Así impacta el confinamiento del ser humano sobre la conducta de los animales
El coronavirus ha transformado las ciudades en hábitats efímeros para los animales, provocando cambios repentinos en el comportamiento de las especies y un incremento local de la biodiversidad.
Un grupo de felinos aprovecha para echarse una siesta en pleno asfalto ante la ausencia de personas en el Kruger National Park.
Un oso paseando por las calles asturianas, jabalíes por el centro de Barcelona, corzos en el acueducto de Segovia, cabras en un pueblo de Albacete o pavos reales por el centro de Madrid. Una estampa que se repite en las ciudades del mundo entero: pumas recorriendo las calles de Santiago de Chile, leopardos por los barrios de India, ciervos por las calles parisinas, monos divirtiéndose en la piscina de un hotel tailandés o cabras paseando por Gales.
El escenario metropolitano parece ceder ante la expansión de la naturaleza a raíz del confinamiento del ser humano. Muchas son las noticias – algunas, fake news - que han circulado por la red sobre inusuales animales salvajes paseándose y reconquistando las calles vacías de emblemáticas ciudades a lo largo del mundo.
“Podemos afirmar que el confinamiento puede producir cambios importantes en la fauna”
El impacto que tiene sobre la fauna el confinamiento del ser humano puede dar lugar a muchas interpretaciones y, a pesar de que aún faltan trabajos que contrasten estos efectos, muchos análisis previos a esta situación permiten anticipar las consecuencias que traerá esta circunstancia sin precedentes.
Desde cambios en el canto de los pájaros hasta una pérdida del miedo a los núcleos urbanos, muchas son las insólitas consecuencias que podríamos vivir a corto plazo. A raíz de ellas, el coronavirus provocará para muchos animales «una trampa ecológica, es decir, una falsa percepción de que las ciudades son lugares adecuados para vivir», afirma Daniel Sol, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), junto con los investigadores del en el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF) Oriol Lapiedra y Aina García.
Los tres expertos afirman que el confinamiento provoca cambios a corto plazo en el comportamiento de las especies e incluso permite un incremento local de la biodiversidad. Sin embargo, insisten en la alta probabilidad de que estos cambios sean efímeros y la mayoría de sus consecuencias desaparezcan cuando la actividad humana vuelva a niveles similares a los previos a la crisis.
Una trampa ecológica
Los insectos efemerópteros, que habitualmente se reproducen sobre la superficie del agua, a menudo ponen sus huevos sobre el asfalto debido a la confusión por la luz polarizada que produce, que se asemeja al brillo del agua. Como en este caso, el confinamiento expone a los animales a condiciones inusuales que pueden distar mucho de aquellas que experimentarán en el futuro, cuando las personas y los coches vuelvan a las calles.
“Si, por ejemplo, los pájaros aprovechan el bajo nivel de perturbaciones humanas para criar en zonas donde antes no lo hacían, la reproducción podría fracasar una vez la actividad recupere cierta normalidad”, afirman los expertos del CREAF. Confiados por la tranquilidad de las ciudades, este podría ser el comportamiento de muchos animales ante las nuevas condiciones del ambiente, que inducen a percibir un hábitat como apropiado para vivir o reproducirse cuando, en realidad, no lo es.
Un cambio en el canto de los pájaros
«En las ciudades, algunos pájaros como los herrerillos cantan a una frecuencia más alta que fuera de los núcleos urbanos. Este podría ser un mecanismo para evitar que el sonido pase desapercibido debido a los ruidos de la ciudad, que suelen ser de frecuencia baja, sobre todo debido a los motores de los vehículos», explican los expertos del CREAF. «Por lo tanto, con el confinamiento podríamos esperar algunos cambios en el canto de los pájaros.
“Que unas semanas de confinamiento puedan alterar el comportamiento y diversidad de animales debería hacernos reflexionar”
Sin embargo, es poco probable que este hecho favorezca especies de pájaros que cantan a frecuencias bajas, como se ha sugerido, porque no hay evidencias claras de que la frecuencia del canto sea un factor importante a la hora de colonizar áreas urbanas».
En lo que a especies se refiere, una particularidad de las zonas altamente urbanizadas es que su fauna está dominada por unas pocas especies muy abundantes, como las palomas, las gaviotas o los ratones. «La proliferación de estas especies en las ciudades tiene mucho que ver con su capacidad de aprovechar el alimento generado por la actividad humana. Liberados de competidores y enemigos, su número puede crecer hasta convertirse en plagas. Estos días, la disminución de la actividad humana puede reducir la abundancia de alimento y afectar, por tanto, a las especies que son más dependientes», explican.
Sin embargo, a día de hoy «no disponemos de suficiente información para estimar el impacto real del confinamiento sobre la fauna. Para hacerlo hay que documentar los cambios en el comportamiento de los individuos y sus efectos sobre las dinámicas poblacionales antes, durante y después del confinamiento y compararlos con datos de lugares similares donde no se haya producido el aislamiento obligatorio», concluyen los expertos.
«Estos datos son difíciles de obtener, pero a partir de la experiencia de la ecología sobre la relación entre los animales y las personas, podemos afirmar que el confinamiento puede producir cambios importantes en la fauna. La posibilidad de que unas pocas semanas de confinamiento puedan alterar el comportamiento y diversidad de animales debería hacernos reflexionar sobre hasta qué punto estamos creando ciudades que son poco habitables».