Las moléculas del veneno de las avispas podrían contribuir a la investigación futura del párkinson

En el futuro, el estudio de los compuestos del veneno de las avispas parásitas podría tener repercusiones en la investigación de esta enfermedad.

Por Elaina Zachos
Publicado 9 feb 2018, 13:03 CET
Avispa parásita
La avispa esmeralda (Ampulex compressa) pica a la cucaracha en el cerebro para inyectarle un veneno que controla el proceso de toma de decisiones de la cucaracha.
Fotografía de Anand Varma, National Geograpic Creative

La avispa esmeralda (Ampulex compressa) puede controlar las mentes de las cucarachas tras picarlas una sola vez.

Cuando buscan un huésped, una de estas avispas parásitas pica a una cucaracha en el abdomen y su veneno le paraliza las patas delanteras durante cinco minutos. En un segundo ataque, la avispa va directamente a por el cerebro, donde la picadura induce un periodo de 30 minutos de vigoroso acicalamiento. Después, la cucaracha cae en un estado letárgico —llamado hipoquinesia— en el que no puede moverse por voluntad propia.

«No se quedan paralizadas», afirma Michael Adams, profesor de entomología y neurociencia en la Universidad de California, Riverside. «El animal puede caminar si lo dirige la avispa».

A continuación, la avispa arrastra a su víctima hipoquinésica por la antena hasta una madriguera. Allí pone un huevo en el interior de su presa, que crecerá dentro de la cucaracha durante los siguientes siete o diez días. Finalmente, la larva eclosiona, devorando a la cucaracha de dentro hacia fuera.

Esta avispa convierte a sus presas en zombis

Durante años, los investigadores han trabajado para usar el veneno natural para el bien. Específicamente, un equipo dirigido por Adams investiga el veneno de las avispas parásitas para comprobar cómo podrían usarlo para futuras investigaciones de la enfermedad de Párkinson. La American Chemical Society publicó su estudio el 7 de febrero.

Los parásitos y el párkinson

Como trastorno neurodegenerativo, el párkinson provoca la muerte lenta de las neuronas. Concretamente tiene como objetivo las neuronas que producen dopamina, restringiendo esta sustancia química.

Los síntomas varían, pero la enfermedad puede ralentizar los movimientos corporales (algo denominado bradiquinesia), provocar temblores, rigidez en las articulaciones y problemas de equilibrio. Actualmente se desconocen las causas del párkinson y, aunque no hay cura, se trata a los pacientes con medicación y cirugía.

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    Los investigadores extrajeron el veneno de las avispas y analizaron los componentes de las toxinas. Descubrieron que el veneno de las avispas parásitas contiene una nueva familia de péptidos (a la que llamaron ampulexinas) que podrían ser cruciales para controlar la mente de las cucarachas. También podrían contribuir a la investigación futura del párkinson.

    El veneno también podría interferir con las vías dopaminérgicas de las cucarachas de manera similar a la forma en que la enfermedad de Párkinson parece alterar la producción de dopamina en los pacientes.

    «Algunos tipos de moléculas podrían ser útiles a la hora de mitigar estos síntomas similares a los del párkinson», afirma Adams. «Todavía estamos tratando de entender el mecanismo básico».

    Curiosamente, si la avispa no pone un huevo dentro de su huésped, la cucaracha puede recuperarse en cuestión de días. El estado zombi de la cucaracha dura casi la misma cantidad de tiempo que el que tarda la larva de avispa en eclosionar.

    «Si no permitimos que la avispa ponga un huevo, [la cucaracha] se recupera en una semana y parece estar bastante normal», afirma Adams.

    Actualmente, los investigadores están terminando un segundo estudio que detalla más aspectos del veneno. Durante los próximos años continuarán las investigaciones, que podrían averiguar más información sobre las células a las que ataca la ampulexina. En el futuro, podrían desarrollarse modelos animales.

    «Las avispas parásitas tienen efectos venenosos disparatados», afirma Ellen Martinson, investigadora adjunta de doctorado en el departamento de entomología de la Universidad de Georgia. Martinson no participó en el estudio, pero le entusiasma el potencial que tiene.

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    El futuro de la medicina

    Se están estudiando otras toxinas naturales como posibles curas para enfermedades humanas. El veneno de las víboras de foseta, por ejemplo, es una hemotoxina que destruye glóbulos rojos.

    Los científicos han sido capaces de identificar una secuencia corta de aminoácidos en este veneno que podría reducir el número de muertes celulares asociadas a la enfermedad de Párkinson.

    Pero los medicamentos nuevos no pueden desarrollarse de la noche a la mañana. Puede llevar al menos 10 años crear una medicación a partir de una toxina natural. Deberá investigarse y probarse de forma exhaustiva antes de que los científicos puedan empezar ensayos clínicos preliminares con humanos.

    «Ahora estamos en la fase preliminar», afirma Martinson. «Es una especie de caza del tesoro sobre la que nos podremos apoyar con el tiempo».

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