El cáncer apenas afecta a los elefantes. ¿Por qué?

Los genes analizados en un estudio reciente podrían ser clave para explicar la incidencia de cáncer sorprendentemente baja de los paquidermos.

Por Maya Wei-Haas
Publicado 20 ago 2018, 15:48 CEST
Elefantes
Para su gran tamaño y sus largas vidas, los elefantes tienen una incidencia de cáncer sorprendentemente baja. Los investigadores esperan poder averiguar por qué y emplear estos datos para desarrollar tratamientos contra la enfermedad en humanos.
Fotografía de Michael Nichols

Unos 30 billones de células te hacen ser quien eres. Junto con numerosos microbios, esta orquesta celular mantiene a tu cuerpo con vida: el corazón palpita, el estómago ruge y los músculos se mueven. Conforme envejeces, tus células se dividen para que las nuevas puedan remplazar a las viejas. Pero con esta rotación celular, los errores genéticos son casi inevitables. Y estos accidentes suelen traducirse en cáncer.

Estadísticamente, los animales más grandes, con más células, deberían presentar más casos de cáncer. Según ese razonamiento, los elefantes, con muchísimas más células que mamíferos más pequeños, deberían tener una incidencia más alta de dicha enfermedad. Pero no es así.

Un estudio en la revista Cell Reports aporta nuevas pruebas sobre el porqué, y la clave podría encontrarse en un gen «zombi» revivido recientemente.

«Desde la perspectiva de la biología evolutiva, es totalmente fascinante», afirma Joshua Schiffman, oncólogo pediátrico de la Universidad de Utah que no participó en la investigación. «Es un comienzo fantástico», cuenta, advirtiendo que se necesitan más pruebas para confirmar el hallazgo. «Creo que todavía estamos al principio».

El dilema del tamaño corporal

En 2015, Schiffman y su equipo publicaron un artículo científico que detallaba un descubrimiento fundamental sobre este desajuste entre el tamaño del organismo y la incidencia de cáncer, un dilema conocido como la Paradoja de Peto. Descubrieron que los paquidermos poseen copias adicionales de un gen supresor de tumores denominado P53. Los humanos tienen una copia; los elefantes, 20.

Conforme las células del cuerpo del animal se dividen —humano, elefante u otro— este gen actúa como un médico encargado del triaje genético. «El P53 puede reconocer daños en el ADN y decir: “bueno, ¿qué opciones tenemos”», explica Amy Boddy, bióloga de la Universidad de California, Santa Bárbara, que no participó en el trabajo. Las células con problemas pequeños pueden repararse, pero si presentan demasiados daños, las células se convierten en un riesgo de cáncer, de forma que el P53 ordena matarlas.

Aunque la mayoría de los animales optan por repararlas, las células de los elefantes suelen optar por la segunda opción, según explica el autor del estudio Vincent Lynch, biólogo evolutivo de la Universidad de Chicago. «Los elefantes son raros», afirma. «Sus células se mueren si presentan daños en el ADN». Lynch, que dirigió el equipo que verificó de forma independiente los genes P53 adicionales de los elefantes, quería saber por qué.

Asesino silencioso

Lynch y sus colegas empezaron a buscar otras diferencias genéticas en elefantes en comparación con mamíferos de cuerpos más pequeños, específicamente genes con copias de más. Destacó uno en particular: el Factor Inhibidor de la Leucemia (LIF, por sus siglas en inglés), conocido también por su papel a la hora de potenciar la fertilidad.

«Me sorprendió un poco que fueran los genes LIF», afirma Boddy. La fertilidad parece distar mucho de la prevención del cáncer, pero Lynch cree que el LIF6 podría ejercer otra función: matar células dañadas.

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    La mayoría de los mamíferos —desde el diminuto pica a la enorme ballena minke— poseen una única copia del LIF. Pero los elefantes y sus parientes cercanos, como el manatí y el damán, tienen varias. Los elefantes tienen entre 7 y 11, «dependiendo de cómo las cuentes», afirma Lynch.

    Parece que una de ellas tiene una función: LIF6. Y hasta ahora solo la han encontrado en elefantes.

    El LIF6 apareció en los genes de elefantes hace unos 59 millones de años, según sugieren los autores del estudio. Inicialmente, es probable que fuera un gen roto e inútil. Pero a medida que los ancestros proboscídeos de los elefantes evolucionaban, el gen también lo hizo. Finalmente, despertó como un gen «zombi» operativo, un cambio que podría haber ayudado a los elefantes a alcanzar tamaños tan gigantescos sin la restricción del cáncer.

    Si el P53 es el médico encargado del triaje genético, el LIF6 es el encargado de ejecutar sus órdenes y eliminar las células dañadas.

    Lynch y su equipo demostraron la actividad del gen LIF6 causando daños genéticos en células de elefantes africanos en un laboratorio. Estos daños parecían hacer que el P53 activase el gen LIF6, que a continuación mataba las células dañadas. Sin embargo, según Lynch, si impedían que el LIF6 funcionase, la sensibilidad específica del paquidermo a los daños celulares parecía desaparecer.

    Redes para detener el cáncer

    Lynch advierte que el gen zombi no es el único que mantiene el cáncer a raya. «El LIF6 desempeña un papel pequeño en un proceso más amplio», afirma. Schiffman está de acuerdo y añade que «es casi seguro que se producirán otros hallazgos». Su equipo publicó su descubrimiento a principios de año, centrándose en otro conjunto de genes implicados en la reparación del ADN roto de un elefante en lugar de matar a las células dañadas.

    En última instancia, esperan que estudiar las defensas contra el cáncer presentes en los animales pueda contribuir al desarrollo de tratamientos contra el cáncer en humanos. «Han hecho falta 59 millones de años de evolución», afirma Schiffman acerca de la evolución del LIF6. «En mi opinión, son 59 millones de años de investigación y desarrollo. Son 59 millones de años en los que la naturaleza ha intentado encontrar la mejor solución para evitar el cáncer».

    Aprovechando estos conocimientos, los investigadores podrían obtener una ventaja en la búsqueda de una solución al cáncer.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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