Los gatos reconocen sus nombres, pero les cuesta más que a los perros

Una nueva investigación llevada a cabo en las cafeterías de gatos de Japón revela que nuestras mascotas felinas están más en sintonía con nosotros de lo que creíamos.

Por Carrie Arnold
Publicado 8 abr 2019, 13:42 CEST
Gato
Los gatos vinculan sus nombres a recompensas, como comida y caricias.
Fotografía de Marc Moritsch, Nat Geo Image Collection

 

Los gatos saben muchas cosas: cómo atrapar ratones, qué significa el sonido de un abrelatas e incluso cómo convertirse en estrellas de Internet.

Pero una pregunta que siempre le hacen a la experta en gatos Atsuko Saito es si los gatos reconocen su nombre, una capacidad que tienen los perros.

En un nuevo estudio de la revista Scientific Reports, la psicóloga de la Universidad Sofía de Tokio demostró que sí que reconocen sus nombres, aunque los pronuncie un desconocido.

Los gatos son el animal favorito de Saito y, tras haber estudiado la cognición en primates en la universidad, puso sus miras de investigadora en estas mascotas incomprendidas.

«Adoro los gatos. Son adorables y egoístas. Quieren que los toques, se te acercan, pero cuando quieren que los dejes solos, se van», afirma, riéndose.

Sus experimentos anteriores han revelado que los gatos interpretan los gestos humanos para descubrir comida oculta, reconocen la voz de sus dueños y piden comida a una persona si esta los mira o pronuncia su nombre. Todo esto sugería que los felinos reconocían sus nombres.

Nombres con recompensa

Saito y sus colegas pusieron a prueba esta hipótesis observando un total de 78 gatos domésticos y felinos que viven en cafeterías en Japón.

La patita Kitty ha sido acogida por una familia de gatos
La pata Kitty vive en una granja familiar a unos 160 kilómetros de Brisbane, Australia. Su nombre refleja su estatus de honor como única pata en una colonia de gatos (kittens en inglés). 

En las casas y las cafeterías, los investigadores pidieron a dueños y desconocidos que pronunciaran el nombre de un gato y grabaron en vídeo las respuestas que pudieran indicar algún tipo de reconocimiento, como movimientos con las orejas, la cabeza o la cola.

En una serie de cuatro experimentos diferentes, el equipo descubrió que los gatos exhibían una respuesta significativa al oír sus nombres, incluso después de oír cuatro nombres parecidos o los nombres de otros gatos que viven en la misma casa o cafetería.

Los gatos no solo mostraban interés cuando sus dueños pronunciaban sus nombres, sino también cuando lo hacían desconocidos.

Saito explica que es posible que los gatos hayan aprendido a vincular el sonido de su nombre con recompensas como la comida o las caricias.

«Es un estudio muy bien hecho», afirma Jennifer Vonk, psicóloga cognitiva en la Universidad de Oakland en Míchigan que no participó en la investigación.

Vonk ha llevado a cabo un experimento similar y anecdótico con sus propios gatos, en el que su marido pronuncia una retahíla de nombres con voz cantarina para observar las respuestas de sus mascotas. Y, normalmente, no responden.

La ventaja de los perros

Aunque las respuestas de los gatos no fueron tan entusiastas como las de los perros, Saito indica que los cánidos nacen literalmente para responder a sus nombres.

Durante siglos, la gente ha criado a los perros de forma selectiva para que sean obedientes y receptivos. Por su parte, los gatos se autodomesticaron cuando los gatos salvajes siguieron a los ratones y las ratas a asentamientos agrícolas. Además, los perros les llevan 20.000 años de ventaja a los gatos.

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    Además, una de las primeras cosas que aprenden los perros en las escuelas de adiestramiento es a responder a sus nombres, lo que hace que sea más sencillo trabajar con ellos.

    «Siempre sacamos a los perros a pasear y les presentamos a gente nueva. Y puedes adiestrarlos fácilmente con comida u otras recompensas», señala Vonk.

    «Si llevas a los gatos al laboratorio, se quedan quietos».

    La evolución en curso

    Saito señala que los gatos domésticos aún están evolucionando, gracias a nosotros.

    Hasta hace una o dos décadas, la mayoría de los gatos domésticos pasaban la mayor parte del tiempo fuera y venían a casa por la noche o cuando hacía mal tiempo.

    Como cada vez más gatos pasan sus vidas en el interior, en contacto más cercano con los humanos, la capacidad de un gato para leer y responder a nuestras señales podría aumentar.

    «La evolución social es un proceso en curso», concluye Saito.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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