Las abejas saben mucho más de lo que crees sobre hongos y bacterias

El ADN hallado en las colmenas de abejas muestra que cada ciudad tiene un microbioma único, lo que podría tener grandes implicaciones para la salud humana.

Por Annie Roth
Publicado 31 mar 2023, 12:12 CEST, Actualizado 12 abr 2023, 16:17 CEST
Un investigador comprueba unas colmenas en California (Estados Unidos).

Un investigador de la Universidad California-Davis (Estados Unidos) comprueba las colmenas de abejas melíferas en un huerto de almendros. La abejas recogen muchas sustancias de su entorno, incluidos muchos tipos de microbios.

Fotografía de Anand Varma, Nat Geo Image Collection

Aunque intentemos no pensar en ello, nuestras ciudades están repletas de billones y billones de bacterias, hongos y virus. Saber cuáles nos rodean puede dar información muy valiosa a los investigadores sobre la salud de las plantas, los animales y los seres humanos de la zona, pero recoger microorganismos a escala de toda una ciudad es bastante difícil y caro. 

Ahora, los científicos han encontrado una forma de muestrear ciudades enteras utilizando abejas melíferas. En un nuevo estudio publicado el 30 de marzo en la revista Environmental Microbiome, los científicos han demostrado cómo el muestreo de los restos del fondo de las colmenas de abejas melíferas puede proporcionarles una instantánea del paisaje microbiano de los entornos urbanos. 

En el artículo, los científicos analizaron el ADN de los restos de colmenas de abejas en azoteas y patios traseros de Nueva York (Estados Unidos), Sídney y Melbourne en Australia, Venecia (Italia) y Tokio (Japón), y descubrieron que cada lugar tenía una firma genética única. Algunas muestras contenían incluso un patógeno conocido por causar enfermedades en humanos

Aunque es necesario seguir investigando para saber si las abejas melíferas pueden utilizarse para detectar eficazmente enfermedades en ciudades, los autores del estudio afirman que estas pequeñas productoras de miel tienen el potencial de facilitar enormemente el control de microorganismos en toda la ciudad.

Unas abejas obreras construyendo un panal.

Abejas obreras construyen un nuevo panal de cera en Langen, Alemania. Después de entrar en el nido, las abejas se limpian y dejan rastros de sus viajes para que los estudien los investigadores.

Fotografía de Ingo Arndt, Nat Geo Image Collection

Cambiar los hisopos por enjambres

"Es importante poder caracterizar los microbiomas de las ciudades en las que vivimos", dice Elizabeth Hénaff, profesora adjunta de la Universidad de Nueva York que estudia cómo los seres vivos interactúan con su entorno. Más de la mitad de la población mundial vive en ciudades, pero los paisajes microbianos de estos entornos siguen siendo poco conocidos. Lo que sí saben los científicos es que los microbios de las ciudades con los que interactuamos pueden tener un gran impacto en su salud. 

En 2010, las abejas melíferas de Red Hook (Brooklyn, Nueva York) asaltaron una fábrica de cerezas al marrasquino cercana, produciendo un sirope de color rojo brillante que acaparó muchos titulares. Esto inspiró a Hénaff y sus colegas a poner en marcha un estudio piloto para examinar qué otras sustancias estaban transportando las abejas melíferas de Nueva York a sus colmenas. A los investigadores se les ocurrió que sería más fácil tomar muestras de microbios que buscar organismos en los postes del metro, las aceras y similares. 

Los científicos tomaron muestras de miel, abejas muertas y desechos de tres colmenas de Nueva York y encontraron una gran variedad de datos genéticos, la mayoría procedentes de los desechos de la colmena. Después, los investigadores recogieron restos de colmenas de apicultores de Australia, Italia y Japón, cada uno con su propio estilo local.

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      Unos apicultores australianos examinando los panales de unas colmenas.

      Apicultores inspeccionan colmenas en Australia. Un estudio reciente ha hallado firmas microbianas únicas en las colmenas de abejas de todo el mundo, resultado de su deambular por el entorno.

      Fotografía de Ingo Arndt, Nat Geo Image Collection

      Los restos de ciertas colmenas de Venecia estaban dominados por hongos habituales en la madera en descomposición, que abunda en esta ciudad anegada. En Tokio, las muestras de restos de colmena estaban cargadas de Zygosaccharomyces rouxii, una cepa de levadura utilizada en la fermentación de la salsa de soja. Además, en algunas de las muestras de Tokio se encontró ADN del patógeno Rickettsia felis, causante de una enfermedad febril en humanos parecida al tifus, a veces llamada fiebre por arañazo de gato. 

      También descubrieron algunas bacterias dignas de mención en el interior de las colmenas de Brooklyn, entre ellas una especie conocida por degradar bifenilos policlorados (PCB) y otra hallada anteriormente en lagos andinos de gran altitud que tolera condiciones extremas.

      Como era de esperar, los investigadores también hallaron muchos microorganismos asociados a las abejas durante su estudio. Encontraron microorganismos conocidos por beneficiar a las abejas, así como Paenibacillus larvae y Melissococcus plutonius, ambos patógenos que causan enfermedades a las abejas. Los autores afirman que sus hallazgos indican que el muestreo de restos de colmena no sólo puede proporcionar información sobre la salud del entorno de las abejas, sino también de las propias abejas.

      En su búsqueda diaria de alimento, las abejas muestrean el suelo, el agua, el aire y todo lo demás, explica Lewis Bartlett, investigador de la Universidad de Georgia (Estados Unidos) que estudia las abejas melíferas y las enfermedades infecciosas que las afectan. 

      "Se puede pensar en ellas como en pequeñas hojas voladoras de Swiffer [una conocida marca de balletas antipolvo]", dice Bartlett. "Las abejas están cubiertas de pequeños pelos que recogen el polen, pero esos pelos también atrapan partículas que existen en las zonas urbanas, como contaminantes, caspa de animales e insectos, ese tipo de cosas. Y luego se van a casa y se sacuden el polvo para estar bien limpias". 

      Mientras que el polen que recogen se aprovecha, todo lo demás acaba en un montón de escombros bajo la colmena. 

      El muestreo de los desechos generados por las abejas melíferas en zonas urbanas es "una forma muy interesante de muestrear el medio ambiente", afirma Bartlett. Cree que el método tiene mérito no sólo porque las abejas melíferas son excelentes muestreadoras, sino también porque "los apicultores suelen ser muy entusiastas a la hora de embarcarse en la investigación científica". 

      La comunidad de microbios de una zona depende de muchas cosas, como el paisaje y el grado de desarrollo. "La urbanización representa uno de los procesos paisajísticos de mayor transformación en todo el planeta", afirma Christopher Schell, ecólogo urbano de la Universidad de Washington Tacoma, que no participó en el trabajo. 

      Entender cómo la urbanización altera el paisaje microbiano es importante para todas las criaturas y para la salud humana. 

      "Cada vez hay más estudios que demuestran que la exposición a microbiomas diversos es un componente clave para obtener resultados positivos para la salud", afirma Hénaff. 

      Poder determinar la diversidad de las comunidades microbianas de los distintos barrios "parece realmente importante desde el punto de vista de la planificación urbana, concretamente en lo que respecta a la justicia medioambiental", afirma.

      Aunque aún está por ver si las abejas ayudarán algún día a los científicos a detectar enfermedades o a los urbanistas a hacer las ciudades más equitativas, el estudio de Hénaff ha demostrado la inmensa promesa de estos insectos como pequeños muestreadores científicos.

      ¿Cómo saben las abejas cuál es su trabajo?
      Dentro de la colmena, cada abeja tiene un trabajo. Algunas son nodrizas que cuidan de las crías, otras son limpiadoras que mantienen limpia la colmena, otras son recolectoras que recogen polen para elaborar miel. En conjunto, las abejas son capaces de lograr un nivel de sofisticación increíble, sobre todo si tenemos en cuenta que sus cerebros son del tamaño de semillas de sésamo. Pero ¿cómo se dividen los trabajos y dónde aprenden las abejas las habilidades necesarias para desempeñarlos?

      Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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