Koalas, wómbats y otros marsupiales tienen dificultades para recuperarse de los incendios de Australia
La pandemia ha obstaculizado las iniciativas de recuperación de los animales, pero la ayuda está en camino.
Un canguro gris oriental rescatado fotografiado en el terreno quemado de una casa y refugio de fauna silvestre en febrero de 2020, después de que los incendios arrasaran la ciudad de Goongerah, en el estado australiano de Victoria. Victoria, Nueva Gales del Sur y Australia Meridional fueron los estados más afectados por la temporada de incendios de 2019-2020 que, según se estima, mató a más de mil millones de animales.
Más de seis meses después de que los incendios catastróficos incineraran una gran parte de Australia, las estimaciones sobre la cantidad de animales autóctonos que han muerto siguen creciendo a pesar de que el futuro de la fauna restante es incierto.
«Aún nos llegan datos, pero la estimación de que murieron mil millones de animales era más conservadora de lo que pensaba», señala Chris Dickman, ecólogo de la Universidad de Sídney que calculó el número preliminar de víctimas. «Creo que es indudable que algunas especies se extinguirán».
En marzo, la pandemia de COVID-19 paró en seco la mayoría de las iniciativas de recuperación. Las restricciones de viaje y el distanciamiento social dejaron a muchos científicos confinados en casa y obligaron a muchas especies a sobrevivir con dificultades en paisajes apocalípticos. El confinamiento llegó cuando el gobierno australiano identificó 119 especies de animales prioritarias que «necesitan intervención y gestión urgentemente».
Australia tiene la mayor tasa de extinción de mamíferos del mundo y la mayoría de los animales que han desaparecido desde la colonización han sido marsupiales. De las especies de mamíferos en la lista de prioridades del gobierno, la mayoría son marsupiales cuyas poblaciones están disminuyendo y cuyo hábitat se superpone con los terrenos afectados por los incendios.
Algunos científicos y voluntarios han podido entrar en las zonas quemadas para ayudar a los koalas, wómbats y otros animales salvajes. Lo que encuentran indica el grado de devastación y los retos a los que se enfrentan los animales autóctonos a la hora de intentar recuperarse de incendios tan intensos que han destruido toda la vida en las zonas más afectadas.
Según el informe del gobierno, el fuego también ha puesto de manifiesto lo poco que se sabe sobre las poblaciones de especies icónicas como el koala y la escasa protección que han proporcionado las leyes de conservación a la fauna vulnerable frente a amenazas rampantes como la deforestación , la urbanización y el cambio climático.
«Las evaluaciones iniciales y la labor de intentar determinar qué lugares son priorirtarios se han visto obstaculizadas por la falta de datos de referencia», afirma Sarah Legge, ecóloga de fauna silvestre de la Universidad Nacional Australiana que participó en la redacción de una estrategia de recuperación para el gobierno.
Al rescate
Por ejemplo, los científicos creían que vivían pocos koalas en las Montañas Azules, una zona de más de un millón de hectáreas declarada Patrimonio de la Humanidad que alberga acantilados, gargantas y bosques de eucaliptos a 130 kilómetros al oeste de Sídney, en el estado de Nueva Gales del Sur.
Sin embargo, en 2013 un equipo de investigadores de una organización de conservación sin ánimo de lucro, Science of Wildlife, empezó a hacer reconocimientos del terreno y descubrió grandes poblaciones de koalas. Fue una buena noticia para una especie amenazada que lleva mucho tiempo descendiendo debido a la sequía, la deforestación y las enfermedades. Y lo que es mejor: descubrieron que la población de las Montañas Azules estaba creciendo y que era una de las más genéticamente diversas de Australia. Además, una gran parte no padecía clamidia, una enfermedad mortal que provoca infertilidad y que afecta a koalas de todo el país.
Un koala que sobrevivió a los incendios se aferra a un eucalipto mientras los rescatadores intentan determinar su estado. Incluso antes de los incendios, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza clasificaba a los koalas como especie vulnerable —un escalón por debajo de «amenazada»— debido a la sequía, la deforestación y las enfermedades.
Cuando los incendios empezaron a devorar las Montañas Azules el pasado diciembre, la directora ejecutiva de Science for Wildlife, Kellie Leigh, consiguió organizar una operación de rescate de koalas a los que habían colocado collares de rastreo por radio. Las autoridades solo concedieron a su equipo dos días para evacuarlos.
«Pensábamos que, si ardía todo, al menos podríamos sacar a algunos con genes buenos», cuenta Leigh.
Los rastreadores se repartieron por los bosques envueltos en humo y los rescatadores de los koalas tuvieron que trepar a eucaliptos de 40 metros de alto para llegar hasta los animales. Salvaron a 10 ejemplares adultos y dos jóvenes. No pudieron rescatar a un koala llamado Houdini, ya que no quedaba tiempo para sacarlo de un barranco profundo.
Los incendios quemaron el 80 por ciento del área de Patrimonio de la Humanidad de las Montañas Azules. Basándose en recuentos pasados, Leigh cree que fallecieron mil koalas en las conflagraciones. Un informe publicado el 30 de junio por el parlamento de Nueva Gales del Sur estima que los incendios mataron a al menos 5000 koalas —hasta un tercio de la población estatal— y que destruyeron el 24 por ciento del hábitat de los koalas en terrenos públicos. El informe concluía que los koalas del estado podrían extinguirse para 2050. Nueva Gales del Sur alberga casi el 10 por ciento de la población total de koalas de Australia, aunque las estimaciones de las poblaciones estatales y nacionales varían debido a la falta de datos. Un estudio de 2016 fijaba la cantidad en 329 000 koalas en todo el país.
Según los expertos, los incendios mataron a al menos 30 000 koalas en toda Australia.
«Era bastante deprimente y lo sigue siendo», afirma Leigh. «En las zonas más quemadas no queda nada vivo».
Tras los incendios, su equipo estudió imágenes por satélite para identificar zonas con suficiente cubierta forestal. A continuación, liberaron a un perro detector de koalas llamado Smudge para que buscara supervivientes en el posible hábitat de repoblamiento.
«Encontró muchos excrementos quemados, pero también frescos, así que nos hicimos una idea de por qué partes de esa zona se movían los koalas», cuenta Leigh.
Un koala hembra y su cría que fueron tratados por quemaduras son liberados en un bosque estatal de Victoria. Como los incendios destruyeron su hogar, tuvieron que trasladarlos a unos bosques a 112 kilómetros.
Los trabajadores y más de 140 voluntarios pasaron dos meses construyendo y colocando estaciones de comida y agua para los koalas supervivientes antes del confinamiento. En marzo, trasladaron a los koalas rescatados a las Montañas Azules.
Leigh ha seguido rastreando por radio y vigilando a los koalas durante toda la pandemia. «No gozan de una condición física fantástica, pero están bien», señala. Pero «si la mayoría de sus áreas de distribución están quemadas, no tendrán recursos suficientes para sobrevivir a largo plazo».
Los wómbats
En cambio, el futuro del pariente más próximo del marsupial, el wómbat común, se ha ignorado en un marcado contraste con la atención mediática que recibe la difícil situación de los koalas.
Los incendios arrasaron las tierras altas al sur de Sídney tras la medianoche del 5 de enero. «Cuando salió el sol, no había nada de nada salvo una negrura absoluta hasta donde alcanzaba la vista», cuenta John Creighton, cuidador de wómbats en la localidad de Bundanoon que esperaba encontrar cientos de animales heridos por la mañana. «Reinaba un silencio inquietante. No había aves, ni walabíes ni canguros».
Pero sí había wómbats.
«Fue el único animal que sobrevivió al fuego», dice Creighton sobre estos marsupiales que pasan la mayor parte del tiempo en madrigueras profundas. «Los wómbats estaban sentados a la entrada de sus madrigueras, desorientados y en estado de shock, porque todo lo que conocían había quedado arrasado».
Él ya había estado proporcionando sustento a los wómbats, ya que los años de sequía habían mermado la comida y el agua. Tras los incendios, redobló sus esfuerzos, ya que los animales corrían peligro de morir de hambre en un paisaje destruido.
Creighton y los voluntarios colocaron comederos en los terrenos de un monasterio budista que linda con un parque nacional quemado. Estos animales tienen un buen sentido del olfato y enseguida encontraron el camino al agua y la comida. Los wómbats, que son criaturas solitarias cuya apariencia adorable oculta su ferocidad, se congregaron en grupos grandes, algo atípico.
Una señal sigue en pie en el terreno asolado por el fuego, que quemó esta zona de Victoria a finales de 2019. Los expertos sostienen que los incendios ardieron a tanta temperatura en algunos lugares que algunos ecosistemas podrían no llegar a recuperarse.
La cuidadora Rena Gaborov da el biberón a un wómbat joven llamado Kip en enero de 2020. Gaborov evacuó a Kip y a otros animales del estado de Victoria antes de que quedara destruido por los incendios. Se han destinado decenas de millones de dólares en donativos para ayudar a la fauna australiana a recuperarse.
Un koala hembra es atendido por quemaduras de tercer grado en la pata en un centro de triaje de fauna móvil en enero de 2020. Para los supervivientes, aún queda la amenaza de la deshidratación y el hambre.
«Había ocho wómbats alrededor de un comedero», cuenta Creighton. «Estaban prácticamente haciendo cola para comer».
Semanas después de los incendios, encontró a un wómbat moribundo. «Era solo piel y huesos, pero tenía la cabeza más grande que he visto nunca. Habría sido la reina de aquel bosque», dice Creighton. «Los wómbats como ese sobrevivieron a los incendios, pero después murieron de hambre y sed». Aunque no hay estimaciones científicas sobre las muertes de wómbats durante y después de los incendios, dice que es probable que perecieran «miles de wómbats».
Después llegaron las lluvias torrenciales, que finalmente extinguieron los incendios, pero inundaron las madrigueras de los wómbats y mataron a muchos.
Hoy, los voluntarios comunitarios siguen alimentando a casi cien wómbats en el monasterio. «A medida que las zonas se reverdecen, los animales vuelven», explica Creighton. «Pero las zonas quemadas aún están desoladas y es desconcertante lo poco que crecen las plantas».
De vuelta al trabajo de campo
Evan Quartermain, director de programas para Humane Society International Australia, estaba en la Isla Canguro, en Australia Meridional, cuando las tormentas ígneas mataron a la mitad de los 50 000 koalas de la isla. Dice que se desconoce si los insectos, hongos, semillas y microbios necesarios para recuperar el ecosistema han sobrevivido a las altas temperaturas, que casi rozaron 815 grados Celsius en algunos lugares. «Quizá algunos de esos componentes básicos del ecosistema no se recuperen», afirma.
Antes de los incendios, muchas áreas silvestres cruciales habían quedado destruidas por la urbanización. La investigación de koalas del parlamento de Nueva Gales del Sur determinó que la deforestación había aumentado debido a la aplicación poro rigurosa de las regulaciones ambientales, incluso después de aprobar leyes para proteger el hábitat de los koalas. Por ejemplo, el gobierno estatal ha aprobado la construcción de una mina de carbón en un hábitat importante para los koalas en Nueva Gales del Sur. La aceleración del cambio climático y la sequía han sometido estos hábitats a más presión.
Un estudio sobre la fauna silvestre encargado por WWF Australia determinó que los animales terrestres habían disminuido un 90 por ciento en algunas partes de Nueva Gales del Sur a principios de marzo. En otras partes, a los científicos les preocupa la supervivencia de especies amenazadas como la cacatúa lustrosa de la Isla Canguro y el dunnart de la Isla Canguro, un marsupial del tamaño de una rata cuyo hábitat limitado también ardió. Pero hasta los animales menos vulnerables, como el ornitorrinco y un pequeño marsupial que vive en eucaliptos llamado petauro gigante, se encuentran en peligro por la cantidad de terreno que han perdido. En el estado de Australia Occidental, los incendios quemaron el hábitat de una de las últimas poblaciones continentales de quokkas, el marsupial sonriente que ha aparecido en miles de selfis. En lo que respecta a los icónicos canguros, es probable que hayan muerto miles, pero con una población de casi 50 millones, la supervivencia de esta especie no es tan preocupante para los científicos.
Ahora que se retiran las restricciones de la pandemia, los científicos están planificando su vuelta al trabajo de campo y muchas organizaciones han recibido decenas de millones de dólares en donativos internacionales para ayudar a la fauna silvestre a recuperarse. El gobierno federal ha destinado 200 millones de dólares australianos a la recuperación de los animales salvajes.
La investigación de Valentina Mella, bióloga de la Universidad de Sídney, determinó que los koalas utilizan las estaciones de agua durante la sequía y las olas de calor. Ahora trabaja con el grupo de rescate de fauna WIRES para distribuir 800 estaciones de agua por Australia. WIRES también ha concedido subsidios para la restauración del hábitat, mientras que Humane Society International ofrece apoyo financiero a los cuidadores de fauna silvestre y los ayuda a prepararse para los futuros incendios. Quartermain cuenta que implantaron microchips a los koalas rescatados y liberados posteriormente en la Isla Canguro y que los rastrearán para saber en qué condiciones se encuentran.
Por su parte, Science for Wildlife ha puesto en marcha un reconocimiento del hábitat de los koalas en las Montañas Azules que durará seis meses. Pero a Leigh le alivia haber encontrado a un koala en particular: Houdini, el marsupial al que no pudo rescatar.
El nombre de este koala se debe a sus habilidades para huir cuando lo capturan, que le resultaron útiles a la hora de eludir el fuego. «Estaba en una garganta abrupta con árboles enormes, que no arden fácilmente», señala Leigh. «Nos ha dado la esperanza de encontrar otros koalas supervivientes en otras gargantas que también hayan sufrido incendios de baja intensidad».
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.