Viajes a la memoria: las recreaciones y la Guerra Civil como reclamo turístico
Las representaciones bélicas son un fenómeno en auge que trasciende la teatralización de las batallas y nos permite reencontrarnos con nuestra historia
Las fuerzas nacionales avanzan hacia el pueblo de Flix en 2024, recreando una escena de la Batalla del Ebro. El humo envuelve las calles mientras los recreadores representan el combate urbano que define este capítulo clave del conflicto.
La Guerra Civil (1936-1939) partió España en dos y dejó cicatrices en muchos hogares. Fue una contienda de familias enfrentadas por obligación, de campos convertidos en trincheras y de historias enterradas bajo décadas de silencio. Sus heridas ya no sangran, pero siguen presentes, dividiendo a la sociedad española. Pero hay pueblos de España donde han ido más allá y se han centrado en aprender del pasado intentando recrearlo lo más fielmente posible.
En la actualidad, las recreaciones históricas no solo pretenden escenificar cuentos bélicos sino que intentan mostrar momentos que las cámaras de la época no captaron, redescubren objetos perdidos y mantienen vivos los recuerdos de quienes no quieren olvidar. A través de los recreadores, las crónicas ausentes de la guerra vuelven al presente, solo que esta vez con caras nuevas, muchas son descendientes de quienes lucharon durante los 986 días de conflicto.
Como la propia guerra, las recreaciones se extienden por todo el país, desde los pueblos más pequeños hasta los campos abiertos. Además, en distintas épocas del año. Por ejemplo, en marzo, en Morata de Tajuña, Madrid, recrean la batalla del Jarama. En abril, en Vilanova de la Barca, Lleida, los recreadores luchan por defender el río Segre. Y en Flix, Tarragona, la memoria se abre paso en un pueblo que se llena de humo e incluso aparece un tanque.
Los recreadores no se limitan a las actuaciones; buscan conectar con quienes desean comprender una guerra poco hablada en casa y animan al público general a presenciar sus obras, desde las más sencillas hasta las más elaboradas. Las fechas y detalles de las mismas suelen estar disponibles en las webs y redes de los ayuntamientos unas semanas antes de cada recreación.
Dos recreadores, uno representando al bando nacionalista (izquierda) y el otro al republicano (derecha), se encuentran dentro de la iglesia en ruinas de Rodén, una pedanía de Fuentes de Ebro. "Esta vela está hecha con una lata de Coca-Cola", comenta el republicano. Durante los descansos en sus representaciones, se adentran en conversaciones sobre la historia de la guerra y sus relatos.
La gran mayoría de los recreadores son hombres. El papel de Natalia en la recreación cuenta la historia de más de 3000 mujeres que lucharon en el bando republicano.
Más allá de la recreación bélica
También existen proyectos más íntimos, como Cota 221, liderado por Pablo Gracia, un joven historiador profundamente implicado con la memoria de la guerra y que coordina un curso de recreación histórica de la Universidad de Zaragoza. En este campamento de formación e inmersión, Gracia invita a revivir el pasado de la parcela de su familia, un lugar cargado de significado, donde aún se pueden ver los socavones de las trincheras y donde los artefactos siguen apareciendo de entre los olivos. Durante un fin de semana de octubre, la memoria se reconstruye entre unos amigos que más tarde se imaginarán como enemigos.
El evento adquiere más realismo gracias a la participación de un fotógrafo recreador, Sean Edwards, un joven estadounidense que asume el papel de corresponsal. Utilizando una cámara Wirgin de 1937, captura momentos empleando técnicas de época. Las fotografías resultantes son únicas, incluso filosóficas: funden y confunden la realidad de la guerra con la esencia del presente.
En Cota 221, los recreadores montan tiendas y algunos duermen haciendo guardia bajo las estrellas. "Este nido de ametralladora lo cavamos Iván y yo; y aquí pasamos las noches bebiendo vino”, dice Txomín, que junto a Iván son asiduos de los “campos de batalla”. En medio del horror, el alcohol podía aliviar el miedo, aunque fuera por unas horas para conciliar el sueño. Al despertar, almuerzan pan, lentejas y embutido. Luego salen en busca de antiguas rutas, las mismas por donde una vez marcharon y lucharon ambos bandos.
En 2024, Iván y Txomín en el hoyo que cavaron en Fuentes de Ebro para Cota 221 y donde pasaron la noche. Fotografía realizada por el recreador y fotógrafo Sean Edwards con su Wirgin de la época de la Guerra Civil.
Los recreadores de Cota 221 marchando por una colina de la Comarca Central de Aragón, en el contexto de la batalla de Fuentes de Ebro. El bando republicano intentaba romper las defensas de Franco con tanques suministrados por la Unión Soviética. Los republicanos formaron un batallón de infantería sobre los tanques, una técnica que los soviéticos desarrollarían en la Segunda Guerra Mundial. En la imagen de archivo: soldados veinteañeros de Vilanova de la Barca en el frente (cedida por Jordi Verdú).
Fotografía anónima de un soldado italiano posa junto a un tanque republicano BT-5 destruido en las afueras de Fuentes de Ebro. Los restos de esta batalla, ahora parte del paisaje, permanecen grabados en la memoria y en las recreaciones escenificadas en estos mismos olivares décadas después. Fuentes de Ebro, 1937. Archivo de Pablo Gracia.
Los recreadores rastrean ruinas y trincheras, donde a menudo encuentran reliquias: casquillos, culatas, balas, restos de plomo, vidrio y estaño… los descubrimientos son historias. Se imaginan a los soldados estratégicamente ubicados aquí y allá. “Muchos disparos iban al cielo, para asustar al enemigo”, comentan, y uno de ellos simula disparar al cielo.
En Vilanova de la Barca, Lleida, las recreaciones son divertidas y suelen tener un toque de ironía: individuos que se identifican con ideologías como el carlismo asumen papeles republicanos, mientras que afines a la extrema izquierda representan a los franquistas, todos disparándose unos a otros en una guerra realmente teatralizada –bombas de humo, balas de fogueo y la reverberación de granadas a veces imaginarias–. El surrealismo no pasa inadvertido; esta mezcla de seriedad, sacrificio y sentido del humor hace que las recreaciones se sientan tan humanas, como si la guerra no tratase solo de sufrimiento y muerte.
A veces, no queda otra que rendirse. En este olivar de Fuentes de Ebro, un recreador republicano levanta las manos durante una emboscada nacionalista. El soldado fue sorprendido en un momento de vulnerabilidad, en un paisaje que aún guarda conexión con los tiempos de guerra.
Un momento de intercambio y recopilación
No todo es hacer ver que esto es la guerra. Los recreadores llegan de todo el país y han formado una especie de familia. Se reúnen también para compartir comidas antes y festejar después como lo hacían hace casi un siglo los soldados en los campamentos de la guerra.
Algunos recreadores aprovechan para compartir archivos inéditos: soldados posando, atrincherados, disparando, en escenas cotidianas con civiles. Las fotografías importan, como importaron entonces. Son una fuente de inspiración para los recreadores. Un buen ejemplo es la instantánea de un soldado italiano posando junto a un tanque republicano BT-5 en un olivar de Fuentes de Ebro (Zaragoza). Estas imágenes provienen de colecciones familiares, de trueques entre los entusiastas o de anticuarios. Las escanean, las comparten en grupos de Facebook como Spanish Civil War reenactment y luego las recrean con la sensibilidad de un cuento.
En España, las recreaciones bélicas parecen haber trascendido a los disparos de fogueo y a hacerse el muerto. Las recreaciones son conversaciones, objetos y representaciones intelectualizadas de nuestros oscuros episodios. Estas representaciones invitan a cuestionar cómo entendemos su legado. Para Pablo Gracia y como consta en su estudio, recrear la Guerra Civil puede servir para desterrar ideas románticas y fomentar una conciencia crítica sobre la violencia y sus consecuencias. Según Gracia, en un mundo aún marcado por la guerra, las recreaciones pueden ayudar a inculcar un espíritu crítico y antibelicista.
Sumergirse en una recreación va más allá de asistir a un teatrillo bélico; va de encontrarse en el lugar de los hechos, de escuchar historias que el tiempo silenció y de ver cómo el pasado nos interpela. Asistir a una recreación de la Guerra Civil es una invitación a redescubrir la historia y un atajo directo al corazón de la memoria.
Los recreadores caen al suelo, fingiendo estar muertos tras ser alcanzados por balas imaginarias en Vilanova de la Barca (2024). Especialmente durante las representaciones frente a un público, pueden pasar varios minutos inmóviles, interpretando a los soldados caídos de una guerra real.
Los recreadores descansan tras recorrer varios kilómetros rastreando los vestigios de la guerra cerca de Fuentes de Ebro (Zaragoza). Su travesía por estas tierras es una búsqueda a una conexión más profunda con el pasado, siguiendo las huellas de los soldados que lucharon aquí.
Calendario preliminar de recreaciones para 2025:
Enero: Subirats y Masquefa ambas en la provincia de Barcelona.
Marzo: Morata de Tajuña, en Madrid, donde se revive la batalla del Jarama.
Abril: Los prados del río Segre en Vilanova de la Barca (Lleida),
Junio: de Guadalajara, en Abánades (Guadalajara) se revive una batalla muy olvidada
Julio: Quijorna (Madrid) y Fayón (Zaragoza), donde la estrategia marcó la diferencia entre la vida y la muerte.
Agosto: los recreadores suben a las montañas de Maraña (León)
Septiembre: recrean el fuego de artillería en el pueblo asturiano de Candamo, invitando a reflexionar en su museo viviente de la guerra.
Noviembre: En Aitona (Lleida) se homenajea a Robert Capa y sus icónicas fotografías; en Seseña (Toledo) se rememoran las batallas urbanas; y en Flix (Tarragona) la memoria se abre paso en un pueblo repleto de humo y hasta irrumpe un tanque.
A lo largo de todo el año se representan escenas en búnkeres y trincheras de Navalagamella, en Madrid.
Jordi Jon es fotógrafo documental, periodista y National Geographic Explorer.