Te explicamos de dónde sale este enorme disco de hielo giratorio
Estos grandes círculos de hielo que giran lentamente en algunos ríos parecen demasiado perfectos para ser naturales.
Un vídeo grabado en 2016 muestra un círculo de hielo aparentemente simétrico cerca de Omsk Oblast, una región en la Rusia central que se encuentra justo al norte de Kazajistán. A primera vista, el hielo no parece moverse en absoluto, pero al mirarlo de cerca se observa su giro lento y constante. Lo más raro es la simetría aparentemente perfecta del disco.
Según el responsable del vídeo (que no nos ha dado su nombre), el círculo giratorio de hielo tenía un diámetro aproximado de 15 metros.
Aunque este círculo de hielo en Rusia es inusual por su gran tamaño, el fenómeno no es tan inusual como parece. Se han grabado discos de hielo en Dakota del Norte, el estado de Washington y Michigan.
Las primeras teorías sobre la formación de los discos se centraban en la erosión. Los discos de hielo observados en 1987 y 1994 se encontraban en cursos fluviales. Un estudio publicado en 1997 por la Royal Meteorological Society exponía la teoría de que el agua de un río, al fluir, creaba un efecto de remolino. A medida que el hielo giraba, los bordes se erosionaban en forma circular, según la hipótesis de los investigadores.
En un estudio sobre los discos de hielo realizado en marzo del año pasado se proponía un modelo que contradecía esa teoría.
El estudio, publicado en la revista Physical Review E, de investigadores de la Universidad de Liege en Bélgica, descubrió que los cambios de temperatura eran los responsables de los giros, y no el flujo del agua. A medida que el agua se calienta, se vuelve menos densa, y al enfriarse al entrar en contacto con el hielo superficial, se forma un vórtice.
Los investigadores llegaron a esta conclusión replicando en un laboratorio cómo la temperatura modifica la densidad del agua.
Comenzaron congelando agua del grifo en una placa de petri y al ponerla en agua templada observaron cómo el hielo flotaba por sí solo. Para añadir más control al experimento, llevaron a cabo una segunda prueba incrustando una perla de níquel en el centro del disco de hielo, y colocando un imán al fondo del recipiente, que sostenía el hielo en su lugar de forma más efectiva.
A medida que el recipiente se calentaba, observaron cómo el disco de hielo giraba cada vez más rápido. El aumento de las temperaturas creó un vórtice vertical que podría haber provocado el giro en un disco que hubiera estado inmóvil.
Los investigadores llegaron a la conclusión de que el flujo del agua del río era necesario para estimular el giro del vórtice, lo que significa que resultaría improbable que el efecto se observase en lagos o en icebergs que se están derritiendo.
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