El confinamiento aumenta la presencia de insectos polinizadores en las ciudades
El cambio en el frenético ritmo de las ciudades, provocado por el coronavirus, ha facilitado una naturaleza exuberante que ha dado un respiro a la situación de los insectos polinizadores.
Un grupo de investigadores españoles ha desvelado una mayor presencia en las ciudades de especies que se consideraban ausentes o desaparecidas.
La primavera más lluviosa de este siglo ha coincidido con un drástico cambio en nuestro nivel de actividad debido al confinamiento; un cóctel que ha despertado la vida en las ciudades. Convertidas en escenarios donde cada rincón se ha vuelto apto para que la naturaleza se abra camino, arcenes y rotondas, parques y jardines han visto muy mermada su gestión.
«Como resultado, nos hemos encontrado una naturaleza exuberante con una floración excepcional que ha amplificado la presencia de insectos polinizadores (abejas, abejorros, mariposas y otros) en las ciudades», afirman los expertos del CREAF. «Gestionar de forma selectiva, o hacerlo de una forma menos intensa, es un cambio de paradigma que reduce la necesidad de agua, pesticidas y abonos en estos espacios», afirma Joan Pino, director del CREAF y catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona.
A raíz del confinamiento y con motivo del Día Mundial de las Abejas, una fecha marcada en el calendario para concienciar sobre la crítica situación de estos polinizadores, los expertos han desvelado una mayor presencia en las ciudades de especies que se consideraban ausentes o desaparecidas.
Es el caso de la orquídea Ophrys Apifera, que ha florecido en medio de la Facultad de Biociencias durante el mes de mayo. «Las orquídeas en general son indicadoras de una cierta estructura ecosistémica, porque para germinar necesitan asociarse con unos hongos llamados micorrizas que sólo se encuentran en suelos mínimamente estructurados», afirma el investigador Joan Pino.
Transformación urbana
Diversos proyectos de investigación llevados a cabo por este centro demuestran que urge revisar los procedimientos de gestión de estos espacios y cambiar la concepción que se tiene de estos espacios. «Un césped bien cuidado y segado a ras de suelo no es siempre la mejor opción», afirman. «Nos tenemos que acostumbrar a ver herbazales dentro de las ciudades que pasan del verde al amarillo, mientras las plantas florecen y fructifican, porque esto permite que proliferen muchos otros organismos».
A pesar de haber pasado a un segundo plano debido a la pandemia, la grave crisis climática y la pérdida de biodiversidad a las que nos enfrentamos a día de hoy hace de este tipo de modelos un imperativo para la construcción de ciudades sostenibles.
«Por un lado, porque reducimos el gasto energético que conlleva esta gestión y, por otra, porque se favorecen nuevos espacios para los insectos polinizadores en declive en todo el mundo», afirman. «Hay que tener en cuenta que la mala gestión y la alteración de sus hábitats son algunas de las causas más importantes de su disminución».
El impacto de este cambio de paradigma puede significar importantes resultados positivos en ciudades como Barcelona, donde los espacios rodeados por las infraestructuras o áreas urbanas, o adyacentes a ellas, ocupan más de un 16% de la superficie del área metropolitana, y un tercio de estos espacios son zonas verdes.
Las mariposas, termómetros de biodiversidad urbana
La inmensa sensibilidad a los cambios de las mariposas hace de estos insectos un termómetro muy valioso sobre el estado de salud de la biodiversidad en las ciudades. En base a estos conocimientos, Barcelona ha puesto en marcha un proyecto de colaboración ciudadana, como parte de su Plan de Mejora de la Biodiversidad de los parques y las playas, en el que estudia si hacer pequeños cambios en la gestión urbana, como mantener prados floridos entre el césped cortado de los espacios verdes, mejora la abundancia y diversidad de este grupo de insectos sensibles.
Hasta el momento, el proyecto ha revelado que entre las calles de esta urbe habitan más de 50 especies diferentes de mariposas. «Los datos que hemos conseguido nos sirven para mejorar los modelos predictivos y probar diferentes formas de gestionar los jardines metropolitanos. A medida que dispongamos de más datos, estos modelos serán más fiables y podremos garantizar si las medidas que activamos son efectivas o no», comenta Yolanda Melero, coordinadora del Observatorio ciudadano uBMS.
Autopistas por la naturaleza
En esta línea, diversos proyectos en marcha plantean convertir arcenes de carreteras y autopistas, zonas verdes de polígonos industriales y zonas semi urbanas en espacios llenos de flores que sean útiles para la conservación de insectos polinizadores. Con este objetivo, el proyecto plantea reducir la intensidad y la frecuencia de las siegas en estos espacios y cubrirlos de vegetación con ciertas especies de plantas melíferas.
«Como primer paso, el proyecto ha generado una guía con recursos para indicar qué especies de plantas son las más útiles en cada zona para atraer polinizadores y cómo crear sustratos de nidificación para favorecer la presencia de abejas silvestres», concluyen los expertos del CREAF.