de los años 30 en la remota isla de Daufuskie (Carolina del Sur), a la que sólo se puede llegar en ferry desde Hilton Head. "Me sorprendió saber que el añil crecía silvestre en nuestro patio trasero", explica Davis. "Es un vestigio de la época de las plantaciones de añil".
Y la artista textil Leigh Madame Magar Magar ofrece talleres de uno a tres días en su propiedad de Johns Island, cerca de Charleston, que antaño albergó una plantación de añil.
En los talleres, los alumnos aprenden los fundamentos del teñido, doblando trozos de tela y atándolos con un cordel, para luego sumergirlos en cubas de añil teñido de arándanos. La tela adquiere un aspecto verdoso antes de que la exposición al aire la convierta en un azul intenso.
El añil no se limita al Sur. Kenya Miles lo descubrió cuando vivía en California. "Una amiga de El Salvador me dijo que allí la gente utilizaba añil, y nosotros intentábamos hacer un trabajo sostenible", explica. Miles aprendió a trabajarlo y ahora vive en Baltimore (Maryland), donde dirige Blue Light Junction, un estudio con laboratorio de color y jardín de tintes. "La gente está hambrienta de añil", afirma.
Barbara Noe Kennedy es una escritora de Arlington (Virginia; Estados Unidos) especializada en historia, cultura y justicia social.
Caroline Gutman es una fotógrafa afincada entre Filadelfia (Pensilvania) y Washington D.C., Estados Unidos. Sigue a Caroline en Instagram para ver más de su trabajo. Estas fotos fueron producidas con el apoyo del Centro Pulitzer.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.