Los insectos están desapareciendo a una velocidad alarmante, pero podemos salvarlos
Los insectos no son solo plagas. Son cruciales para el planeta y para nuestro suministro de alimentos, y los científicos dicen que podemos poner nuestro granito de arena para ayudarlos.
Insectos voladores nocturnos se acumulan en una sábana iluminada en una estación de investigación en Ecuador.
Cada año, el número de insectos que sobrevuelan, se arrastran o excavan en algunas partes del planeta disminuye uno o dos puntos porcentuales. Eso quiere decir que las zonas que registran un mayor descenso podrían perder hasta un tercio de todos sus insectos en dos décadas.
Esa es la mala noticia, revelada por los científicos en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS). Decenas de expertos en insectos han colaborado en una serie de informes publicados en la revista sobre la situación de los bichos en todo el mundo, para bien o para mal.
La buena noticia —si es que hay alguna— es que no todas las poblaciones de insectos están menguando tan rápidamente. De hecho, algunas están creciendo. Y lo más importante, según los investigadores, es que aún queda esperanza para impedir que nuestro planeta pierda a sus criaturas más abundantes y diversas.
El mundo de los insectos, que según se estima cuenta con 10 millones de especies, no sufre un único problema. Las amenazas oscilan de la deforestación, el cambio climático y las especies invasoras hasta la agricultura industrializada e incluso la contaminación lumínica.
«Los atacan por varios frentes», explica David Wagner, entomólogo de la Universidad de Connecticut que contribuyó al informe.
Las poblaciones de insectos robustas son fundamentales por varios motivos, desde su apoyo al suministro de alimentos mundial hasta la creación de flores en los jardines mediante la polinización. Aunque la mayoría preferimos no cruzarnos con muchas de las criaturas más diminutas del planeta, su papel en nuestras vidas no debe infravalorarse, ni tampoco la necesidad de priorizar salvar a los insectos, dicen los científicos.
«Los insectos, como cada parte del mundo natural, están disminuyendo», afirma Matthew Forister, ecólogo de insectos en la Universidad de Nevada, Reno, que también contribuyó al informe. «Pero está claro que los insectos tienen la posibilidad de recuperarse. Es desalentador, pero no es demasiado tarde».
Más allá de la hipérbole
Los informes sobre el descenso mundial de las poblaciones de insectos no son nuevos. En los últimos años, un conjunto cada vez mayor de estudios y artículos de prensa han puesto de manifiesto el problema en términos muy diferentes: desde declaraciones de un «Armagedón» de insectos por una parte hasta informes que desafían las ideas de un apocalipsis inminente por la otra.
Wagner afirma que él y otros investigadores que contribuyeron al nuevo informe quieren ir más allá de la hipérbole y analizar tantas investigaciones como sea posible sobre la actual situación global de los insectos.
Señala que «esta es una evaluación mucho más pausada, meticulosa y crítica» que algunos de los informes anteriores que destacan las pérdidas extremas en regiones específicas y las extrapolan al resto del planeta.
Una Pontia protodice se alimenta de una verbena de Texas (Verbena halei)
Como ejemplo, Forister, que estudia las mariposas del oeste de Estados Unidos, menciona dos especies que representan situaciones muy diferentes.
La mariposa Agraulis vanillae, que en general vive en el sur de Estados Unidos, México y Centroamérica, está prosperando en California porque las personas cultivan a su anfitriona, la flor de la pasión, una planta ornamental popular.
En cambio, la Euchloe ausonides, que se nutre de las plantas de mostaza invasoras, era abundante hasta que su población se desplomó, probablemente víctima del triple revés del cambio climático, la pérdida de hábitat y los plaguicidas.
El estudio de Forister se centra específicamente en cómo afecta el cambio climático a las mariposas. Las especies sufren dificultades por los incendios forestales, la sequía y los fenómenos meteorológicos extremos, y aunque teorías anteriores propusieron que las mariposas de regiones montañosas podrían simplemente desplazarse a mayor o menor altitud para aprovechar las mejores condiciones, no parece que sea así, al menos no para todas las especies.
Otras especies, como la famosa mariposa monarca, pasaron por una mejor situación de lo previsto durante los veranos de 2011 a 2015, cuando las condiciones más cálidas les dieron más tiempo para reproducirse. Con todo, eso no impidió el declive constante de las monarcas en el oeste.
Cómo podemos ayudar
Ante unas estadísticas que parecen tan devastadoras, Forister y Wagner dicen que hay esperanza.
En 2019, Alemania prometió destinar casi 98 millones de euros a la conservación, supervisión e investigación de los insectos. Costa Rica apoyó a organizaciones internacionales que invirtieron 100 millones de dólares para realizar un inventario y secuenciar partes del ADN de «cada criatura multicelular del país a lo largo de una década», que será de especial importancia para los innumerables insectos tropicales desconocidos, escribe Wagner en el ensayo introductorio del informe.
Los científicos ciudadanos también han colaborado para expandir la base de conocimiento. Una aplicación, iNaturalist, donde los usuarios suben imágenes para su identificación y clasificación, se ha convertido en una de las mayores fuentes de observaciones de insectos.
Las soluciones a los problemas generales como el cambio climático requieren legislación y políticas nuevas, pero las personas pueden generar cambios para los insectos en sus jardines, barrios y comunidades, señalan Wagner y Forister.
Una forma es reducir el uso de plaguicidas y herbicidas en los jardines. Aún mejor, plantéate convertir parte de tu jardín en un área natural. El hábitat de los insectos podría aumentar en más de 1,6 millones de hectáreas en Estados Unidos si cada hogar, escuela y parque convirtiera el 10 por ciento de sus céspedes, explica el entomólogo Akito Y. Kawahara, de la Universidad de Florida en Gainesville, en el informe de PNAS. Cultiva plantas autóctonas y limita la iluminación exterior, que atrae y a menudo mata a los insectos nocturnos.
Algo aún más sencillo: en otoño, deja ramitas en los jardines y parte de la tierra desnuda para los nidos de abejas, recomienda Lusha Tronstad, zoóloga de invertebrados de la Base de datos de diversidad natural de Wyoming que estudia el descenso de las poblaciones de abejorro occidental y no participó en el informe. No recojas las hojas antes del invierno.
«La gente puede ser un poquito más vaga y eso beneficiará a los insectos», afirma.
Tronstad también indica que el destino de una especie puede cambiar enseguida para bien o para mal. Las poblaciones de abejorro occidental hay disminuido en un 93 por ciento en poco más de dos décadas.
Por su parte, Wagner cuenta que la azul de Karner (Plebejus melissa samuelis), llamada así por el novelista y entomólogo Vladímir Nabokov y que se encuentra en peligro de extinción, ha reaccionado bien a las iniciativas de restauración. La pequeña mariposa ha sufrido durante años debido a la extinción de incendios y el desarrollo residencial y comercial en su hábitat arenoso, desde las orillas de los Grandes Lagos hasta Nueva Inglaterra. Las iniciativas para plantar y fomentar el altramuz —que necesitan las adultas y las larvas— y otros proyectos de mejora de hábitats también han sido de gran ayuda.
¿Impedirán los pequeños cambios personales, como limitar el uso de plaguicidas en el jardín, las peores consecuencias del cambio climático? No, dice Forister. Pero sí crearán un cambio en las poblaciones de insectos locales, y esos cambios suman.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.