Somos lo que comemos, y eso es malo para las orcas

Las orcas tienen sustancias químicas tóxicas en el cuerpo. Un nuevo y sorprendente estudio muestra que el motivo podría estar en su dieta.

Por Rachel Fobar
Publicado 31 oct 2023, 9:55 CET
Orcas de la población oriental del Atlántico Norte

Las orcas de la población oriental del Atlántico Norte, como ésta de Noruega, están menos contaminadas que sus homólogas occidentales.

Fotografía de Brian Skerry, Nat Geo Image Collection

Los investigadores saben desde hace décadas que las orcas del Pacífico Norte tienen contaminantes nocivos en su organismo.

Ahora, un nuevo estudio revela que las orcas del Atlántico Norte occidental, incluidas las del Ártico, están mucho más contaminadas que las del este, un hallazgo que "conmocionó" a Anaïs Remili, directora del estudio e investigadora postdoctoral de la Universidad McGill de Montreal (Canadá). La investigación apunta con fuerza a que su dieta desempeña un papel importante en el nivel de contaminantes, más que su ubicación.

El estudio analizó la presencia de contaminantes orgánicos persistentes, o sustancias químicas tóxicas que se degradan lentamente y se acumulan en el organismo, en la grasa de las orcas de todo el Atlántico Norte. Estos contaminantes, vestigios de procesos industriales y agrícolas, "tienen una desagradable tendencia a unirse a la grasa", afirma Remili, cuyo estudio se publicó en octubre en la revista Environmental Science & Technology. Estas sustancias químicas debilitan el sistema inmunitario de las orcas, alteran su función endocrina, impiden su crecimiento y el desarrollo de su cerebro e incluso interfieren en su reproducción.

Los contaminantes se amplifican a medida que ascienden en la cadena alimentaria, y las orcas que consumen depredadores superiores (por ejemplo, las que se alimentan principalmente de otros mamíferos marinos en lugar de peces) son las más contaminadas. Gracias a su elevado nivel de grasa corporal y a su posición como depredadores, las orcas son algunos de "los animales más contaminados del planeta", afirma Remili.

Sus investigaciones anteriores demostraron que las orcas del Atlántico Norte oriental se alimentan principalmente de arenques; las del Atlántico Norte medio, de focas y caballa; y las del Atlántico Norte occidental, de ballenas barbadas, marsopas, belugas, narvales y focas.

Es lógico que las orcas del Atlántico Norte occidental tengan más contaminantes, debido a su dieta, pero "cabría esperar menos contaminantes en general en el Ártico en comparación con las zonas industrializadas", como la costa este de Norteamérica, afirma Remili. También le sorprendió descubrir que algunas orcas tenían una concentración de contaminantes de más de 90 partes por millón, que es más del doble del umbral máximo determinado para causar fallos reproductivos en mamíferos marinos.

"Hemos aprendido que somos lo que comemos", afirma Peter Ross, científico y director del programa de aguas saludables de la Raincoast Conservation Foundation de la Columbia Británica (Canadá), que no participó en el estudio; "la parte superior de la cadena alimentaria, ejemplificada por estas orcas longevas, es extremadamente vulnerable".

Para el estudio, los investigadores recogieron muestras de grasa de 162 orcas de diferentes edades y sexos en todo el Atlántico Norte, incluyendo el Ártico canadiense, Groenlandia, Islandia, Noruega y las Islas Feroe. Las muestras se obtuvieron entre 2008 y 2022 mediante diversos métodos: algunas se tomaron desde embarcaciones mediante dardos inofensivos para la recogida de biopsias, y otras se recogieron de ejemplares capturados o varados. A continuación, el equipo analizó en el laboratorio los niveles de contaminantes de algunas de las muestras.

Ross, cuya investigación en 2000 estableció por primera vez que las orcas eran portadoras de contaminantes, se pregunta hasta qué punto la edad podría haber influido en los niveles aparentemente más altos de contaminantes en las orcas del Atlántico Norte occidental. Las orcas de más edad tienen más contaminantes en su organismo tras "acumular toda una vida de contaminantes", posiblemente hasta 90 años. Las crías de orca también son especialmente susceptibles, ya que amamantan; una cría "está en realidad un peldaño por encima de su madre en la cadena alimentaria", afirma Ross.

En general, este estudio es otro "clavo en el ataúd" que demuestra los efectos de estas sustancias químicas persistentes en el medio ambiente. "Los océanos no son ilimitados, como tampoco lo es el planeta".

Aunque los científicos carecen de pruebas para determinar si estos contaminantes afectan ahora a las tasas de reproducción, es probable que lo hagan en los próximos años. El impacto de los contaminantes se ve agravado por otras presiones, como las perturbaciones acústicas y la escasa disponibilidad de presas de calidad, y algunas poblaciones "no van a poder recuperarse ni crecer con el tiempo", afirma Tanya Brown, investigadora científica del departamento de Pesca y Océanos de Canadá que estudia los efectos de los contaminantes en la salud de las orcas.

Con sólo 73 animales en la población de orcas residentes del sur, que se alimentan de peces y viven frente al noroeste del Pacífico, "esas presiones acumulativas están conduciendo, potencialmente, a [su] desaparición en última instancia".

En la década de 1940, un boom industrial que dependía de pesticidas, refrigerantes y retardantes de llama esparció muchos de estos contaminantes por el medio ambiente, según la Agencia de Protección Medioambiental de Estados Unidos. En 2001, más de 90 países, incluido España, firmaron un tratado de las Naciones Unidas por el que se comprometían a dejar de utilizar determinadas sustancias químicas y a destruir las existencias almacenadas, pero muchas de ellas siguen existiendo, probablemente con fugas contaminantes. Aunque muchos de estos productos químicos se prohibieron hace más de 50 años, siguen "causando estragos" en la salud de las orcas, afirma Brown.

A medida que empeore el cambio climático, también podría hacerlo la contaminación de las orcas. Por ejemplo, las aguas más cálidas del Ártico podrían atraer a más orcas hacia el norte, donde se alimentarían de mamíferos marinos ricos en grasa, especula Remili.

"Esto nos dice que tenemos que empezar a actuar ya", afirma Remili. Pide a los países que destruyan los residuos tóxicos almacenados en todo el mundo y eviten que se liberen nuevos contaminantes.

"Las orcas son animales majestuosos", afirma. "Si ya no tenemos orcas, nuestros ecosistemas estarán completamente desequilibrados".

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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