Estas aves han adoptado un canto nuevo, un cambio rápido y sin precedentes

Los chingolos gorgiblancos de Canadá están remplazando su antiguo canto por uno nuevo. El motivo de este cambio es un misterio.

Por Corryn Wetzel
Publicado 3 jul 2020, 12:58 CEST
Un chingolo gorgiblanco

Un chingolo gorgiblanco (Zonotrichia albicollis) canta en Manitoba, Canadá, donde ha aparecido un nuevo canto distintivo que ha remplazado al antiguo.

Fotografía de Glenn Bartley, Minden Pictures

La mayoría de las aves tienen cantos distintivos que no suelen cambiar. Mediante estos cantos, los observadores de aves pueden reconocer a una especie sin verla. Con todo, una nueva investigación demuestra que los cantos pueden cambiar.

En el transcurso de dos décadas, los chingolos gorgiblancos de las regiones central y occidental de Canadá han cambiado uno de sus cantos, remplazando una vocalización de tres notas por una de dos. La nueva melodía surgió en la Columbia Británica y se propagó hacia el oeste; ahora, la mayoría de estas aves la cantan en Canadá. También está extendiéndose por Quebec, que está a más de 3200 kilómetros de su lugar de origen.

Aunque los cantos de algunas aves sí evolucionan, nunca se había observado un cambio tan rápido hasta la fecha, según indica Ken Otter, autor principal del estudio, publicado el 2 de julio en la revista Current Biology.

«No hay nada conocido que se haya extendido como esto», afirma Otter.

A medida que la melodía se propaga hacia el este, los ornitólogos se preguntan por qué es tan pegadiza y si esta tendencia continuará. El hallazgo ha sido posible gracias a las grabaciones de cantos de aves en plataformas de colaboración abierta, que descubren patrones que antes habrían pasado inadvertidos.

El nacimiento de una canción

Los cantos de aves no solo son bonitos, también contienen mucha información, como la salud y la forma física del emisor. Al igual que otras aves, los chingolos macho cantan para defender su territorio y atraer a las hembras. Solo los machos cantan melodías determinadas que aprenden durante un periodo fundamental de su desarrollo temprano.

Otter, que estudia el comportamiento y la comunicación de las aves en la Universidad del Norte de Columbia Británica, advirtió que ocurría algo con los cantos de los chingolos a finales de los noventa. Estaba haciendo trabajo de campo en la Columbia Británica al oeste de las montañas Rocosas con un colega que suele estudiar a las poblaciones orientales de la especie.

«Íbamos caminando y de repente me dijo: “Tus chingolos suenan raro”». Otter no lo había advertido hasta entonces, pero coincidió: sonaban diferente.

«Los chingolos gorgiblancos tienen un canto clásico que sonaría tal que así: “Oh, mi dulce Canadá, Canadá, Canadá”», explica. «Y nuestras aves sonaban tal que así: “Oh, mi dulce Cana-, Cana-, Cana-, Canadá”».

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    La nueva melodía surgió en los años noventa en el norte de la Columbia Británica, donde Otter y su colega escucharon este canto «extraño» por primera vez. A partir de ahí, avanzó hacia el este por Alberta, Saskatchewan y Manitoba.

    En 2004, casi la mitad de los chingolos de Alberta cantaba la nueva melodía con doblete final, pero para 2014 todos los chingolos de la zona habían cambiado el canto. Para 2015, todos los chingolos al oeste de la región central de Ontario cantaban esa melodía. Y no fue todo: sigue propagándose por el oeste de Quebec, a casi 3200 kilómetros de su lugar de origen.

    Como saben que los cantos deben aprenderse de otras aves, Otter y sus colegas sospechaban que los caminos de los chingolos del este y del oeste debían estar cruzándose.

    En 2013 y 2016, colocaron geolocalizadores a 50 chingolos macho en la zona de cría de Prince George (Columbia Británica) para rastrear su trayectoria migratoria estacional y las áreas donde invernaban.

    Otter preveía que las poblaciones de chingolos occidentales viajarían directamente hacia el sur, a las zonas de invernada de California. En cambio, las aves atravesaron las montañas Rocosas y se toparon con las poblaciones orientales en el sur de las Grandes Llanuras de Estados Unidos, en Texas, Oklahoma, Arkansas y Kansas. Esta convergencia de chingolos occidentales y orientales podría servir de zona de enseñanza para los machos jóvenes, que podrían aprender el nuevo canto antes de regresar a sus respectivas zonas de cría.

    A partir de dos décadas de datos de científicos ciudadanos que incluían más de 1785 grabaciones, Otter y su equipo consiguieron cartografiar la propagación del canto. Representando el nuevo canto en azul y el antiguo en rojo, los mapas de Otter muestran una cascada de puntos azules hacia el este desde el 2000 al 2019. Solo queda una delgada franja de puntos rojos en el extremo oriental del país.

    «Es genial darse cuenta de que este tipo de patrón de migración casual ha permitido [que algunos chingolos] escuchen a otras aves que cantan una melodía diferente [y que se haya propagado] como un contagio viral», afirma Jeffrey Podos, que estudia los cantos de las aves en la Universidad de Massachusetts en Amherst y que no participó en el estudio.

    A Podos no le sorprende que las aves aprendan las unas de las otras, pero admite que el ritmo al que se ha extendido el nuevo canto «sí es fascinante».

    Un canto viral

    Las nuevas variantes de cantos aparecen constantemente, pero la gran mayoría no son adoptadas por otras aves.

    «Por algún motivo, algunas aves se desviaron», afirma Podos, describiendo la aparición de la nueva melodía. «Debió de resultar interesante para algunas aves».

    Otter y su equipo no descubrieron que a las aves que cantaban la nueva melodía se les diera mejor atraer a las hembras ni defender su territorio, así que no parece ser ni ventajosa ni perjudicial. Esto suma más misterio a la viralidad del canto.

    «Lo único que se me ocurre es que las hembras sientan alguna preferencia por algo más novedoso», señala Otter.

    Es posible que las evoluciones generalizadas de cantos como este hayan ocurrido antes, pero sin detectarse. El trabajo de Otter se basó en grabaciones de eBird y Xeno-Canto, bases de datos que contienen cantos de aves grabados y subidos por personas de todo el mundo.

    Bob Planqué, cofundador de Xeno-Canto y profesor de matemáticas en la Universidad de Libre de Ámsterdam, dice que la información colaborativa es «una gran bendición para el mundo académico». Según Planqué, un motivo por el que este modelo se presta a los estudios de aves es que la grabación de los cantos es sencilla y accesible. Planqué afirma que cada año hay cientos de estudios que se basan en datos de Xeno-Canto, que contiene más de medio millón de grabaciones.

    La ciencia colaborativa es «como tener a miles de ayudantes de investigación repartidos por el continente», afirma Otter. «Permite que los investigadores accedan a una vía de investigación totalmente diferente [y] que analicen todo esto en una escala muy superior que nunca había sido posible».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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