La mayoría de las tortugas marinas nacen hembras por el calentamiento: ¿sobrevivirán?
El cambio climático es el culpable de una crisis en las proporciones de sexos de las tortugas marinas. Pero aún quedan esperanzas.
Camry Allen empezó estudiando marsupiales trepadores de árboles. Más adelante, cuando aplicó sus conocimientos a los reptiles marinos, se preocupó.
Allen, científica de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica estadounidense en Hawái, había pasado los primeros años de su carrera empleando hormonas para supervisar los embarazos de los koalas. A continuación, empezó a aplicar técnicas similares para ayudar a sus colegas a responder rápidamente a una pregunta difícil: si una tortuga marina es macho o hembra.
No siempre se puede determinar con un simple vistazo. Suele necesitarse una laparoscopia, es decir, observar los órganos internos de la tortuga insertándole una cámara. Allen averiguó cómo hacerlo empleando muestras de sangre, lo que facilitó comprobar rápidamente el sexo de una gran cantidad de tortugas.
¿Por qué es relevante? Resulta que el calor de la arena donde están enterrados los huevos determina en última instancia si una cría de tortuga marina es macho o hembra. Y como el cambio climático ha hecho que aumenten las temperaturas en todo el mundo, a los investigadores no les sorprendió encontrar más hembras.
Pero cuando Allen observó los resultados de su investigación en la isla Raine, Australia —el terreno de anidación más grande e importante de la tortuga verde en el océano Pacífico—, se dio cuenta de la gravedad de la situación. Las temperaturas de la arena en aquel lugar habían aumentado tanto que ella y un equipo de científicos informaron el año pasado de que las crías de tortugas hembra superan en número a los machos por 116 a 1.
«No lo puedo negar: observar esos resultados me asustó muchísimo», afirma Allen.
La vida de las tortugas marinas ya es lo bastante dura como para que los humanos se la dificultemos.
Menos probabilidades de supervivencia
En los mares templados y tropicales viven siete especies de tortugas marinas. Y el mundo es peligroso para ellas desde el principio.
Las tortugas marinas ponen huevos en playas de arena, pero muchos ni siquiera eclosionan. Las criaturas pueden morir por microbios, las pueden excavar perros callejeros o pueden quedar expuestas por otras tortugas que intentan cavar un nido nuevo. Las que eclosionan de sus delicados cascarones deben enfrentarse a buitres y mapaches en camino al océano. Una vez allí, peces, cangrejos y otros animales marinos aguardan hambrientos. Solo una fracción del uno por ciento de las crías llega a la adultez.
Cuando maduran, las adultas se enfrentan a pocos depredadores naturales. Una tortuga bastarda puede pesar menos que la mayoría de los adolescentes, mientras que las tortugas laúd pueden pesar más que un bisonte. Sea como fuere, pocas criaturas salvajes —además de tiburones tigre, jaguares y orcas— intentan devorarlas.
Sin embargo, los humanos han reducido considerablemente sus probabilidades de supervivencia.
Construimos edificios de apartamentos en playas de anidación. Recogemos los huevos para venderlos en el mercado negro, atrapamos a las adultas por su carne y usamos su piel para fabricar botas y bolsos. Transformamos los caparazones de color dorado y rojizo de las tortugas carey en pulseras, gafas, cepillos y joyeros.
Los barcos de pesca atrapan accidentalmente tortugas en sus redes o palangres. Los buques portacontenedores las golpean y les rompen el caparazón.
«La trayectoria general es que las tortugas marinas de todas las especies han menguado a nivel mundial», afirma Bryan Wallace, que supervisa un comité que evalúa la clasificación de las tortugas marinas en la Lista Roja de especies en peligro de extinción de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. «Tendría que pensar mucho para encontrar una población que esté mejor de lo que estaba hace 100 años».
Actualmente, seis de las siete especies se consideran amenazadas o en peligro de extinción. La séptima, la tortuga franca oriental, no tiene una clasificación porque los científicos carecen de información suficiente.
¿Nueva investigación, nuevas esperanzas?
Con todo, cuando Allen y su colega de la NOAA Michael Jensen empezaron a examinar la feminización de las tortugas marinas, no había demasiados motivos para temer un impacto significativo o inmediato para las tortugas. En un estudio anterior, Allen había descubierto una pequeña población de tortugas verdes a las afueras de San Diego cuyo porcentaje de hembras había pasado del 65 al 78 por ciento ante el calentamiento de los lugares de anidación. Las tortugas bobas también mostraban tendencias similares, desde África Occidental a Florida.
Nadie había examinado una población tan grande ni importante como la de la isla Raine.
Más de 200.000 tortugas marinas anidan en Raine y sus alrededores, una franja de arena de 32 hectáreas a lo largo del límite norte de la Gran Barrera de Coral, la parte más afectada por el calentamiento del agua. La otra parte de esa población de tortugas marinas anida más lejos del ecuador, cerca de Brisbane, donde los aumentos de temperatura no han sido tan drásticos.
Lo que descubrieron Allen y Jensen fue importante. La mayoría de las tortugas de más edad que habían eclosionado 30 o 40 años antes también eran hembras, pero solo en una proporción de 6 a 1. Sin embargo, más del 99 por ciento de las tortugas más jóvenes que habían eclosionado en los últimos 20 años eran hembras. Y como prueba de que el aumento de las temperaturas es el responsable, las tortugas hembra de arenas más frescas cerca de Brisbane solo superan a los machos por 2 a 1.
Seis semanas después de que Allen y Jensen publicasen sus resultados, otro estudio que analizaba tortugas bobas en Florida reveló que la temperatura es solo un factor. Si las arenas son húmedas y frescas, producen más machos. Si son secas y cálidas, producen más hembras.
Pero una nueva investigación del año pasado también aportó señales de esperanza.
¿Resistencia a largo plazo?
Las tortugas marinas han existido durante más de 100 millones de años, y han capeado las glaciaciones e incluso la extinción de los dinosaurios. Podrían haber desarrollado una gran cantidad de mecanismos de adaptación. Uno de ellos podría alterar su forma de aparearse.
Alexander Gaos, experto en tortugas que trabaja con Allen, empleó análisis genéticos para examinar un pequeño grupo de tortugas carey en peligro crítico de extinción en El Salvador y descubrió que las tortugas marinas macho se apareaban con varias hembras. Dicha población estaba produciendo un 85 por ciento de crías hembra.
«Descubrimos que esta estrategia se emplea en poblaciones pequeñas, en peligro de extinción y muy mermadas», afirma Gaos. «Creemos que están respondiendo a una falta de opciones para las hembras».
No está claro si esta medida ha aumentado con el paso del tiempo, o si podría contribuir a mantener a raya una crisis demográfica en las tortugas.
«¿Existe la posibilidad de que esto contribuya a compensar el nacimiento de más hembras?», preguntó Gaos. «No lo sabemos. El hecho de que los machos puedan hacerlo es relativamente nuevo. Quizá solo estemos presenciando el principio».
Mientras tanto, otros investigadores del Caribe Neerlandés averiguaron que aportar más sombra en las playas de anidación mediante palmeras enfriaba la arena. Esto podría ser de ayuda para alterar considerablemente el ratio de machos y hembras.
Por su parte, Allen cree que estos descubrimientos resultan reconfortantes. Las tortugas marinas podrían ser más resistentes de lo que creíamos.
«Es posible que perdamos algunas poblaciones pequeñas, pero las tortugas marinas nunca desaparecerán del todo», afirma Allen. «Creo que las tortugas, entre el resto de especies, podrían tener mejores posibilidades».
Quizá solo necesiten que las ayudemos un poco.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.
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