Celebramos el Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono
En 1974, Mario Molina y Sherwood Rowland, dos químicos de la Universidad de California, Irvine, publicaron un artículo en la revista Nature describiendo al detalle las amenazas a las que se enfrentaba la capa de ozono debido a los gases clorofluorocarbonados (CFC). En aquel momento, los CFC se empleaban comúnmente en aerosoles y como refrigerantes, y se estaban acumulando a un ritmo alarmante en la atmósfera.
Esta investigación revolucionaria —por la que les concedieron el premio Nobel de química en 1995— concluyó que la atmósfera solo tenía una «capacidad finita para absorber átomos de cloro» en la estratosfera.
Tras recibir duros ataques por parte de la industria química, el trabajo de Molina y Rowland fue justificado 11 años después, en 1985, cuando un equipo de científicos ingleses se dio cuenta de las implicaciones nefastas de sus descubrimientos: los gases CFC en la atmósferahabían creado un agujero en la capa de ozono. La pérdida de la capa de ozono protectora puede llevar al incremento de las tasas de cáncer de piel en humanos y animales.
En la década de 1980, el ozono en la atmósfera cayó estrepitosamente al comienzo de esta tragedia. La puesta en marcha del Protocolo de Montreal de 1987 —ampliamente considerado un triunfo de la cooperación internacional— eliminó rápidamente los CFC industriales, y la capa de ozono se estabilizó, aunque todavía estaba en niveles extremadamente bajos.
El tamaño del agujero de la capa de ozono varía cada año, influenciado por los cambios en la meteorología y el vulcanismo, que pueden dificultar la identificación de una tendencia de reparación. Los científicos creen que se ha mantenido relativamente estable desde principios del siglo XXI, sin embargo, el agujero de octubre de 2015 fue el mayor que se ha registrado jamás.
La reparación del agujero
Tras tres décadas de observaciones, los científicos han hallado finalmente las primeras pruebas de que el agujero de la capa de ozono en el hemisferio sur está «reparándose».
El equipo de investigación, dirigido por Susan Solomon, profesora de química atmosférica y de ciencia del clima en el MIT, descubrió múltiples series de pruebas que apuntarían a la reparación del agujero. El hallazgo se ha publicó en la revista Science.
Los investigadores también descubrieron que las observaciones coincidían con los modelos de predicción y que más de la mitad de la reducción podría deberse a la disminución del cloro atmosférico.
Los científicos habían pensado durante mucho tiempo que la capa de ozono se estaba recuperando lentamente, pero Solomon y su equipo —compuesto por investigadores del MIT, el Centro Nacional de Investigación Atmosférica y la Universidad de Leeds— son los primeros que han descubierto de forma rigurosa las pruebas de esta reparación.
No se espera una recuperación total hasta mediados de siglo. La producción de CFC cesó en la década de 1990, pero estos gases tienen una vida de 50 a 100 años, por ello las moléculas de cloro producidas en las décadas de 1970 y 1980 se encuentran todavía flotando en la atmósfera.