Estos escaladores encumbran el volcán más alto de Norteamérica
A las afueras de la capital de México, volcanes cubiertos de nieve suponen un desafío para los escaladores que persiguen nuevas metas de altitud.
Elevándose a más de 5.600 metros en la frontera entre los estados mexicanos de Puebla y Veracruz, Pico de Orizaba posee dos superlativos: la montaña más alta de México y el volcán más alto de Norteamérica.
También es muy prominente en el paisaje, visible de vez en cuando desde los barcos que navegan en el golfo de México, a unos 112 kilómetros de distancia.
Orizaba, también conocido como Citlaltépetl, «Monte de la Estrella» en el idioma indígena náhuatl, es un destino lógico para los escaladores internacionales. Es majestuoso, tiene mucho tráfico y —cerca de la ciudad de Puebla y Ciudad de México— es muy accesible. Esto no significa que escalar Orizaba sea una actividad libre de riesgo. Hace apenas unos meses, se produjeron muertes en el volcán.
Los compañeros de escalada Jeven Dovey y Carlos Bonilla se conocieron mientras ascendían al monte Rinier y han encumbrado otros picos en la cordillera de las Cascadas. Confiando en su apoyo mutuo, decidieron viajar a dos de montañas de México en su primera tentativa internacional y su escalada más alta hasta la fecha.
La expedición guiada, dirigida por Mike King, también incluyó un intento de escalada del Iztaccíhuatl —Izta para abreviar— a las afueras de Ciudad de México. Como el Orizaba, el Izta forma parte del Eje Neovolcánico. Ambos volcanes están inactivos, a diferencia del Popocatépetl, adyacente al Itza.
Pero la escalada al Izta tuvo que parar a 305 metros de la cima. El tiempo que les habría llevado completar la caminata habría dejado al grupo expuesto durante una tormenta próxima. Los guías ya se habían quedado atrapados antes en una tormenta eléctrica y no hubo duda de que la decepcionante decisión fue también la acertada.
El tiempo fue mucho mejor para la escalada al Orizaba (relativamente: la temperatura era de -12 grados centígrados). Para tener a los elementos de su parte, el grupo hizo una salida alpina, partiendo en mitad de la noche para poder evitar las tormentas, que son más probables durante el día en algunas cordilleras.
Sin embargo, el mayor desafío al que podrían haberse enfrentado hubiera sido la ausencia de precipitaciones. Había sido una estación seca, por lo que el glaciar que necesitaban ascender era una capa de hielo azul, siendo demasiado arriesgado llegar a la parte superior. La ruta alternativa, cubierta de rocas sueltas, o pedregal, también tenía sus peligros, que Dovey ya conocía. En una escalada anterior, la caída de una roca lo hubiera arrastrado montaña abajo si hubiera estado solo. Bonilla se convirtió en su salvador en aquel viaje.
Mientras el equipo estaba en el campamento base del Orizaba, nevó, por lo que pudieron seguir adelante con la escalada al no correr el peligro del glaciar desnudo y resbaladizo.
Una ventaja de una partida temprana fue llegar al cráter, justo debajo de la cima, con la luz de la mañana y disfrutar de una vista espectacular. A partir de ahí, un contingente más reducido —Dovey, Bonilla y su nuevo amigo Seth Redden— hicieron el último esfuerzo hasta la cima con King, siendo recompensados con una panorámica de 360 grados. En total, tardaron unas ocho horas en ascender.
Dovey quiso compartir los vídeos de su experiencia para alentar a otros a asumir desafíos similares. El siguiente de Bonilla, Dovey y Redden: es el Cotopaxi, en Ecuador, con una altitud de 5.882 metros.