Reaparece en Ecuador una rana marsupial cornuda considerada extinta
Esta extraña rana, que incuba sus huevos en una bolsa en la espalda, desapareció durante más de una década antes de ser redescubierta.
La rana marsupial cornuda, enigmática, amenazada y desaparecida durante más de una década, ha reaparecido en un bosque ecuatoriano, para alegría de los biólogos.
El aspecto de la rana es sorprendente: tiene alerones de piel con aspecto de cuernos sobre los ojos e iris dorados. Pero esta moradora de los árboles nocturna es más famosa por su insólita reproducción, que recuerda a la del canguro. Los huevos se desarrollan en unas bolsas en la espalda y eclosionan en forma de ranitas totalmente desarrolladas en lugar de renacuajos.
Un equipo de biólogos descubrió la rana mientras exploraba una parte remota de la región de Chocó, en el oeste de Ecuador, a las afueras de la reserva ecológica Cotacachi-Cayapas. Los biólogos, del grupo de conservación y ecoturismo Tropical Herping, escucharon vocalizaciones de rana que no reconocían y apuntaron las linternas a las hojas de las palmeras.
Cuando al fin encontraron al animal que emitía el ruido por sus ojos brillantes y se dieron cuenta de que se trataba de la Gastrotheca cornuta, la rana marsupial cornuda, «estábamos tan emocionados que empezamos a saltar», cuenta Sebastian Di Domenico, miembro del equipo. Contaron cuatro ejemplares, entre ellos una hembra embarazada, lo que sugería que esta era una población estable en una franja de bosque sana.
Ecuador es un punto caliente de biodiversidad de anfibios. En sus fronteras habitan al menos 589 especies (y cada año se producen nuevos descubrimientos) y el 45 por ciento de ellas son endémicas, que significa que no se encuentran en ningún otro lugar.
Sin embargo, estos animales corren peligro porque el país posee la mayor tasa de deforestación en Sudamérica y pierde casi el dos por ciento cada año (casi el tres por ciento en el sur), según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Ahora, Ecuador es el segundo mayor exportador de aceite de palma de Latinoamérica y las operaciones comerciales como la agricultura, las carreteras, y las plantaciones de palma aceitera, cacao y bananas, así como las operaciones de minería y perforación, se están expandiendo.
«Encontrar una rana rara o supuestamente extinta como la G. cornuta resulta sorprendente y alentador», afirma Luis Coloma, que dirige Centro Jambatu, una organización de conservación e investigación de anfibios con sede en Quito. También explica que otras cinco especies de rana marsupial de Ecuador «no se han visto en más de tres décadas».
«Estas son supervivientes a las relativamente nuevas y peligrosas amenazas del cambio climático y patógenos como el hongo quítrido letal, así como las amenazas tradicionales como la pérdida de hábitat», afirma. Pero la continuación de su existencia, según él, no está garantizada.
Medidas de protección
Ecuador posee un sistema de reservas federales relativamente sólido que, en teoría, protege al menos el 20 por ciento de su superficie de la deforestación y la construcción. Pero los conservacionistas sostienen que el cumplimiento de la ley puede ser laxo y la tala sigue a buen ritmo dentro de los límites de los parques. Ante esto, una serie de organizaciones que trabajan en Chocó compran terreno a las afueras de las fronteras de la reserva, replantan áreas taladas y atraen ecoturismo para pagar las facturas.
Aunque no supone una solución total en sí misma, ya que las compras de terrenos suelen ser pequeñas, «se trata de una forma efectiva de rellenar los vacíos y crear un colchón contra la construcción», afirma Martin Schaefer, director de Fundación Jocotoco, que hasta ahora ha comprado 21.400 hectáreas, incluido el hogar de la G. cornuta. Cualquiera puede donar: con 200 dólares se compra un acre, compra igualada por la fundación.
Sin embargo, la desaparición de las ranas o de los bosques no preocupa a todos los propietarios de tierras. «Algunos hacen lo que necesitan para sobrevivir, que podría significar vender sus tierras a una empresa de tala», afirma Di Domenico. Pero algunos están dispuestos a unirse a las iniciativas de conservación. «He visto de primera mano que, cuando las comunidades locales se implican en la protección de una especie, la gente obtiene un sentido de identidad y vínculo con esos animales. Empiezan a preocuparse por ellos», afirma.
Cuando dirigimos el turismo ecológico a estos paisajes, «intentamos extender el mensaje de que la biodiversidad posee un valor que la gente puede explotar de forma positiva, sin destruirla», cuenta.
El área donde habita la G. cornuta, conocida oficialmente como la región ecológica Tumbes-Chocó-Magdalena —que limita al este con los Andes y se extiende por Colombia y Panamá y baja hasta el noroeste de Perú—, contiene los bosques bajos más prístinos que quedan en Ecuador —algunos de los más amenazados del mundo— y alberga superdepredadores raros como jaguares. «Chocó es casi tan biodiversa como la Amazonia, pero apenas está explorado y desaparece rápidamente», afirma Di Domenico.
Por eso algunos biólogos lo han convertido en una prioridad de conservación. «Si queremos salvar Chocó y su fauna y flora silvestres, incluida esta rana, este es el momento», afirma Martin Schaefer, de Jocotoco.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.