Reducir la pobreza y la corrupción será fundamental para salvar a los elefantes africanos
La caza furtiva de elefantes es un problema en todo el continente africano, pero resolverlo exige un enfoque local.
Severin Hauenstein tenía una corazonada. Este biólogo de la Universidad de Friburgo, en Alemania, sospechaba que existía un vínculo entre los lugares de Tanzania donde se asesinan elefantes por su marfil y la presencia visible de las fuerzas del orden.
Pensaba que los cadáveres de los elefantes cazados se encontrarían, en general, lejos de los puestos de guardias anti caza furtiva. Cuando sus colegas y él analizaron los datos del ecosistema de Ruhana-Rungwa, donde antes abundaban los elefantes, les sorprendió no hallar ninguna correlación.
Pero, más adelante, analizaron la situación más minuciosamente. En la mayoría de las estaciones de guardabosques, el patrón coincidía con sus expectativas. Pero, en otras, descubrieron lo opuesto: los cadáveres se encontraban bastante cerca de los puestos de los guardabosques. Esto llevó a una segunda corazonada: que los guardabosques estacionados en dichos puestos eran cómplices en la caza furtiva.
Las pérdidas de elefantes en Ruaha-Rungwa, en la región centromeridional de Tanzania, habían sido abrumadoras. Las autoridades estimaban que la población había descendido de 34.000 ejemplares en 2009 a solo 8.000 en 2014.
Los hallazgos hicieron que Hauenstein y sus colegas se diesen cuenta de que los patrones de caza furtiva no siempre pueden intentar comprenderse a escala continental, ni siquiera a escala regional. En lugar de eso, pensaban que la probabilidad de que la caza furtiva de elefantes tuviera lugar en un lugar determinado podría estar vinculada, al menos en parte, a aspectos locales.
Por eso Hauenstein, junto a colaboradores de la Universidad de York, en Reino Unido, y el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, decidió comparar las tasas de caza furtiva anuales en 53 lugares diferentes del África subsahariana con información sobre factores medioambientales, económicos, sociales y políticos. Su análisis se ha publicado en la revista Nature Communications.
Los investigadores identificaron dos variables que influyen en las tasas de caza furtiva locales más de lo que esperaban. Una es la pobreza, medida según la tasa de mortalidad infantil, derivada de datos aportados por el Centre for International Earth Science Information Network de la Universidad de Columbia y la ONU. La otra es la corrupción, medida por Transparencia Internacional de la ONU.
«Lo que resultó particularmente interesante era que tanto la pobreza como la corrupción estaban más correlacionadas con la caza furtiva a nivel local que la suficiencia de las fuerzas del orden», afirma Hauenstein. Los niveles de caza furtiva fueron evaluados por expertos de un programa denominado Monitoring the Illegal Killing of Elephants (MIKE), que aporta datos al Convenio sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre (CITES), la organización que regula el comercio transfronterizo de animales salvajes.
«Nos parece que no es posible resolver el problema solamente aumentando la presencia de las fuerzas del orden», afirma Hauenstein, aunque enseguida insiste en que esto no significa que las fuerzas del orden no deban ser una prioridad, «es solo que necesitan abordarse otros aspectos». En otras palabras, hay lugares donde sería prudente centrarse más en aliviar la pobreza o reducir la corrupción.
Aunque estos hallazgos pueden parecer obvios, Hauenstein explica que los esfuerzos para reducir la caza furtiva se centran en gran medida en las fuerzas del orden.
Según George Wittemyer, biólogo de la Universidad del Estado de Colorado, en el África rural, existen muchas estrategias y proyectos para aliviar la pobreza, pero a veces, los proyectos de desarrollo comunitario pueden socavar los objetivos de conservación. Wittemyer también forma parte del grupo de especialistas en elefantes africanos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), la organización que establece el estado de conservación de las especies, y ejerce de director científico de la ONG Save the Elephants.
«Si introduces servicios hídricos, educativos o sanitarios justo al lado de áreas silvestres, esto provocará necesariamente presión en ese área silvestre», explica. Y si creas capacidad en agricultura o ganadería, entonces lo que antes era un hábitat de fauna silvestre se convertiría para otros usos, aumentando a la vez el riesgo de encuentros destructivos y potencialmente mortales entre personas y animales salvajes.
Establecer infraestructura para el turismo suele ser una opción sugerida como motor económico que podría beneficiar tanto a la fauna silvestre como a las personas, mediante safaris fotográficos y caza mayor gestionada rigurosamente. Hauenstein sostiene que no está claro si el dinero obtenido en estos negocios siempre ayuda a las personas que estarían más tentadas a recurrir a la caza furtiva.
Pero hay lugares donde este modelo parece eficaz. En Namibia, el programa de 23 años Community-Based Natural Resource Management (CBNRM) —que transfirió los derechos de los recursos naturales, fauna incluida, a comunidades locales y les otorgó derechos legales para desarrollar operaciones de turismo y caza— suele describirse como ventajoso tanto para los animales salvajes como para las personas.
Los investigadores de elefantes que informan a CITES han descubierto que los niveles medios de mortalidad a causa de la caza furtiva en los 53 lugares descendieron de un pico del 10 por ciento en 2011 a menos del 4 por ciento en 2017. Por su parte, la UICN indica que las poblaciones de elefantes africanos están aumentando. (De los peligros a los que se enfrentan los elefantes, la pérdida y la fragmentación del hábitat y los conflictos subsiguientes entre humanos y elefantes todavía están en los primeros puestos de la lista.)
Hauenstein afirma que ambas tendencias parecen reflejar la mejor situación de los elefantes de sabana de África oriental y meridional, pero que el riesgo de caza furtiva sigue siendo alto para los elefantes de bosque de África occidental y central. Y en la medida en que la reducción de la caza furtiva está vinculada a la reciente desaceleración económica en China, dicho patrón podría revertirse fácilmente, según él. «La crisis no ha terminado».
El futuro de los elefantes africanos está íntimamente vinculado al bienestar de los pueblos rurales del continente. A menudo, estos se ven obligados a sufrir el coste de vivir con animales grandes y peligrosos sin obtener muchos beneficios de esa coexistencia. Maxi Louis, director de la Namibian Association of CBNRM Support Organizations, explica que para resolver la crisis de los elefantes, quizá haya que tratarla como un tema de derechos humanos y justicia social, no solo como un tema de conservación de fauna silvestre.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.
Jason G. Goldman, periodista científico galardonado que trabaja desde Los Ángeles, cubre temas sobre fauna, ecología y conservación para National Geographic, Scientific American, BioGraphic, The Journal of Alta California y otras publicaciones. Su libro más reciente es Wild L.A.: Explore the Amazing Nature In and Around Los Angeles. Síguelo en Twitter y en Instagram.