Los buitres de África están desapareciendo, y esto podría desatar una cadena de catástrofes
Un buitre orejudo joven en el Parque Nacional Namib-Naukluft.
Desde los buitres orejudos (Torgos tracheliotos) con una envergadura de casi tres metros hasta las águilas crestilarga (Lophaetus occipitalis) y su peinado mohicano puntiagudo, las rapaces africanas son aves innegablemente espectaculares. Pero estos depredadores están desapareciendo rápidamente de los cielos, según una nueva investigación que muestra un descenso global del 88% en la población de rapaces en todo el continente.
De las 42 especies de depredadores y carroñeros de la sabana incluidas en el estudio, el 90 por ciento experimentaron descensos, y más de dos tercios cumplían los criterios para ser consideradas globalmente amenazadas.
El estudio, publicado esta semana en Nature Ecology & Evolution, utiliza modelos informáticos para estimar las tendencias de abundancia en cuatro regiones a lo largo de 40 años. Reuniendo el trabajo de docenas de investigadores que trabajan en África occidental, central, oriental y meridional, el estudio revela pérdidas de población generalizadas pero variables, siendo las más graves las de África occidental. En todas las zonas, las rapaces de mayor tamaño, como buitres y águilas, sufrieron los descensos más precipitados.
Las especies autóctonas africanas han disminuido gravemente, como el ratonero augur (Buteo augur), con un 78%; el águila culebrera sudanesa (Circaetus beaudouini), con un 83%; y el buitre moteado o de Rüppell (Gyps rueppelli), con un 97%. Antaño un ave muy común, ahora quedan unos 22 000 de estos buitres en la Tierra.
Buitres de cara orejera y de Rüppell se reúnen ante el cadáver de un ñu en la Reserva Nacional Masai Mara de Kenia. Al alimentarse de carroña, estas aves evitan que bacterias y virus peligrosos crezcan en los cadáveres en descomposición.
"Antes podía salir por la puerta, levantar la cabeza y ver un ave rapaz. Puede que no cada minuto, pero en 10 o 15 minutos seguro que veía un águila o un buitre", explica Darcy Ogada, directora del programa para África de la organización sin ánimo de lucro Peregrine Fund, con sede en Boise (Idaho, Estados Unidos), una de las dos autoras principales del estudio: "Hoy en día podría estar ahí fuera durante horas".
Las pérdidas, debidas sobre todo a la destrucción de hábitats en un continente en rápido proceso de urbanización, podrían resultar catastróficas para la salud de los ecosistemas. Por ejemplo, muchos buitres y águilas son carroñeros que eliminan cada año el 70% de los cadáveres del continente.
El segundo autor principal, Philip Shaw, investigador honorario del Centro para la Diversidad Biológica de la Universidad de St. Andrews (Escocia), señala al águila volatinera (Terathopius ecaudatus) autóctona para ilustrar la profundidad de la pérdida.
"Es muy colorida, con su pico rojo brillante, y vuela de forma asombrosa porque casi no tiene cola, por lo que no arrastra", dice Shaw; "es una especie única, no hay nada igual". Según el estudio, el número de volatineras ha disminuido un 87%, y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza las ha declarado recientemente en peligro de extinción.
Recuerda haber visitado el Parque Nacional Hwange de Zimbabue en la década de 1990 y haber contado docenas de volatineras. "En 2019 volvimos a visitarlo y nos sentamos en la mismo punto durante un par de días y no vimos ni uno", explica.
Buitres de Rüppell y dorsiblancos bajo la lluvia en la llanura de Ndutu, Tanzania. Un Rüppell obtuvo el récord del ave con el vuelo más alto del mundo, con 11 300 metros.
Ojos en la carretera
Aunque a las rapaces que viven en zonas protegidas, como parques nacionales y reservas de caza, les va mejor, el estudio también ha detectado importantes descensos. El 40% (17) de las especies estudiadas han disminuido incluso dentro de las zonas protegidas.
"Muchas de nuestras grandes águilas y buitres se enfrentan a un doble peligro: están disminuyendo a un ritmo vertiginoso y cada vez están más confinados en zonas protegidas", afirma Ogada, explorer de National Geographic; "son territoriales y se trata de espacios pequeños, por lo que sólo hay un número finito que la zona pueda soportar".
Los buitres orejudos (en la foto, un animal del Centro de Rehabilitación de Fauna Salvaje de Moholoholo, en Sudáfrica) también cazan presas pequeñas, como reptiles, peces.
Las grandes distancias entre las zonas protegidas podrían aislar a las poblaciones de rapaces entre sí como en una serie de islas, señala Shaw, que también es explorer de National Geographic: "Muchas de las especies de rapaces quedarían cada vez más aisladas y las poblaciones serían más pequeñas, estarían más separadas y tendrían menos capacidad de intercambiarse genéticamente".
Al incorporar los datos de tantos investigadores en una zona geográfica tan extensa, el estudio ofrece una convincente llamada de atención, afirma el ornitólogo Ian Newton, profesor del Centro de Ecología e Hidrología del Reino Unido, un instituto de investigación sin ánimo de lucro de Londres.
"Es la imagen más completa que hemos tenido hasta la fecha en un solo estudio. Realmente establece que esta propagación a la baja está extendida por una amplia zona de África."
Newton, que no participó en la investigación, también señaló que la metodología del estudio, consistente en avistar aves mediante prospecciones en carretera, hace que la investigación sea muy fiable. Estos estudios, que suelen utilizarse para contar aves más grandes y llamativas, los llevan a cabo equipos de dos o tres investigadores que siguen rutas establecidas. Mientras el conductor se concentra en la carretera y en la zona situada delante del coche, otros investigadores cubren los laterales, y el recuento continúa desde la hora de levantarse hasta el anochecer.
"Una de las ventajas de este método es que se pueden cubrir cientos o miles de kilómetros en un periodo de días y la otra ventaja es que otras personas que puedan venir dentro de 10 o 20 años pueden hacer exactamente lo mismo", afirma Newton.
El busardo augur oriental, presente en gran parte del África subsahariana, es un gran depredador.
El águila cuellilarga está especializada en comer roedores, sobre todo ratas y ratones.
Una cascada de consecuencias
Las causas del declive son muchas y variadas, pero la mayoría se remontan al crecimiento exponencial de la población africana y sus drásticos efectos sobre el uso del suelo. Desde los primeros estudios sobre rapaces en la década de 1970, la población de África se ha más que duplicado. Con la previsión de que la población se duplique de nuevo para 2058, estas tendencias no harán sino acelerarse.
Las aves rapaces también mueren en gran número a causa de las trampas, la electrocución por la red de tendidos eléctricos que se extiende rápidamente por el continente y el envenenamiento, tanto accidental como deliberado.
"Los venenos agrícolas, como los pesticidas, están mucho más disponibles que hace 40 o 50 años, y la gente los utiliza para matar a depredadores como los leones que se llevan su ganado", explica Newton. Los ganaderos atraen a los leones con un cadáver envenenado, pero también suelen atraer a los buitres, que se reúnen en grupos de 30 o más.
Los cazadores furtivos utilizan el mismo método, incluso en las reservas naturales, para matar a los buitres que puedan delatar su presencia.
(Relacionado: En África, las mordeduras de serpiente son una crisis sanitaria «desatendida»)
Recicladores naturales
Y cuando perdemos aves rapaces, perdemos toda una serie de beneficios para el ecosistema.
"En realidad, son muy beneficiosas para la agricultura, porque se comen roedores, insectos y muchas cosas que los agricultores describirían como plagas", afirma Ogada. Algunas de las rapaces africanas que están sufriendo un grave declive, como los milanos de cola de tijera, son conocidas por eliminar langostas y otros insectos voladores que diezman los cultivos.
Estas aves recolectoras de basura son también un eslabón crucial en la prevención de enfermedades.
Los buitres llegan a los cadáveres a las pocas horas de la muerte del animal, explica Newton. "Si ese animal estuviera enfermo de algún modo, eliminarían la enfermedad antes de que pudiera propagarse, y ése es un servicio importante que apreciamos ahora más que nunca".
Los estudios lo han corroborado, mostrando un ciclo descendente de consecuencias llamado cascada trófica. En la India, el diclofenaco, un antiinflamatorio que se administra al ganado, acabó prácticamente con los buitres. Las aves que hurgaban en el ganado muerto ingerían el fármaco, que provocaba insuficiencia renal. Como consecuencia, los cadáveres se amontonaron, lo que disparó la población de perros asilvestrados y empeoró la calidad del agua, provocando en última instancia un aumento de la rabia y otras enfermedades, efectos que Ogada teme que puedan repetirse en África. India es actualmente el país del mundo con mayor incidencia de rabia, entre 18 000 y 20 000 casos al año.
En África, las soluciones pasan por prohibir los venenos, modificar el diseño de las líneas eléctricas y reservar más terreno en reservas protegidas, cambios que han restablecido las poblaciones de rapaces en otras partes del mundo. En la actualidad, sólo el 14% de la superficie terrestre africana está reservada para la fauna salvaje.
Un buitre de Rüppell adulto escarba en el estómago abierto de un ñu muerto. Esta especie puede vivir hasta 50 años.
"Se puede echar la vista atrás y ver las trayectorias en América y Europa, donde se produjeron descensos realmente graves seguidos de esfuerzos de conservación a partir de los años 70, y ahora se ven muchas más aves", dice Ogada.
"Aquí, por desgracia, seguimos en la trayectoria descendente. Con un poco de suerte, empezaremos a darle la vuelta, pero aún no hemos llegado a ese punto".
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.