Donde habitan los búfalos, prosperan los ecosistemas en peligro de extinción
Un estudio de 29 años de duración muestra cómo la reintroducción del bisonte americano puede crear ecosistemas más ricos y resistentes al cambio climático.
Bisontes americanos salvajes en el coto de caza estatal de Maxwell, en Canton (Kansas). El estado también alberga la pradera de hierba alta, un ecosistema amenazado.
Dos veces al año durante los últimos 29 años, los científicos han recorrido las mismas secciones de pradera de hierba alta - un ecosistema nativo del centro de Norteamérica - al este de Kansas y han contabilizado todas las especies de plantas que han podido encontrar. El objetivo era determinar el impacto del bisonte americano (Bison bison) y el ganado en el ecosistema, en comparación con parcelas de praderas similares protegidas de estos pastores.
Es un trabajo tedioso, caluroso e infestado de garrapatas, pero es increíblemente importante: las praderas de hierba alta solían cubrir una gran parte de Texas y se extendían hasta el sur de Canadá. Hoy en día, este hábitat, dominado por hierbas y unas plantas herbáceas con flor conocidas como forbs, está en peligro. La pradera de hierba alta está presente ahora en solo el cuatro por ciento de su antigua área de distribución en Norteamérica.
Ahora, décadas de diligencia y datos muestran un resultado quizá sorprendente: cuando se permitió que los bisontes pastaran en zonas de praderas de hierba alta, la riqueza de especies de plantas autóctonas aumentó en un enorme 86 por ciento en las últimas tres décadas, según un estudio publicado el 29 de agosto en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences.
Las zonas pastoreadas por el ganado también beneficiaron a las especies autóctonas, aunque solo aumentaron en un 30 por ciento. El bisonte americano, también llamado búfalo, proporcionó casi tres veces más beneficios ambientales que las vacas, y los investigadores aún no han descubierto el porqué.
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"Todavía nos sorprende la magnitud del efecto del bisonte", afirma Zak Ratajczak, director del estudio y ecologista de la Universidad Estatal de Kansas. "No creo que nadie lo hubiera podido predecir de antemano".
Los científicos cotejaron sus resultados con 252 estudios similares realizados en todo el mundo sobre el impacto de los grandes herbívoros en la diversidad de las plantas. Entre estos estudios, el bisonte americano y sus efectos se situaron en el percentil 95, lo que significa que este nuevo estudio ha obtenido uno de los resultados más altos de los que se tiene constancia.
Entre 30 y 60 millones de bisontes vivían en Estados Unidos a mediados del siglo XIX, antes de que el gobierno estadounidense exterminara en gran medida la población, reduciendo su número a solo unos cientos en 1889, como parte de un esfuerzo coordinado para negar una fuente de alimento clave a las poblaciones nativas americanas. Los resultados del nuevo estudio sugieren que los esfuerzos en curso para reintroducir el bisonte en su antigua área de distribución podrían tener enormes beneficios no solo para los pueblos nativos y su cultura, sino también para la tierra y el entorno natural.
"Se trata de una relación recíproca que se ha cortado", afirma Jason Baldes, director del programa de búfalos tribales del Programa de Asociaciones Tribales de la Federación Nacional de Vida Silvestre, que no participó en el nuevo estudio.
"Como pueblo nativo, restablecer esta conexión con el búfalo, nos sana. Y ese búfalo, con su presencia en la tierra, la cura", dice Baldes, que también es ecologista y miembro de la tribu Shoshone del Este. "Y eso es algo que todos podemos aprender, entender y beneficiarnos de ello".
¿Cómo afecta el bisonte a las praderas de hierba alta?
Para el estudio sobre la hierba de la pradera, los científicos inspeccionaron secciones de la Estación Biológica de la Pradera de Konza, una reserva de praderas altas de 34 kilómetros cuadrados que es propiedad conjunta de la Universidad Estatal de Kansas y de Nature Conservancy. En algunas zonas, de hasta ocho kilómetros cuadrados, se permitió que los bisontes en libertad pastaran durante todo el año y en otras secciones se alojó al ganado durante la temporada de crecimiento, entre abril y noviembre. Para comprobar el impacto de los herbívoros, un tercer grupo de parcelas se mantuvo libre de ambas especies.
En las parcelas sin herbívoros, gran parte del paisaje estaba cubierto por sólo cuatro especies de hierbas autóctonas: big bluestem, Indian grass, switchgrass y little bluestem. Sin embargo, cuando se permitió que los bisontes y el ganado segaran estas especies, otras plantas menos dominantes pudieron prosperar.
Se calcula que una vez hubo 50 millones de bisontes en Estados Unidos, pero tras una matanza masiva (un intento de matar de hambre a los nativos americanos) sólo quedaban 600 bisontes en 1875. En la actualidad, la especie se ha recuperado con más de 5000 ejemplares en el Parque Nacional de Yellowstone (Wyoming).
Es algo que llamamos "herbivoría clave", dice Ratajczak.
Una beneficiaria concreta fue una hierba alta y floreciente conocida como vara de oro rígida. Los botánicos solo vieron esta especie en contadas ocasiones en las parcelas no pastoreadas, pero apareció con regularidad en las frecuentadas por los bisontes. Del mismo modo, varias especies de hierbas adaptadas a la sequedad también se afianzaron en las parcelas de bisontes, junto con 11 especies anuales que nunca se habían visto antes en esas parcelas.
Revolcadores beneficiosos
Aunque Ratajczak aún no puede asegurar por qué los bisontes crean mejores oportunidades para las especies autóctonas que el ganado, tiene algunas teorías.
Los bisontes tienden a ser más heterogéneos en su pastoreo, dice. Esto significa que pueden aplastar una zona y comerse todo, mientras que dejan otra parte de la pradera sin tocar, creando así más diversidad de plantas. El ganado, en cambio, tiende a ser más metódico y uniforme en su pastoreo.
"El bisonte también va formando alteraciones en el suelo, llamadas revolcadas", dice Ratajczak. "Se trata de zonas en las que se revuelcan y se sacuden el pelaje de invierno, lo que crea un pequeño punto caliente de características de suelo muy diferentes que no se encontrarían de otro modo".
Por ejemplo, los muretes se endurecen y recogen el agua después de la lluvia, creando humedales en miniatura, que permiten que crezcan aún más y se desarrollen diferentes tipos de plantas.
Curiosamente, al favorecer el crecimiento de diferentes tipos de plantas, los científicos creen que los bisontes podrían ayudar a sus ecosistemas a ser más resistentes a las sequías prolongadas, uno de los efectos más importantes del cambio climático en el oeste americano.
Por ejemplo, las especies de plantas anuales, que eran abundantes en las parcelas pastoreadas, se reproducen pronto antes de florecer, sembrar y finalmente entrar en letargo durante los meses más calurosos y secos, reapareciendo cuando las condiciones climáticas mejoran.
"Tenemos que volver a evaluar cómo ha sido el progreso"
Por su parte, Baldes se mostró impresionado por el alcance del nuevo estudio y dice que sus conclusiones reiteran "lo que ya sabemos sobre la importancia de este animal como especie clave".
El bisonte impulsa a las mariposas, salamandras y reptiles al crear un hábitat tanto para los propios animales como para las plantas que necesitan para sobrevivir, dice Baldes. Cuando los grandes herbívoros se desprenden de su espeso pelaje invernal, ese pelo resulta útil para las aves que anidan. "He sido testigo de cómo el águila pescadora volaba sobre mí en el recinto del búfalo, y parecía que llevaba una serpiente, pero llevaba un gran trozo de pelo de búfalo a su nido".
Baldes trabaja para que los bisontes vuelvan a las tierras que una vez habitaron, como la reserva india Wind River de Wyoming, que alberga casi un centenar de bisontes reintroducidos. Se trata de una idea que está cobrando impulso en Estados Unidos y Canadá, reforzada por estudios como este, afirma. Un estudio reciente también sugiere que las reintroducciones de bisontes ayudarían a las poblaciones nativas americanas a lograr mayor soberanía alimentaria y sostenibilidad económica.
Rechazando la explotación medioambiental, reintroduciendo especies importantes como el búfalo y trabajando para preservar las lenguas nativas, dice Baldes, "podemos asegurarnos de que nuestros jóvenes puedan estar orgullosos de ser Shoshone y Arapaho, Pies Negros, Crow, Cheyenne, o cualquiera de las 574 tribus reconocidas por el gobierno federal en este país que están tratando de contar su historia".
"Hemos tenido un nivel de colonización que ha impactado no solo a los pueblos nativos, sino también en la forma de utilizar la tierra", dice Baldes. "Se ha arado, se ha pavimentado, se ha cercado, se ha vallado, todo con esta idea de progreso".
Si las reintroducciones de bisontes van a tener éxito, Baldes dice que la salud del medio ambiente debe tener prioridad.
"Ese sistema de pensamiento colonial destruyó a los depredadores y eliminó a los búfalos", dice. "Y por eso tenemos que replantearnos cómo ha sido el progreso".
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.